"Un Estado comedor ", Fernando Ónega

Quién ha dicho que el Estado español tiene poco poderío financiero? El Estado español es de un potencial descomunal. El Estado español, entendido como el conjunto de instituciones, estructuras y servicios públicos centrales, autonómicos y locales, es como un gran comedor. El Estado español es, en fin, un enorme benefactor. Lo hemos comprobado con la última actualización de las estadísticas de empleo. De ese Estado viven más de ocho millones de pensionistas que, a su vez, proporcionan ayuda y alimento a sus hijos y nietos maltratados por la crisis. Ese Estado financia a los más de tres millones de parados que tienen derecho a subsidio. Y proporciona trabajo y salario a unos tres millones de funcionarios, a los que hay que añadir unos cien mil cargos públicos no catalogados como funcionarios y cantidades indeterminadas gastadas en dietas, complementos, gastos de representación y otros conceptos cuyo importe siempre será un concepto misterioso en este país. Los señores diputados nacionales, por ejemplo, se han negado recientemente a comunicar a la sociedad el detalle y el montante de sus gastos, como si fuesen privados.

Quienes viven del Estado suman así unos 15 millones de personas. Quienes desarrollan su actividad en la economía privada y desde ella cotizan a la Seguridad Social no llegan a los 14 millones, incluidos los empresarios y autónomos.

Sobre esas cifras se pueden hacer infinidad de reflexiones: la fortísima dependencia estatal de nuestras vidas; lo difícil del equilibrio de las cuentas públicas, que siempre habrá que buscar a base de presión fiscal sobre los particulares; la cantidad de dinero que se va en sueldos y subsidios, que por fuerza habrá que detraer de los servicios públicos; la funcionarización de la sociedad, con perjuicio de la iniciativa y la creatividad privadas; la tendencia a ser un país subsidiado… Como todos somos accionistas de ese Estado, celebremos su poderío: gracias a él, que nos estruja bien en impuestos, muchísima gente puede comer. Por él, la sociedad se divide literalmente en dos: la que paga y la que cobra. Lo intrigante empieza a ser cuánto tiempo podrá aguantar este inmenso comedor.

8-I-13, Fernando Ónega, lavanguardia