"Barbaridades", Cristina Sánchez Miret
> Savita Halapannavar: cuando los "proVida" devienen homicidas... <
Savita Halapannavar ha muerto en Irlanda, con sólo 31 años, porque los médicos del hospital de la Universidad de Galway, en el que estaba ingresada por complicaciones en la gestación del que tenía que ser su primer hijo, dijeron que el suyo “es un país católico y el aborto está prohibido”.
Parece mentira que esto pase en el siglo XXI, pero en realidad la historia es todavía mucho peor; hasta el punto de que en este caso ni siquiera los que hacen prevalecer los derechos de la criatura por encima de los de la madre pueden encontrar argumentos válidos, más allá de la pura negación a considerar las mujeres como seres humanos.
Savita tenía unos dolores terribles y médicos, paciente y familia sabían que el embarazo era inviable y que, por lo tanto, este bebé no llegaría nunca a desarrollarse plenamente aunque el corazón le latiera. No importó, la han dejado morir y resulta difícil no decir que la han matado de septicemia. Y en todos los días que ha durado su purgatorio no se ha removido nada en la conciencia de aquellos que no sólo podían, sino que tenían la obligación de hacer todo lo posible para evitar su muerte.
No sirvió de nada que ella fuera hindú, y no católica, ni que pidiera vivir. Los médicos se ampararon en la ley; por otra parte del todo ambigua, dado que deja a la consideración de los mismos poder salvar a la madre en casos “extremos”. No sé si sabremos porqué el caso de Savita no cumplía estos parámetros, aunque se ha emprendido una investigación; porque, de hecho y aunque el caso ha producido una fuerte conmoción, las autoridades irlandesas y una buena parte del país no es la primera vez que se muestran inalterables ante situaciones comparables. ¿En nombre de qué dios se puede justificar una cosa así? De ninguno. ¿En nombre de qué tipo de respeto o amor a la vida? De ninguno. No salimos adelante –y hablo de años y años– en la inacabable discusión social y política sobre el derecho al aborto.
Sé que no lo conseguiremos hasta que no demos estatus real, efectivo e íntegro de ciudadanía a las mujeres, como tales y no sólo como madres. Sin embargo, mientras tanto, no perdamos de vista que el tema no sólo quema en Irlanda. Aquí también. A mí nadie me quita de la cabeza que Alberto Ruiz-Gallardón, el ministro de Justicia, cuando piensa en la ley del aborto se imagina un “paraíso” como el irlandés.
18-XI-12, Cristina Sánchez Miret, lavanguardia