España cañí -116: interesante unanimidad política desde Bildu hasta el PP

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Ha caído el tabú de la independencia de Catalunya, se ha descorrido el velo sobre la familia real y hasta algún banquero ha dado con sus huesos en la cárcel (aunque sea provisional)..., así que era cuestión de tiempo que alguien osara discutir el concierto económico vasco. Enseguida, se han desatado todas las furias (salvo excepciones: se echa en falta la opinión del señor Monago...) y todo el estamento político se ha afanado en encerrar bajo siete llaves la sola idea de insinuar si la aplicación del cupo es o no solidaria con el resto de España.

Más allá de la acusación de ignorancia histórica con la que se suele zanjar el debate a quien se atreve esbozarlo siquiera, la cuestión es que el concierto económico tal como se aplica en la actualidad sigue ejerciendo la función por la que fue reconocido en la Constitución: favorecer la continuidad del País Vasco como parte indisoluble de España. El concierto no supone soberanía tributaria alguna, dado que los impuestos son los mismos para todo el Estado, pero sí obliga a pactar la aportación a la caja común. En teoría se valoran los servicios que presta cada parte. En la práctica, se dirime la solidaridad de Euskadi con el resto.

Es conocido que en la defensa del concierto vasco existe unanimidad desde Bildu hasta el PP, pasando por los nacionalistas o el PSOE. Ha sido un socialista catalán, Pere Navarro, quien ha abierto el melón y enseguida sus correligionarios se le han echado encima. “Ha perdido la cabeza”, soltó Eduardo Madina. Curioso en un partido como el socialista, enraizado en los ideales de la fraternidad. De aquel término de connotaciones revolucionarias apenas se acuerdan algunos en el PSOE. Será que la fraternidad, la hermandad, es un concepto demasiado íntimo para estos tiempos. De ahí que la izquierda haya adoptado el más moderno de “solidaridad”. En las virulentas discusiones sobre financiación autonómica, PSOE y PP apelan a la igualdad y la solidaridad para defender sus intereses. Y sólo en el caso vasco admiten que a veces hay que tratar de forma diferente para lograr la igualdad.

El nacionalismo catalán mantiene una relación acomplejada respecto al vasco, pero dirigentes históricos como Miquel Roca han reconocido que fue un “error” no reclamar el concierto económico cuando se forjó la Constitución. Xavier Trias, cuando era conseller de Presidència, calificó de “tremendamente insolidario” ese sistema y Pujol tuvo que salir a apoyarlo, aunque admitió que el resultado de la negociación del cupo siempre les había salido demasiado “beneficioso”.

Y, sin embargo, el concierto vasco siempre ha sido un lastre para las finanzas catalanas. Para PP y PSOE, en cambio, si alguna virtud tiene el concierto es justo la que son incapaces de ver: el método. El reconocimiento de una singularidad que todos hacen propia. Independientemente de si se trata de la financiación o de la consulta, si el método pudo aplicarse con Euskadi, ¿por qué no con Catalunya?

18-VI-13, M. Dolores García, lavanguardia

pero, entonces ¿el tamaño sí que importa?