Agustín García Calvo, rebelde, radical, libertario

> Agustín García Calvo <

Ha muerto un rebelde. Se llamaba Agustín García Calvo y una insuficiencia cardiaca se lo llevó, a los 86 años, en el hospital zamorano Virgen de la Concha. Filósofo, helenista, ensayista, poeta, dramaturgo, traductor... Uno de los intelectuales más sólidos del humanismo español, autor de más de 80 libros, original, radical y heterodoxo, siempre en contra del poder y las ideas establecidas, suscitó además un número de seguidores y simpatías que contrastaba con su marginación de los circuitos oficiales.

Nacido en Zamora, estudió Filología Clásica en Salamanca y, en 1965, fue expulsado de su cátedra en la Complutense, con Enrique Tierno Galván y José Luis Aranguren, por haber apoyado la algarada estudiantil. Se exilió a Francia, de donde volvió en 1976, al ser readmitido en la universidad.

Destacan, ante todo, sus Lecturas presocráticas, que se han ido leyendo en las facultades de Humanidades desde que fueron impresas por primera vez en 1981 (luego las revisó en el 2001), y que revelan una estimulante capacidad de interpretación de los clásicos.

 

Su teoría del lenguaje está explicada en la trilogía Del lenguaje, compuesta por la obra del mismo título (1979, revisada en 1991) y por De la construcción (1983) y Del aparato (1999). Una recopilación de artículos, Hablando de lo que habla, obtuvo en 1990 el premio Nacional de Ensayo. Autor total, destructor de las casillas en las que se supone que hemos de colocar lo que sabemos, también ganó el Nacional de Literatura Dramática en 1999 por Baraja del Rey don Pedro, y el de Traducción en el 2006, por el conjunto de su obra, que incluye clásicos griegos y latinos pero también al marqués de Sade o Shakespeare. En 1988, quiso unir disciplinas que le apasionaban, como la filología, las matemáticas y el teatro, integrándolas en su efímera Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje, que duró tres años. Alejado de la industria cultural y sus mecanismos, fundó sus propias editoriales, Lumia y Lucina, para publicar sus libros.

Su apoyo al movimiento 15-M fue total. Acudía cada jueves a las concentraciones en la madrileña Puerta del Sol, para estar en contacto con los jóvenes que cuestionan el actual sistema político y económico. Comoun Sócrates con megáfono, amante del diálogo como vía de conocimiento, se dirigía a los viandantes, para preguntarles cosas como: “A ver, imaginemos: ¿es posible, se puede vivir sin dinero?”. Participó en el documental de Basilio Martín Patiño sobre los indignados, que lleva como título uno de sus versos, Libre te quiero. Su obra política se esfuerza en demostrar cómo el Poder –incluso en las sociedades democráticas– intenta que la gente asimile como realidad las abstracciones conceptuales que justifican el statu quo.

Su obra es interesante no solo por lo que dice, sino por cómo lo dice. Defensor de escribir “tal como se habla”, en un artículo publicado hace un año en este diario, argüía que “el dialecto o jerga culta (la jerga política, la financiera, la jurídica y la burocrática, la científica, la filosófica, la literaria) (...) está hecha para mentir (no puede, sin fe, sostenerse el poder ni el dinero), y es esa la que de veras está en guerra (en cualquier idioma) contra la lengua vulgar, corriente, y moliente, el ‘román paladino con el cual suele el pueblo fablar a su vezino’ (...) Esa es la verdadera guerra entre lenguas”.

En 1993, se le quiso caricaturizar como un defraudador fiscal cuando apareció en todos los telediarios como deudor de 10,5 millones de pesetas a Hacienda, por no haber hecho nunca la declaración de renta –coherente con su pensamiento: fue martillo teórico de Hacienda, de los automóviles o del lenguaje político-administrativo–. Pidió ayuda a los “que pudieran ser usuarios de las cosas que publico y tener algún agradecimiento”, lo que le aportó 4,5 millones. Un banco le prestó los 6 restantes.

Entre sus discípulos o admiradores, figuran nombres como Fernando Savater, Javier Marías –su gesto de rechazar el Nacional de Narrativa es hijo de García Calvo, enemigo de homenajes “que matan lo que pueda haber de vivo en las palabras”– o Félix de Azúa.

Sus restos serán enterrados hoy, a las cinco de la tarde, en el cementerio municipal de Zamora. Será un buen momento para releerle, por ejemplo alguno de sus poemas: “Y de la radio del auto / por las marismas, / compañerita, / los jirones de algún fandango, /que dice: ‘¿Pa qué las prisas, / compañerita, / pa qué las penas, / si ella sola se va la vida?”.

2-XI-12, Xavi Ayén, lavanguardia