prohibicionismo: historias de NarcoMéxico

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"Esta es una tierra crucificada. De sur a norte corren las armas y de norte a sur la droga y la trata de personas. A través de Veracruz, que colinda con otros siete estados, los carteles tienen acceso a una cuarta parte del país. El crimen ha rebasado al Gobierno y eso no tiene una salida rápida". El diagnóstico lo hace Arturo Mattiello, presidente del Consejo de Participación Ciudadana de la Fiscalía, recién llegado de Israel, donde ha ido a "conocer las experiencias en la lucha contra la violencia y el terrorismo".

Este abogado es de los pocos que habla claro en Veracruz, el estado mexicano donde los índices delictivos se quintuplicaron en 2011 y en el que la acción de narcotraficantes y paramilitares ha impuesto la ley del silencio.



En el último trimestre del año pasado, más de un centenar de cadáveres de presuntos sicarios del sanguinario cartel de Los Zetas fueron arrojados en las calles del puerto y del municipio de Boca del Río. Firmaba los ajusticiamientos el grupo de Los Matazetas, versión autóctona de un escuadrón de la muerte integrado por elementos castrenses, según unas fuentes, o comando asesino de un cartel rival, según otras.

El reguero de cuerpos, a menudo decapitados, fue la expresión más brutal del embate violento que tenía sumidos en el terror a los veracruzanos, víctimas desde hacía meses de extorsiones, robos y secuestros a mansalva.



En esos días negros, el motor económico del puerto y su área metropolitana, centro del turismo doméstico, se atrancó. La ocupación hotelera cayó y las calles de una ciudad que se entrega a la vida nocturna quedaban desiertas apenas oscurecía. El comercio se hundió y las arcas municipales rozaron la quiebra, mientras los ciudadanos eran rehenes de una policía infiltrada hasta el tuétano por Los Zetas.

En los barrios de Veracruz, bajo amenaza o por unos pesos, trabajaban para el narco como halcones (chivatos y vigías) desde agentes de tránsito y taxistas hasta vendedores de hotdogs.

Ante la imposibilidad de frenar la vorágine, el gobernador del estado, Javier Duarte, joven vástago del viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI, hegemónico hasta el año 2000) pidió auxilio al poder federal, que llegó en diciembre para eliminar el cuerpo de policía local y tomar el control de la ciudad con la Marina.

Justo a tiempo para salvar la campaña turística navideña y devolver cierto sosiego a los veracruzanos que, poco a poco, bailando de nuevo en las plazas, tratan de conjurar el miedo.

Los Portales, 11.45 h "Ahora se respira un clima de mayor serenidad. Veracruz y Xalapa, la capital, están blindadas, pero la tensión no baja en el resto del estado. Yo no me atrevería a ir en coche por carretera hacia el norte. Seguimos teniendo desaparecidos y secuestros", dice José Azuara, médico forense. Responsable de los peritos criminalistas de la fiscalía local hasta 1996, explica como "el miedo llegó a convertirse en una patología social".

El miedo alcanzó a los funcionarios que indagan las muertes violentas, "amenazados a menudo para que no investiguen", y al propio Azuara en forma de llamadas desconocidas. Veracruz tiene el récord del país de extorsiones telefónicas.

World Trade Center, 16.00 h "El Gobierno siempre dijo que todo estaba bien... y al final acabamos con los hoteles de cinco estrellas vacíos", recuerda Luis Alberto Martín Capistrán, presidente de la patronal veracruzana, muy cerca de la glorieta donde aparecieron 35 cadáveres a mediados de septiembre.

El líder empresarial no dispone de una valoración de las pérdidas económicas causadas por la escalada de violencia en un estado que aporta un6% al PIB nacional, pero que sufre graves problemas de liquidez y arrastra una deuda por valor de unos 1.800 millones de euros, la quinta del país. Apunta, sin embargo, que "el turismo y el consumo todavía no se han estabilizado" y confirma que "muchos empresarios dejaron Veracruz y se fueron a Texas" por temor al secuestro.
Martín Capistrán reconoce que la mejor decisión fue "entregar el estado al poder federal y confiar en la Marina y el ejército", si bien condena a "quien pretenda actuar al margen de la ley para matar al que esté fuera ley"...

Colonia Renacimiento, 01.10 h El convoy de siete vehículos atraviesa sin incidentes este barrio popular. Tal vez uno más de los que alimentan con sus jóvenes las filas de los sicarios en Veracruz, donde el 50% de la población vive en la pobreza.

Los agentes de la Marina, embozados, con uniforme de camuflaje, casco, chaleco antibalas y armados hasta los dientes, han comenzado el patrullaje algo ariscos. "No estoy autorizado", "Lo desconozco", "Esta información es reservada...". Evasivas a cualquier pregunta sobre pertrechos, ruta o caída en las matrículas de la Escuela Naval por miedo de los cadetes… Esto es la guerra… Pero a medida que el reloj avanza -serán tres horas- los más jóvenes bajan la guardia y acaban confesando: "No tiene usted una idea de cómo nos exprimen". Ellas -ocho en total-s on más reservadas, pero sus dos comandantes acceden finalmente a un breve intercambio: "El trato es que estaremos así (en labores policiales) hasta julio (cuando se celebrarán las presidenciales). Luego no sabemos qué pasará…".

22-I-12, E. Sabartés, lavanguardia