Leonardo Sciascia

 

Leonardo Sciascia. El poder de la mafia | Letras Libres

 

 

Leonardo Sciascia (1921-1989)

- wikipèdia 

FOTOA3 > Servizio 47523: LEONARDO SCIASCIA MARCO PANNELLA 1979

Tanti auguri a Marco Pannella, il morto che dovranno trattare da vivo – La  Voce di New York

Leonardo Sciascia, 100 anni dalla nascita: biografia e libri sulla Sicilia

Marco Pannella Fotos e Imágenes de stock - Alamy

Ciao Marco, coraggiosa coscienza d'Italia

9781232655756: Politici del Partito Radicale: Domenico Modugno, Vittorio  Sgarbi, Leonardo Sciascia, Ernesto Rossi, Marco Pannella, Francesco Rutelli  - IberLibro - Fonte Wikipedia: 1232655759

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SCIASCIA. LÚCIDO, ESCÉPTICO Y HUMANO COMO MAIGRET
entrevista de José Martí Gómez a Leonardo Sciascia, "EL PAIS", 11 de marzo de 1979
archivo radical 

SUMARIO: Larga entrevista a Leonardo Sciascia que es todo un análisis político y humano de la sociedad siciliana en particular e italiana en general. El escritor habla sobre la mafia, el caso Moro, las Brigadas Rojas, la revolución, la violencia, el fascismo, el socialismo, el cristianismo, los medios de comunicación, el Estado de derecho, el compromiso histórico, la democracia cristiana y el partido comunista, el psicoanálisis, el marxismo, el estalinismo y el leninismo, la literatura, la verdad, el misterio y Dios.

Cincuenta y ocho años y un cierto aire de Bogart, del Bogart que pudo encarnar cualquiera de sus personajes. Leonardo Sciascia, autor - entre muchas otras obras - de El caso Moro, es uno de los más grandes escritores italianos de este siglo.

El Sábado 17 de febrero, Palermo. Mediodía. Los lectores del periódico siciliano "L\\\\\'Ora" tenían una buena primera página en donde escoger: "Un garajista de Catania, asesinado por cuatro jovenzuelos; han sido detenidos esta noche después de un intento de robo"; "A las 8.10 en la Arenella: abatido de tres golpes delante del barbero"; "Los delitos de Milán y Venecia: asesinados porque se defendieron"; "Encarecimiento de la gasolina: prealarma en Italia mientras Arabia, Irak y Kuwait ajustan las tarifas"...

Racalmuto. Atardecer. Hombres vestidos de negro pasean por la calle principal y forman corros frente a las puertas de los bares que en el interior, sobre sus estanterías, exhiben estampas de vírgenes. Ni una sola mujer pasea por las calles del pueblo de 8.000 habitantes en el que nació, el año 1921, cuando el pueblo contaba con cerca de 20.000 habitantes, Leonardo Sciascia. Racalmuto era por entonces - y así lo reflejó el escritor en su libro "El mar de color de vino" "un pueblo sin inquietudes, electoralmente dividido entre dos grandes familias, con unos pocos socialistas, muchos curas y una mafia escindida. En 1936 Racalmuto empezó a sufrir su sangría demográfica. Ahora, con menos curas, con menos socialistas, quizá con las mismas familias y tal vez con la misma escisión de la mafia, deja pasar el tiempo mientras sus hombres de negro abren los negros paraguas en las calles oscuras y algunos jóvenes, zapatos de charol, ajustados pantalones, tiran, en el rincón de uno cualquiera de los bares, la moneda que e

n la máquina automática les trae la voz de Julio Iglesias cantando en italiano: "... pensami, / tanto, tanto intensamente / con il corpo e con la mente, / pensami...."

"La noche" (La nuez). De noche. La finca, rodeada de viñedo, está silenciosa, oscura, solitaria. Este sábado Leonardo Sciascia no habrá bajado hasta su casa de campo, cerca de Racalmuto, en el Agrigento, una casa de dos pisos, a la que se accede a través de una verja metálica permanentemente abierta, después de haber recorrido un estrecho, sinuoso, intrincado camino que parece conducir a ninguna parte. Esta noche, Leonardo Sciascia se habrá quedado en Palermo, a 120 kilómetros, para asistir al teatro. Se meterá en el Biondo, en donde el teatro Stabile di Catania pone en escena "I carabinieri". Se aburrirá muchísimo y lamentará no haber marchado al campo.

Leonardo Sciascia, autor de "El Contexto", "El mar de color de vino", "Todo Modo", "Privilegio y poder", "El caso Moro" ... tiene cierto aire de Bogart, del Bogart que pudo encarnar cualquiera de sus personajes, lúcidos y desesperanzados, cínicos y a un mismo tiempo cargados de piedad. A Sciascia siempre le ha gustado el armazón policial para sus novelas cargadas de rigor, entroncando así con una gran tradición más anglosajona que latina.

Ha encendido su benson número infinito en la aún apenas consumida media mañana y ha explicado que el género policíaco le ha interesado siempre, no sólo como técnica, sino incluso como esencia de la narración:

- Para mí, el género policíaco presupone una actitud religiosa frente a la vida y frente a la verdad. El investigador es un portador de gracia, de la gracia teológica, de lo que los teólogos llaman gracia iluminante. El inspector ilumina los hechos con la verdad. Y en este sentido el género policíaco me ha interesado siempre, aunque técnicamente yo lo utilizo de forma paradójica: nunca está claro quién es el culpable, pero se entrevé quién es. Simplemente, todo lo que queda en la sombra de la duda y de la incertidumbre porque nuestra vida es así. Yo no conozco ningún hecho que sea verdaderamente claro, que nos aparezca con toda su verdad. Todo es ambiguo, confuso, incierto... Por otra parte, mientras en la novela policíaca tradicional es el policía el que ilumina los hechos, en mis novelas hay un reajuste: el policía soy yo. Policía y teólogo a la vez. En mí hay una especie de "baggegiamento" del Estado. No el Estado autoritario - que tuve ocasión de conocerle bien durante el fascismo -, sino el Estado democ

rático. Pero aquí nunca hemos tenido Estado. Entonces el policía representa ese Estado democrático que nunca ha existido en Italia, y al mismo tiempo, representa un hecho teológico: la búsqueda de ese Estado que no ha existido nunca, pero que no es algo irrealizable porque en otros sitios ha existido. Me contentaría, pues, con un Estado que funcionase, como el francés o el inglés.

- Y aquí surgen las tesis de su último libro: El caso Moro.

- El caso Moro viene de una negación del Estado. Se ha querido afirmar contra Moro la existencia del Estado y en realidad era la negación. Un Estado que permite que se pueda secuestrar al presidente del partido político más importante: un Estado que en 55 días no consigue encontrarlo más que muerto, y aún porque se les ha indicado el sitio; un Estado que no consigue proteger a ningún ciudadano... Un Estado así no tiene derecho de afirmar la razón de Estado y de no negociar. La vida del ciudadano inocente está por encima de todo y hay que negociar.

- Moro había sido uno de los padres de ese Estado.

- Aldo Moro era el típico católico italiano que no cree en nada de lo que hace referencia a la vida civil. Sólo cree en el más allá. Pero en el más aquí no cree en absoluto. Que por qué estoy convencido de que creía en el más allá? Porque pienso que tanto cinismo en el más aquí sólo puede ser compensado por la fe en el más allá.

Muchas de sus novelas han sido llevadas al cine: Pero Sciascia no gusta del cine. Tampoco gusta mucho de salir de casa y, cuando lo hace, su restaurante favorito en Palermo es el Charleston, de tonos discretos en los colores de su moqueta, de su decoración basada en plantas de discreto tamaño, espejos que devuelven imágenes nítidas y lámparas que retrotraen a tiempos perdidos. Tampoco gusta del Sam Spade o el Nick Charles que creara Dashiell Hammett, ni del Philip Marlowe de Raymond Chandler, ni mucho menos del Lew Archer lanzado a la vida por Ross Macdonald. A Sciascia, puestos a escoger, le gusta más quedarse con el Maigret de Simenón, porque prefiere a los policías que creen en alguna cosa. Además, Maigret no es un policía privado, es un policía del Estado. y esto es para Sciascia una diferenciación importante: "Maigret no ama al jefe de policía, no simpatiza con el Gobierno, pero tiene confianza en el sistema y actúa según los principios constitucionales. Marlowe y otros personajes americanos prácticamen

te no creen en nada: son policías que ejercen su trabajo y lo hacen bien, pero no le importa nada más. Indagar sobre un delito es de alguna manera una forma de descargar su misantropía. En ellos no hay piedad. En Maigret sí. Maigret ama a la gente. El policía americano no ama a nadie.

Dos cucharadas de azúcar a la tacita de café. El mecánico gesto de romper la envoltura de un nuevo paquete de cigarrillos - sólo cigarrillos, nada de habanos, nada tampoco de alcohol - y un largo peregrinaje por el pesimismo:

- Los Estados modernos son máquinas. No creo que puedan tener espacio para la piedad. Todo es máquina. Mañana estaremos gobernados por las máquinas. Se dice que quién tenga más información será el dueño del mundo y la información no tiene nada que ver con el sentimiento. Por ejemplo, en Estados Unidos se formaron una idea sobre la personalidad de Allende haciendo estudiar a una máquina todos los discursos que había pronunciado. Esto es la muerte: un individuo ligado a todo lo que ha dicho, sin contemplar la posibilidad de que un hombre pueda cambiar, cambiar sus ideas, sus sentimientos. Es el drama de Pirandello: la dualidad entre la vida y la forma. La simple forma es muerte; la vida es una cosa fluida, continua, que cambia. Pero las máquinas no entienden de cambios, las máquinas no entienden de mutaciones de sentimientos.

El cigarrillo en la comisura de los labios, la frente arrugada como perpleja; y los ojos inteligentes, húmedos, los ojos de Bogart, como perdidos más allá de la ventana buscando una esperanza:

- Socialismo y cristianismo han sido traicionados por aquellos que oficialmente asumían la representación. La Iglesia ha traicionado el cristianismo. La Unión Soviética, China y Castro han traicionado el socialismo. Pero cristianismo y socialismo tienen vida todavía: dentro de nosotros. Para que esto aflorara sería necesario un gran proceso de liberación y ésa es mi esperanza.

Se levanta todas las mañanas muy temprano. Normalmente trabaja en la editorial Sellerio, en donde su dueño le define irónicamente como san Leonardo, al responsabilizarle del alto nivel intelectual que ofrece el catálogo de la pequeña editorial siciliana. Cuando, sin escribir una sola línea, armando la obra en el interior de su cerebro, Sciascia considera que las páginas ya están maduras, marcha a su casa de campo, cercana a Racalmuto. Allí trabaja en la obra todas las mañanas, a un ritmo de cuatro holandesas diarias. Por la tarde, pasea o lee. A la mañana siguiente reemprende el trabajo a partir de la revisión de la última holandesa escrita el día anterior.

Escribe directamente a máquina, en una pequeña Lettera 22, de un indefinido color entre el verde y el ocre. Escribe con un solo dedo de la mano derecha, el índice, mientras el índice y el anular de su mano izquierda sostienen el cigarrillo inseparable. La habitación de trabajo es pequeña y sus paredes son blancas, salvo las manchas de color de algunos posters - uno en homenaje a Antonio Machado, entre ellos - y un curioso documento de la familia del príncipe de Lampedusa, el del Gatopardo viscontiano, antiguos propietarios de estas tierras sobre las que Sciascia levantó su casa de campo, plantó sus viñas, vio crecer en poco tiempo sus árboles, dejó correr su imaginación y su inteligencia buscando respuestas a sus interrogantes continuos.

- Casi todos los Estados son fuertes con el débil y débiles con el fuerte, pero en Italia es peor. El Estado italiano es impotente para eliminar la mafia, es impotente para eliminar el bandidismo, es impotente para eliminar las Brigadas Rojas, pero es fuerte