España cañí -74: precios y costes con Santiago Calatrava

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Hace un año inauguraron en Oviedo, en los terrenos que antes ocupaba el estadio Carlos Tartiere, el Palacio de Congresos que lleva el nombre de la ciudad. Es obra de Santiago Calatrava. A pesar de que hace un año de la inauguración, todavía hacen obras. Una de las que falta acabar es una gigantesca visera móvil que Calatrava diseñó para que, tal como el adjetivo indica, se pudiera mover: desplegar y replegar. Pues bien, la empresa constructora dice que, después de pensarselo mucho, no se atreve a ponerla en funcionamiento porque no hay “suficientes garantías” de seguridad y los técnicos consultados aconsejan “que no se proceda a la reposición de la movilidad de la estructura de cubierta” porque comporta “riesgos estructurales”. ¿Ahora se dan cuenta, una vez el Palacio de Congresos ya está hecho? ¿De quién es la culpa? ¿De los técnicos, porque temen por la seguridad de la gente? ¿Del arquitecto, que no previó que su idea genial no podría funcionar? Que en todas partes haya inútiles no es ningún consuelo para los ciudadanos que tenemos que convivir con ellos cada día.

15-VI-12, Quim Monzó, lavanguardia

Ignacio Blanco, diputado de Esquerra Unida, ha desvelado esta semana las muy abultadas cifras de la Ciudad de las Artes y la Ciencias de Valencia. El coste total hasta la fecha de este complejo es de 1.102,9 millones de euros. Y la retribución obtenida a lo largo de los años por su principal proyectista, el arquitecto, ingeniero y escultor Santiago Calatrava, es de 94 millones de euros; o sea, de 15.642 millones de pesetas. José Císcar, vicepresidente de la Generalitat Valenciana, ha replicado que los pagos a Calatrava no obedecen sino al cumplimiento de los contratos suscritos. No hay motivos para dudarlo. Pero el hecho de que Calatrava haya logrado varios cambios en sus contratos, al objeto de incrementar la partida de su retribución asociada al coste final de la obra, y el hecho de que alguna de sus obras haya doblado el presupuesto inicial –por sus “errores, improvisaciones y caprichos”, según Blanco– le sitúan en una posición que invita a la suspicacia y parece éticamente censurable.

6-V-12, lavanguardia