España cañí -107: poco estimulante recompensa para la honradez fiscal

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Tengo un amigo, dueño de una tiendecita de zapatillas desde hace veinte años, a quien en adelante llamaré AEHH porque es el prototipo del Autónomo Escrupulosamente Honrado con Hacienda. Este año, la Agencia Tributaria (a quien llaman AEAT) ha de devolverle 5.000 euros porque ha tenido pérdidas por un tubo: por eso AEHH necesita con urgencia la devolución. Y aunque está acostumbrado a las quejas de su amigo el fontanero por la morosidad de la AEAT en otros conceptos, él, que siempre ha pagado puntualmente sus impuestos cuando las cosas le han ido pobremente bien, es optimista. Al fin y al cabo, la única vez que le han devuelto (fue en su primera declaración, entonces como asalariado), la AEAT se portó como una señora y le ingresó puntualmente los 18 euros solicitados.

Pero hete aquí que, tras larga espera, en lugar del ansiado dinero la AEAT le envía un requerimiento, lo que ocasiona en el pobre AEHH un sinfín de molestias burocráticas y las consiguientes pérdidas de un tiempo precioso que mayormente destina a estudiar zapatillas para sus escasos clientes. Ante tamaña mala suerte, mi amigo se queda perplejo. Como no lee periódicos (sólo libros sobre ergonomía del calzado y revistas sobre zapatillas voladoras), no piensa en el déficit de tesorería del Gobierno hasta que su amigo el fontanero le dice: “Pero hombre, ¿no adivinas la maniobra? Ahora tu devolución queda paralizada hasta vete tú a saber…”. El fontanero (uno de esos Autónomos Relativamente Poco Escrupulosos con Hacienda a quienes llamaremos ARPEH) le cuenta que ha leído que la AEAT ha habilitado en su sede central una planta nueva para acoger a las interminables colas de requeridos. Mi amigo AEHH deja a un lado un manual ( Cómo calzarse las zapatillas sin dolor), y enciende la tele, donde justo un inspector de Hacienda simpatiquísimo (al que el Gobierno ha declarado persona non grata) está contando que más del 70% de la evasión fiscal es obra de multinacionales, grandes fortunas y corporaciones empresariales de gran tamaño.

 

Mi amigo AEHH se pregunta entonces por qué el Gobierno ha destinado nada menos que el 80% de la plantilla de la AEAT a combatir el presunto fraude de los pequeños fontaneros y vendedores de pantuflas en lugar de ponerla al servicio de la lucha contra el fraude internacional. “¿Pero tú eres tonto o qué?”, le dice el fontanero, que como es un ARPEH tiene asumido que al pez gordo se le ha de respetar mucho más que al pequeño, y le espeta: “Es una cuestión de prioridades, hombre”. De pronto, AEHH lo ve claro. Y se queda estupefacto. Eso le pasa a menudo. Mi amigo es uno de esos a quienes, cada vez que este Gobierno se abre la gabardina y le enseña las prioridades sin pudor, se queda petrificado como si viera a las Gorgonas. Y por eso, el pobre, nunca se moviliza.

13-XII-13, Imma Monsó, lavanguardia