"La transición china", Luis Racionero

En el traspaso de poderes en una dictadura como la china se lucha e intriga en la sombra para dar una falsa sensación de concordia que esconde la lucha previa entre facciones. En China, después de Mao, las transiciones parecen suaves, pero la procesión va por dentro.

La suave ascensión de Xi Jingping fue precedida por la defenestración de Bo Xilai y la condena de su mujer por asesinar a un súbdito británico. En China las cosas, incluso las políticas, se dirimen en familia, porque la familia es el pilar fundamental de la sociedad. Si esta está impregnada por la estructura familiar, también la política, donde los trapos sucios se lavan en casa, de puertas adentro, no en público. No hay debates televisados entre candidatos sino intrigas, pactos o puñaladas en la sombra y bajo mano. Se parece más a una pelea familiar por la herencia de un patriarca catalán que a una campaña electoral a lo yanqui.

El caso paradigmático de esta actitud secreta y familiar se dio en la transición entre el sistema imperial que cayó en 1912 y la ascensión de Mao en 1949. En esa portentosa revolución tuvo un papel fundamental una familia: los Soong , por medio de tres hermanas –¿una tríada?–. Ai Ling que amaba el dinero, Mai Ling que amaba el poder y Ching Ling que amaba a China.

Cuando los ingleses impusieron a China el consumo de opio y luego su cultivo, para pagar los gastos del té al que devinieron adictos los británicos, Shanghai se convirtió en un centro de operaciones donde misioneros cristianos, comerciantes europeos y rebeldes chinos jugaban su partida por la posesión del mercado chino: espiritual y comercial. Entre los comerciantes americanos, Russell & Co se dedicaba al opio y trabajaba en relación con los clanes Roosevelt, Delano y Forbes.

Las sociedades secretas que querían desestabilizar el trono imperial de la dinastía manchú provocaban choques entre manchúes y europeos atacando a los misioneros. Unos chinos convertidos al cristianismo llamados taipings (reino celestial) se alzaron en armas y causaron una guerra civil. Cuando los rebeldes tomaron Shanghai y Pekín los ingleses mandaron al general Gordon, que moriría en Jartum ante el Mahdi pero que aquí cosechó fáciles triunfos al usar cañones, explosivos y rifles contra arcos, flechas, lanzas y gongs de los chinos.

Ahí comenzó el siglo de humillación china que acabó cuando ellos usaron contra los europeos sus mismas armas. Llegar a eso les llevó cien años y muchos disgustos. Un joven emprendedor decidió estudiar en EE.UU. y allí se convirtió al cristianismo, volvió como misionero nativo a China y se dedicó a vender biblias. Porque ya se sabe que para hacer cristiano a un chino, primero hay que convencerle de que es culpable, y eso sólo se logra con la Biblia. Este joven Soong se hizo rico y tuvo notoria descendencia: las tres hermanas antes citadas dirigidas por la hermana mayor Ai Ling, el cerebro de la gran maniobra.

Ai Ling se hizo secretaria de Sun Yatsen, el primer presidente de la República China. Al poco dejó este trabajo para casarse con el millonario H.H. Kung, descendiente directo de Confucio en la septuagésimo octava generación. El doctor Sun se quedó sin secretaria y Ching Ling ocupó la vacante de su hermana. Ching Ling era una intelectual y encima una romántica enamorada de la revolución. Desde su universidad americana (a la que fueron las tres) Wesleyan, había seguido los cambios de China y abrazado los valores de la revolución. Sus compañeras de clase la describían como hermosa, silenciosa y sombría, estas dos últimas cualidades muy apropiadas para una conspiradora. El presidente Sun, de 50 años, se casó con su secretaria Ching Ling de 20, que pronto enviudaría al contraer Sun un tumor maligno y morir rodeado de la familia Soong. Ching Ling guió su mano para firmar el testamento económico –todo para ella– y el político: “Elevar a China a una posición de independencia e igualdad respecto a las potencias extranjeras por la revolución armada”.

En el entierro, el coro de la Universidad de Yinchung entonó la canción favorita del doctor Sun: “Dulce paz, don del amor de Dios”. Madame Sun, frágil y atractiva en su vestido de viuda, envuelta en un velo, se apoyaba en el brazo de la hermana menor, Mai Ling, como si quisiera traspasarle los deberes de primera dama. Y así fue. El sucesor de Sun Yat-sen fue un general jugador, mujeriego, peleón y tarambana, que tenía dos apoyos decisivos: las tríadas o sociedades secretas de Shanghai y la academia militar de Whampoa. A Chiang Kai-Shek le elevaron las tríadas con ayuda de dos turbios personajes que controlaban el tráfico de heroína y opio al frente del Gang Verde: se llamaban Viruelas Huang y Orejas grandes Tu. Cuando Chiang Kai-Shek llegó a jefe del Kuomintang, que gobernaba la República China, la hermana mayor Ai Ling le invitó y no paró hasta casarlo con su hermana soltera Mai Ling.

Las peripecias de Mai Ling con su turbio, sinuoso e inestable marido duraron dos décadas hasta que el mal hacer de Chiang Kai-Shek, al que los americanos acabaron apodando Cash My Check, dio con ellos en Formosa, donde el ejército comunista de Mao les había acorralado y la amistad protectora de Chu En Lai les permitió refugiarse. En ello debió intervenir la romántica Ching Ling que, en desacuerdo con su cuñado reaccionario Chiang Kai-Shek, se fue con los comunistas, primero a Moscú y luego volvió a China donde siguió las vicisitudes de la guerra civil junto a Mao y Chu En Lai. En 1949 Mao proclamó la República Popular China desde la Puerta de la Paz Celestial del antiguo Palacio Imperial. Ching Ling estaba a su lado, nombrada vicepresidenta. En 1981 fue elevada a presidenta honoraria de China. Moraleja: todo quedó en familia, la familia Soong, las tres hermanas.

8-XII-12, Luis Racionero, lavanguardia