"Pequeñas extravagancias", Eulàlia Solé

Ella detesta la costumbre de que las mujeres hayan de besar y ser besadas cuando saludan y son saludadas por quienes no son ni parientes ni amigos. En nuestra cultura, los hombres entre sí se estrechan la mano, pero cuando hay una mujer de por medio, besuqueo por aquí, besuqueo por allá. Y así desde la modesta empleada hasta las altas dignatarias, incluida una férrea dama como Angela Merkel. “¡Qué poca higiene y qué devaluación del beso por cariño!”, se dice Melisa en su fuero interno. En consecuencia, ella alarga la mano y no pone la cara, igual que hacen los hombres, que en esto sí quiere imitarlos, aunque ello le cueste ser tachada de antipática, y de rara, por descontado. 4-I-13, Eulàlia Solé, lavanguardia