"Demasiado para tan poco", Jordi Galves

Portugal es esa alternativa, esa otra posibilidad peninsular. Para nosotros se parece a España y al mismo tiempo es como Inglaterra: está en un lugar pero nos recuerda a otro lugar, antes de comprender que, ante todo, es ella misma. Es como cuando nos dicen que nuestro catalán es como una extraña mezcla de castellano, francés e italiano y nosotros sabemos que eso no es así en absoluto… aunque, para hacernos comprender y conocer mejor y puestos a hacer concesiones, la verdad es que el catalán se parece mucho a esas lenguas hermanas. Es una cuestión que depende de nuestros puntos de referencia. Portugal es esa nación que miramos con interés práctico y creciente. Ahí fuimos a buscar un rey durante la guerra civil de nuestra Edad Media, a don Pedro el Condestable - al que Joanot Martorell dedicó el Tirant lo Blanc-, y ahí se fue Eugeni d´Ors a repensar la misión imperial de Catalunya con tanta arrogancia como si fuera el imperio de Gengis Khan.

El acercamiento a la realidad catalana y española de Pessoa es curiosamente coincidente con el que tuvo D´Ors y el que tienen quienes se acercan a la complejidad de la política y a las inercias de los ámbitos del poder. España es para un catalán o para un portugués -aunque sea el mismo Pessoa, uno de los mayores escritores contemporáneos- esa estructura política que conlleva la ruina de la propia nación y, al mismo tiempo, una dimensión inevitable, una potencialidad internacional innegable. Lo de D´Ors -y lo de Prat de la Riba, que es y no es lo mismo- sabemos lo mal que acabó. Y sabemos que aun incluso Homero siendo Homero se duerme, se distrae, se equivoca y nos lleva por muy mal camino. ¿Cómo si no debemos entender que Pessoa diga que Catalunya por tener una lengua es una auténtica nación y no "pseudonacions com ara Bèlgica o Suïssa (…), ni cap nació artificial, com ara els Estats Units d´Amèrica (…) i no és una nació morta, com ara Irlanda…"? Qué más quisiéramos ser alguna de ellas, incluso la despreciada Irlanda.

Las ideas políticas de Pessoa son a menudo ocurrencias, bonitas sobre el papel, muy literarias, encantadoras en lo ficcional pero muy peligrosas en la vida diaria. Aquí volveremos a encontrar la obsesión por la astrología, el maximalismo culturalista, el atracón de la gloriosa historia del Portugal de los descubrimientos náuticos y las lindezas de las sociedades secretas y gnósticas que, como Tertuliano, sostienen que las cosas que están veladas se destruirían si fueran descubiertas. Mejor quedarse con el Pessoa talentoso de la esgrima verbal, el que sigue vigente incluso hoy, como cuando responde a Unamuno que defendía escribir en castellano al ser un mercado y un ámbito mucho mayor que el catalán o vasco. "És realment", dice Pessoa, "un argument per a escriure en anglès, ja que aquesta és la llengua més difosa del món. (…) Per què haig d´escriure en castellà? Perquè Unamuno em pugui entendre? És realment massa per tan poc".

2-I-08, Jordi Galves, culturas/lavanguardia