España cañí -112: para mearse... ¿de risa?

> dossier España cañí <

Ayer salí a pasear por Barcelona con mi padre y mi nieta, de 81 y 6 años, respectivamente. Pasada media hora mi padre quiso orinar y cinco minutos después también mi nieta. No encontramos urinarios públicos y al preguntar por el retrete en un bar próximo, el dueño nos dijo que era de uso exclusivo para los clientes. Habíamos olvidado coger dinero y no pudieron orinar. Salimos corriendo hacia casa pero no dio tiempo y ambos llegaron mojados, aunque el sol lucía radiante.

A veinte metros de casa dos enormes canes, sin bozal, salieron, con su dueño, de su portal y nada más pisar la acera el perro levantó una pata trasera y contra la pared orinó tanto cuanto quiso; la perra encogió las dos patas traseras y en medio de la acera superó en cantidad al perro. A juzgar como luego movían la cola y como les sonreía el dueño los tres quedaron sumamente satisfechos. Mi padre y mi nieta, tristes, contemplaron la escena. Los perros, incluso, tienen sus pipicanes: uno en un sitio muy inadecuado, entre el mercado del Ninot y el hospital Clínic. Los perros, inteligentes, lo usan poco y prefieren las paredes y las aceras.

Mientras subíamos a casa en el ascensor ninguno de los tres hablamos pero la tristeza de mi padre y de mi nieta me dolió mucho. ¿Qué solución hay?

20-I-13, Miguel A. Sebastián, cartasdeloslectores/lavanguardia