niños asesinados: consumo de público espectador en la sociedad del espectáculo cutre, roñoso y cañí

chiste eutanasiaLa expresión debe ser igual de surrealista como lo era lo de la guerra preventiva, pero estoy empezando a sentir repugnancia preventiva. No creo equivocarme si digo que el desgraciado suceso de la muerte violenta de esta niña gallega va a convertirse en el show mediático del año, y probablemente de los años siguientes. Lo tiene todo para alimentar la morbosidad más primitiva de los ciudadanos: herencia, adopción, violencia, padres, abuelos, y en medio de todo, el asesinato de una niñita que vino de la otra parte del mundo para tener una segunda oportunidad y acabó brutalmente asesinada.

Es decir, va a ser la nueva Marta del Castillo o el nuevo caso Bretón que va a nutrir tertulias de toda índole con su ejército de expertos en pelos, sus psicólogos analizando el perfil de los presuntos asesinos, sus amigos de los policías con información privilegiada y etcétera. Aunque sólo sirva para dejarlo escrito –y sin ninguna intención de hacer méritos– personalmente ya me he negado a dos debates sobre el tema, y eso que justo empieza el espectáculo. Por ello siento esa especie de asco a la previa, porque me temo la cantidad de suciedad mediática que nos va a caer encima con la excusa de la muerte de esta niña. Sólo con que sea parecido al caso Bretón, podemos augurar que va a ser absolutamente macabro y absolutamente repugnante.

¿Por qué?, me pregunto siempre que intento reflexionar sobre esta cuestión. ¿Por qué motivo tiene tanta audiencia el desmenuzamiento morboso de un caso de esta naturaleza, arrastrando los detalles del asesinato de una niña por centenares de mesas públicas, donde se perpetran juicios paralelos, al mismo tiempo que se vende como información lo que es puro negocio de la muerte? Perdonen la contundencia, pero no me veo capaz de encontrar ninguna argumentación que justifique esta basura, aún sabiendo que son muy pocos los medios que no caen en la tentación. Porque sea como sea, el espectáculo de la muerte arrastra a millones de personas ante el televisor, y su fuerza magnética dispara las audiencias.

Ergo, el problema lo tenemos nosotros, excelsos ciudadanos de bien que disfrutamos con tal siniestro circo. Josep Cuní dijo en su momento que, a pesar de que el tratamiento periodístico de las niñas de Alcàsser motivó un gran escándalo, e incluso se llevó la carrera de algún periodista, lo cierto es que dicho tratamiento llegó para quedarse. Después de aquel momento, todos los casos de niños asesinados han vuelto a ser un Alcàsser, con la diferencia de que ahora no mueve a escándalo. De alguna manera nos hemos vacunado ante el lógico pudor que deberíamos sentir por este macabro exhibicionismo. Como si hubiéramos dormido la conciencia. Así que preparémonos para el espectáculo, detalles, imágenes, especulaciones, juicios, el puro asco, y después recordemos que existe la comida basura porque la consumimos masivamente.

29-IX-13, Pilar Rahola, lavanguardia

Con el crimen de la niña Asunta, a la tele le ha tocado la lotería. Este crimen ha empezado a llenar las largas mañanas de Telecinco (Ana Rosa Quintana) y Antena 3 (Susanna Griso) con gran éxito de público. Los juglares y los ciegos cantaban crímenes como éste en las plazas de los pueblos y la gente se les arremolinaba. Ahora lo cuentan los periodistas de sucesos. Ambos canales privados han desplazado a Santiago de Compostela a sus equipos y han convocado a sus especialistas en crónica negra en las mesas de los platós. Y ven subir sus cuotas de pantalla. La muerte es a la televisión lo que la pelota al fútbol: se trata de tocarla bien, moverla con garbo y jamás perderla de vista. Por eso a un crimen le sucede otro. La niña Asunta toma el relevo a los niños de José Bretón. Los niños muertos son gol en campo contrario, puntúan más. Vienen meses de capítulos y capítulos sobre la niña Asunta, iremos sabiendo cómo, cuándo y dónde murió, y por qué, y cómo, cuándo y dónde fue adoptada, y qué dicen los chinos, y qué se sabe de sus padres biológicos, y cómo son las amigas y amigos de la niña y sus profesores, y lo sabremos todo de la madre, nuestra Medea contemporánea, si fue adoptada o no por sus padres, y qué patrimonio tenían, y qué decía el testamento, y si la abuela era fría o consentidora con la madre y si el padre era exigente o distante y si eso la convirtió en abogada psicópata, y cómo fue la juventud de la madre y su relación con sus amigas y con su pareja, el exmarido periodista (y sabremos qué artículos ha escrito y cuáles son sus verbos favoritos), y porqué decidieron adoptar a la pobre niña Asunta, y lo sabremos todo de lo que la niña escribía en su blog, y debatiremos sobre cómo murió la abuela y al cabo de un año el abuelo, ¡con lo sanotes que estaban los dos!, y por qué a nadie se le ocurrió hacerles la autopsia antes de incinerar sus cadáveres, y si puede saberse por las cenizas de las urnas –¿o han sido aventadas?– si hubo sedantes o venenos en sus cuerpos, por no hablar de todo lo que nos desvelará el cuerpecito de la pobre niña Asunta...

29-IX-13, Víctor-M. Amela, lavanguardia

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