"¡Bienvenidos (?) al antropoceno!", Mariano Marzo

El ‘antropoceno’ se refiere al actual ambiente global dominado por la acción humana Por cada grado centígrado de aumento de la temperatura, el nivel del mar subirá entre 10 y 30 metros Hemos causado ya la extinción de un porcentaje significativo de especies animales y vegetales.

En el 2002, el premio Nobel de Química Paul Crutzen sugirió que los impactos medioambientales ligados al aumento de la población y al desarrollo económico permitían considerar que la humanidad había abandonado el holoceno para adentrarse en una nueva época geológica: el antropoceno. Este último término ha hecho fortuna y se ha consolidado en la literatura científica para referirse, de manera informal y metafórica, al actual ambiente global dominado por la acción humana. Pero, más allá de su utilización como un recurso comunicativo: ¿está el término antropoceno justificado en base a la aplicación de los criterios comúnmente utilizados en estratigrafía para diferenciar otras épocas del registro geológico? La respuesta parece ser afirmativa. Veamos.

El holoceno es la última de las diversas fases interglaciares del cuaternario. Su inicio está fechado en torno a los 12.000 años y está oficialmente registrado en un testigo de sondeo de hielo proveniente del North Greenland Ice Core Project. El punto exacto ( golden spike o remache de oro en la jerga estratigráfica) coincide con la aparición de un intervalo caracterizado por un aumento de los valores del deuterio (que sirven para determinar la temperatura del aire) y una brusca caída en los contenidos de polvo atmosférico. Este momento marca el inicio de ascensos generalizados de la temperatura global y del nivel del mar, fenómenos que alcanzaron sus máximos hace unos 11.000 y 8.000 años, respectivamente.

Posteriormente, hasta tiempos recientes, las temperaturas y el nivel del mar se estabilizaron, dibujando una gráfica prácticamente plana, únicamente perturbada por pequeñas oscilaciones milenarias de la temperatura global del orden de 1 grado de amplitud. Este perfil plano refleja el periodo más prolongado de estabilidad del clima y del nivel del mar experimentado por el planeta en los últimos 400.000 años. Un largo periodo de tranquilidad, clave en el desarrollo de la civilización humana.

En el año 1000 de nuestra era, la población global era de unos 300 millones, para después, en 1550 y 1790, alcanzar los 500 y 790 millones, respectivamente. Hasta finales del siglo XVIII, las evidencias registradas en los estratos holocenos indican un progresivo aumento de la influencia humana sobre el medio ambiente, aunque esta no se tradujo en un cambio global. Algo muy diferente a lo acontecido desde el comienzo de la revolución industrial hasta nuestros días. En el lapso de poco más de dos siglos, la población humana ha aumentado rápidamente desde menos de 1.000 a 7.000 millones, al mismo tiempo que la explotación de los hidrocarburos (carbón, petróleo y gas) ha permitido la expansión global de la actividad económica, provocando una serie de cambios a escala planetaria.

Sabemos, por ejemplo, que desde hace unos 200 años la actividad humana, particularmente la deforestación asociada a la agricultura y a la construcción, ha causado un brusco incremento de la erosión de los continentes, de modo que hoy en día el ritmo de producción de sedimentos excede en un orden de magnitud la tasa que podríamos considerar natural.

También sabemos que, en el 2005, la concentración de dióxido de carbono (CO ) en la atmósfera era de 379 partes por millón, superando en más de un tercio a la existente en tiempos preindustriales y en cualquier otro momento en los últimos 900.000 años, con la particularidad de que incluso los cálculos más conservadores sugieren que la concentración mencionada se habrá doblado hacia finales del presente siglo. Por lo que se refiere al metano, un gas de efecto invernadero veintitrés veces más potente que el CO2 , su concentración en la atmósfera prácticamente se ha multiplicado por dos desde la revolución industrial. Y los cambios en la concentración de ambos gases han sido considerablemente más rápidos que los relacionados con las transiciones entre periodos glaciares e interglaciares a lo largo del cuaternario.

Paralelamente al incremento de la concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero, aunque con un cierto desfase temporal, las temperaturas globales también han aumentado en el transcurso del último siglo, experimentando una marcada aceleración en las dos últimas décadas. Hoy en día existe un amplio consenso científico en identificar las emisiones antropogénicas de carbono como las causantes de tal calentamiento, al tiempo que las predicciones apuntan a que a finales del presente siglo las temperaturas globales habrán aumentado entre 1,1 y 6,4 grados, alcanzando unos valores no registrados en el planeta desde la era terciaria, que finalizó hace unos 2,6 millones de años. Estamos ante un aumento medio de la temperatura similar a los experimentados en el toarciense, hace unos 180 millones de años, en pleno periodo jurásico, o durante el máximo térmico del límite paleocenoeoceno, hace 56 millones de años. Aumentos que fueron originados por emisiones naturales de carbono a la atmósfera, tal vez ligadas a episodios de inusitada actividad volcánica y/o a la liberación a la atmósfera del metano almacenado en los hidratos de gas.

¿Cuál será el impacto de este incremento de las temperaturas sobre el nivel del mar? Existen opiniones divergentes al respecto. En el último siglo tan sólo se ha detectado un ligero aumento del nivel del mar y, hace seis años, el Panel Internacional sobre el Cambio Climático predijo una subida de entre 0,19 a 0,58 metros para finales del presente siglo. Sin embargo, observaciones más recientes sobre la dinámica de las masas de hielo y la velocidad a la que se está produciendo su fusión permiten a algunos científicos aventurar que, a largo plazo, por cada grado centígrado de aumento de la temperatura global, el nivel del mar experimentará subidas del orden de 10-30 metros.

De lo que sí estamos seguros es de que los humanos hemos causado ya la extinción de un porcentaje significativo de especies animales y vegetales, y que en la actualidad estamos acelerando la desaparición y el declive de muchas poblaciones biológicas, tanto terrestres como marinas.

Debido a las emisiones antropogénicas de carbono, las aguas oceánicas superficiales son ahora más ácidas que las del periodo anterior a la revolución industrial. Teniendo en cuenta las proyecciones sobre la concentración de C02 , las modelizaciones sobre la magnitud futura del proceso de acidificación y su difusión en la columna de agua revelan preocupantes efectos potenciales, tanto físicos como biológicos, con repercusiones sobre los hábitats bentónicos y planctónicos. Asimismo, el aumento de temperaturas previsto causará cambios que, con toda probabilidad, superarán los límites de tolerancia ambiental de muchas especies.

No es exagerado decir que la tasa de cambio biótico inducido por la actividad humana es de tal magnitud que puede desembocar en un evento de extinción masiva análogo al que nos marca el límite entre las eras secundaria y terciaria, hace 65,5 millones de años. La combinación de extinciones, migraciones globales y el reemplazamiento generalizado de la vegetación natural por los monocultivos agrícolas está dejando una señal bioestratigráfica inequívoca.

La extrema sensibilidad del clima a los gases de efecto invernadero y la magnitud del cambio biótico hacen verosímil la hipótesis de que desde la revolución industrial hemos entrado en un intervalo estratigráfico distinto al de cualquiera de los episodios interglaciares del cuaternario. De hecho, todo apunta a que las tendencias de cambio global detectadas en los dos últimos siglos podrían desembocar en una situación similar a la vivida por la Tierra durante los intervalos más cálidos del plioceno (hace de 5,3 a 3,6 millones de años) o mioceno (de 23 a 5,3 millones de años).

Desde un punto de vista geológico, parece razonable concluir que hemos entrado en una nueva fase de la evolución del planeta y que existen suficientes evidencias de cambios biológicos, sedimentarios y geoquímicos, para satisfacer los criterios exigibles para la diferenciación de una nueva época estratigráfica. ¡Bienvenidos (?) al antropoceno!

24-III-13, Mariano Marzo, catedrático de recursos energéticos de la UB, lavanguardia