"Que el político no responda ante el partido sino ante los electores", César Molinas

César Molinas, ensayista y financiero, publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”.
Viví 25 años bajo Franco y aún sufrimos políticos que, si los criticas, dicen, como él, que estás atacando a España. Nací en Barcelona. Temo que la élite extractiva de los partidos, que generó las burbujas, nos saque del euro y nos argentinice. Colaboro con la Fundació Ernest Lluch.


Hoy hay independentistas que no son nacionalistas.

¿Cómo?
Al nacionalismo sólo se llega tras un adoctrinamiento que comienza desde la infancia y, en cambio, lo que vemos hoy en Catalunya es gente ya madura, que ha derivado hacia el independentismo sin pasar por el nacionalismo.

¿Por qué?
Por hastío y enfado frente a la deriva chapucera del Estado y el capitalismo castizo, que ha hecho aguas hundiéndonos a todos.

Defina capitalismo castizo.
El paradigma sería el palco del Real Madrid repleto de ministros, constructores y comisionistas haciendo negocios, que han puesto a todo el Estado español a su servicio para construir el Gran Madrid en perjuicio de una articulación racional del territorio.

¿En Barcelona no pasaron esas cosas?
Pasaron otras no menos indeseables, pero a menor escala, porque aquí se decidía mucho menos. Todo el poder regulador estaba y está en Madrid. Y el mejor negocio de estos años ha sido capturar al regulador.

Y al regulador lo nombran los partidos.
Pese a que la mayoría de los políticos como personas son honestos, el sistema ha incentivado la existencia de una élite extractiva, una casta que ha cruzado intereses de los hombres de partido y de negocios y sin crear ningún valor ha propiciado la burbuja inmobiliaria, el colapso de las cajas de ahorros, la burbuja de las energías renovables y la proliferación de infraestructuras innecesarias.

¡Vaya catálogo de burbujas!
Son la misma y no es casual que coincidan en el tiempo, porque tienen el mismo origen: esa élite extractiva que nos ha abocado a los rescates y ahora se resiste a aplicar las reformas, afortunadamente impuestas desde Bruselas, porque afectan a sus intereses.

¿Por qué la denuncia usted ahora?
Temo que esa élite, para mantener sus privilegios, logre sacarnos de la UE y el euro.

De momento no hay partido pesetero.
Ojalá lo hubiera, porque sería marginal, por eso los peseteros aguardan su momento en el seno de los grandes partidos. Y si maniobran y ganan hasta hacernos salir del euro, nos argentinizaríamos y a ellos ya les parecería bien si así mantienen su estatus.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Porque en la transición había buenos motivos para apostar por la estabilidad ante todo. Fue razonable entonces para las elecciones que la cúpula de cada partido decidiera las listas, que por eso fueron cerradas y bloqueadas. Y aún lo son, desgraciadamente.

¿Así se cerraron también a la sociedad?
Así surgió una casta de políticos profesionales que trepaban en los partidos hasta controlarlos únicamente ellos y lograr que el mayor mérito fuera la fidelidad a la cúpula.

Si se movían no salían en la foto, como ya advertía Alfonso Guerra a los díscolos.
Algo parecido le sucedió al modelo territorial del café para todos. Pensado para la descentralización, acabó sirviendo para que esa élite enchufara a familiares y amigos en 17 administraciones, parlamentos y gobiernos. Por si fuera poco, crearon miles –literalmente miles– de empresas públicas.

Y a los partidos hay que financiarlos.
Para ello crearon una trama de captura de rentas que encarecía y hacía proliferar las obras públicas, adjudicadas a cambio de comisiones que, en las alcantarillas del sistema, se repartían comisionistas y políticos.

Se adjudicaron AVE sin pasajeros; peajes sin coches y aeropuertos sin aviones.
Esa captura de rentas seguía en las cajas de ahorros, cuyos consejos se llenaron de políticos, sindicalistas y sus afines sin idea de banca. Y así dieron créditos suicidas hinchando la burbuja hasta abocarlas a la quiebra.

¿Por eso en las cajas que fueron más politizadas mayor es el agujero hoy?
No es casual que las peor paradas fueran presididas por exvicepresidentes del gobierno de PP y PSOE y un expresidente de la Generalitat valenciana y que en todas las hundidas mandara una legión de políticos.

Y cada autonomía tuvo su caja.
Y en todas surgieron las baronías territoriales, que se hicieron con el control de las cajas y con él acabaron poniendo y quitando reyes en los partidos. Esa élite, además, fue colonizando áreas del Estado que no deberían haber llegado nunca a ser de partido.

¿Cuáles?
El Banco de España, el Tribunal Constitucional, la CNMV, el Consejo General del Poder Judicial, los reguladores de energía y telecomunicaciones o la Comisión de la Competencia. Esos consejos que arbitran la democracia deberían haber sido independientes de los partidos. Y ni lo han sido ni son.

¿Cómo reacciona la élite ante el crac?
Esa élite extractiva no acepta su responsabilidad ni en las burbujas ni en la crisis de igual modo que los controladores aéreos no pedirán nunca perdón por sus abusos. Esos políticos hablan hoy de la crisis como si fuera un terremoto, una desgracia natural en la que no asumen ninguna responsabilidad.

Si fueran así no aceptarían reformas.
Las presentan como imposición extranjera y no como inaplazable remedio para sus desmanes. Y así van creando el caldo de cultivo para el retorno del casticismo pesetero.

¿Qué propone?
Empecemos por quitar el poder de elaborar las listas a las cúpulas de los partidos y cambiemos el sistema proporcional por uno mayoritario en el que cada político responda ante sus electores en su distrito.


Molinas explica el nuevo secesionismo no nacionalista como reacción ante la crisis financiera, ahora ya institucional, que cuestiona el Estado: desde el Banco de España hasta la monarquía, y ha dejado desfasados el pacto de la transición y la Constitución. Denuncia a una élite extractiva, que se ha apropiado del control de las listas y con él del poder de los partidos, que han invadido todos los ámbitos. Con él han hinchado la burbuja inmobiliaria; la de las cajas y las infraestructuras hasta abocarnos al rescate. Para regenerar el país, propone cambiar el sistema electoral proporcional por uno mayoritario en el que el político responda ante los electores de su distrito y no sólo ante la cúpula del partido.

8-X-12, Lluís Amiguet, lacontra/lavanguardia