"Vacaciones, el opio del pueblo", Manuel Castells

Las vacaciones son el opio del pueblo. Decir esto no es denigrar ese remanso de tiempo que todos ansiamos. Porque el opio puede ser de lo más rico e incluso necesario en ciertas condiciones... Por eso las vacaciones pagadas fueron una de las grandes conquistas de los trabajadores. El problema es cuando ese dosis de opio, que regularmente necesitamos para adormecernos un rato y luego poder seguir, es una dosis adulterada.

Cuando el descanso se convierte en tensión en atascos interminables bajo la canícula veraniega; en aeropuertos atestados y aviones que salen cuando quieren y conectan según les va; en turoperadores que no cumplen a menos que se abonen jugosos suplementos cuando ya no hay capacidad de negociación; en urbanizaciones inhumanas surgidas de la especulación y la corrupción municipal; en bares de alcohol adulterado y en discotecas expendedoras de droga imprevisible; en la dura lucha por un lugar al sol, por un trozo de arena limpia o por una senda por donde andar sin que te empujen al barranco. Porque seguimos alternando la no utilización de una enorme capacidad residencial y de transporte durante nueve meses con una saturación, a precios de escasez de oferta, durante los dos o tres meses en que todos tomamos las vacaciones al mismo tiempo por imperativo empresarial.

La cosa es aun peor para la mitad del cielo, también llamadas mujeres, las cuales tienen que seguir cargando con todas las tareas domésticas pero fuera de su organización en el hogar. Y además sin el respiro que representa el trabajo profesional para no tener siempre encima al marido y a los niños, cada uno con su tema. Claro que también hay momentos simpáticos pero a veces faltan las fuerzas para tener las ganas después de asegurarse que las vacaciones sean felices, porque si no, ¡vaya fracaso!

Pero no todo son vacaciones familiares. También hay vacaciones de pareja, jóvenes y menos jóvenes, en que el tiempo de, al fin, estar juntos sin traba, promete una vuelta a la ternura arrinconada por el ritmo del trabajo o incluso al sexo arrumbado por el cansancio de fin de día y las múltiples interferencias. Algunos lo consiguen. Pero las estadísticas dicen que las vacaciones son precisamente los periodos en que se producen más crisis personales y separaciones matrimoniales. Y es que cuando se está todo el tiempo juntos salen a relucir las distancias, las incompatibilidades, las irritaciones y, sobre todo, el aburrimiento.

20-VII-13, Manuel Castells, lavanguardia