"Política y teatro", Václav Havel

En marzo de 1997, siendo presidente  de la República Checa, Václav Havel - fallecido el 18 de diciembre- ofreció la siguiente valoración sobre el entrelazamiento de política y dramaturgia en su existencia.

"Hace poco leí un artículo titulado La política como teatro,una crítica de todo lo que he intentado hacer en política. El texto razonaba que en política no hay lugar para algo tan superfluo como el teatro. Desde luego, durante los primeros meses de mi presidencia, algunas de mis ideas tuvieron más vena teatral que previsión política. Sin embargo, el autor cometió un error en una cuestión fundamental: no comprendió tanto el significado del teatro como la dimensión esencial de la política.

Aristóteles dijo una vez que todo drama o tragedia exigen un principio, nudo y desenlace, con sus antecedentes y precedentes correspondientes. El mundo, vivido como un ámbito estructurado, incluye la inherente dimensión dramática de Aristóteles, y el teatro constituye una expresión de nuestro deseo de una forma concisa de captar este elemento esencial. Una obra que no supere las dos horas de duración siempre presenta, o tiene la intención de presentar, una imagen del mundo y un intento de decir algo sobre él. Una definición de la política sostiene que es la conducción, la preocupación por y la administración de los asuntos públicos. Evidentemente, la preocupación por los asuntos públicos significa preocupación por la humanidad y por el mundo, lo que requiere un reconocimiento de la autoconciencia de la humanidad en el mundo (...)

La política sin principio, nudo y desenlace; sin planteamiento y catarsis, sin guión ni carga intencional y sin el sentido trascendente que transforman un drama real, con personas reales, en un testimonio sobre el mundo es, en mi opinión, una política castrada, coja y sin mordiente.

No siempre consigo practicar lo que predico, pero trabajo a favor de una política que sabe qué reviste importancia lo primero y lo que viene después, una política que reconoce que todas las cosas poseen una secuencia y orden adecuados. Sobre todo, es una política que advierte que los ciudadanos - sin teorizar, como ahora teorizo-saben perfectamente si las acciones políticas tienen un norte, poseen una estructura y una lógica en el tiempo y el espacio, o si carecen de estas cualidades y no son más que reacciones al azar ante determinadas circunstancias (...)

El teatro es siempre símbolo y abreviatura. En el teatro, la riqueza y la complejidad del ser se comprimen en un código simplificado que intenta extraer lo más esencial de la sustancia de la existencia y el mundo para transmitirlo a su público. Tal es, de hecho, lo que las criaturas pensantes hacen todos los días. El teatro es, simplemente, una de las muchas formas de expresar la capacidad humana de inferir y aprehender el orden invisible de las cosas. También, posee una capacidad especial de alusión y transmisión de múltiples significados. La acción que se muestra en el escenario irradia siempre un mensaje más amplio, sin ser expresado necesariamente en palabras. Es un fragmento de vida organizada de un modo orientado a decir algo sobre la vida en su conjunto. El carácter colectivo de una experiencia teatral no es menos importante: el teatro siempre presupone la presencia de una comunidad - actores y público- que lo vive a la vez.

Todas estas cualidades tienen sus realidades homólogas en la política. Un amigo mío dijo en una ocasión que la política es ´la suma de todas las cosas concentrada´. Abarca derecho, economía, filosofía y psicología. Inevitablemente, la política es también teatro, el teatro como un sistema de símbolos que se dirige a nosotros como un todo, como individuos y como miembros de una comunidad, de que da testimonio a través del caso específico en el que se encarna, para considerar los grandes acontecimientos de la vida y del mundo y para potenciar nuestra imaginación y sensibilidad. No puedo imaginar una política cumplida y lograda sin una conciencia de estas cosas.

Los símbolos que emplea la política son teatrales por naturaleza. Himnos, banderas, condecoraciones o fiestas nacionales no significan, si se quiere, gran cosa en sí mismos, pero revisten importancia porque los significados que evocan son instrumentos de autocomprensión de una sociedad, instrumentos de creación de conciencia de la identidad y continuidad social. La política también está cargada de símbolos en otros aspectos, menos visibles.

Las acciones políticas con carga simbólica se asemejan al teatro. Implican, también, alusión, multiplicidad de significados e intención. Describen también una realidad en versión abreviada o reducida, estableciendo lazos fundamentales sin llegar a ser explícitas. Y poseen también un marco ritual de aceptación universal que resiste el paso del tiempo.

Incluso los escépticos no pueden negar un rasgo de teatralidad en la política: la dependencia de la política de los medios de comunicación. Numerosos políticos se hallarían indefensos sin preparadores que les enseñaran enseñarles las técnicas de actuación ante una cámara. Todos los políticos, incluidos los que desprecian el teatro como algo superfluo, como algo que no tiene cabida en la política, se transforman sin querer en actores, dramaturgos, directores o artistas.

El importante papel que desempeña una sensibilidad teatral en la política es de doble filo. Sus poseedores pueden despertar a la sociedad a la gesta de grandes empresas y al fomento de la cultura democrática, el coraje cívico yel sentido de la responsabilidad. Las mismas personas pueden también despertar los peores instintos y pasiones, fanatizar a las masas y llevar a las sociedades al infierno. Recuérdense los mastodónticos congresos nazis, las procesiones de antorchas, los discursos incendiarios de Hitler y Goebbels y el culto a la mitología alemana (...)

En consecuencia, ¿dónde está el límite entre el respeto legítimo de la identidad y los símbolos nacionales y la música diabólica de flautistas de Hamelin, magos tenebrosos e hipnotizadores de toda laya? ¿Dónde acaba los discursos apasionados y comienza la demagogia? ¿Cómo podemos distinguir el punto más allá del cual la expresión de la necesidad de una experiencia colectiva y de rituales de integración se convierte en una funesta manipulación y en un ataque a la libertad humana?

En este punto apreciamos la gran diferencia existente entre el teatro como arte y la dimensión teatral de la política. Un espectáculo teatral disparatado a cargo de un grupo de fanáticos es parte del pluralismo cultural, y, como tal, ayuda a ampliar el reinado de la libertad sin amenazar a nadie. Una actuación disparatada por parte de un político fanático puede sumir a millones de personas en un desastre sin límites.

Por tanto, el drama de la política exige no un público, sino un mundo de actores. En un teatro, nuestras conciencias se estremecen, pero la responsabilidad acaba cuando cae el telón. El teatro de la política plantea a todos exigencias permanentes - en tanto que dramaturgos, actores y público-a nuestro sentido común, moderación, responsabilidad, grado de discernimiento y conciencia".

29-XII-11, Václav Havel (1936-2011), últimopresidente de Checoslovaquia (1989-1993) y presidente de la RepúblicaCheca (1993-2003). Autor de 21 obras teatrales, Traducción: JoséMaría Puig de la Bellacasa, lavanguardia