alerta: Al-Qaeda está conquistando un Estado Islámico entre Siria e Iraq

El autodenominado Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS, en sus siglas en inglés) no sólo avanza posiciones en Siria: esta milicia vinculada a Al Qaeda mantiene desde el lunes un duro pulso con el ejército iraquí por el control de dos ciudades clave de Al Anbar, la provincia bastión de los suníes.

Según las fuerzas de seguridad iraquíes, el ISIS tomó el jueves control de la mitad del casco urbano de Faluya y de numerosos barrios de Ramadi. Las dos ciudades fueron bastiones de la insurrección suní contra las fuerzas estadounidenses tras la invasión del 2003. Y ahora lideran la contestación contra el Gobierno del chií Nuri al Maliki, al que acusan de marginar a los suníes.

   En Faluya, enmascarados del ISIS participaron en las plegarias de ayer viernes en la calle principal, pidiendo a la población que los apoye contra el Gobierno chií de Bagdad. Pero la animadversión de los suníes hacia el poder central chií no los lleva a respaldar automáticamente a Al Qaeda y su violencia: hay facciones suníes que apoyan al ejército, que está empleando la Fuerza Aérea para echar al ISIS de Ramadi y Faluya...

En el oeste de Iraq, el reto del ISIS es extenderse de las zonas desérticas y rurales que controla a las zonas urbanas y enlazar con el país vecino para dar sentido a su nombre: Estado Islámico de Iraq y Siria.

"Si Al Qaeda logra hacerse con el oeste de Iraq controlaría un territorio árabe considerable, con seguridad y espacio suficiente para lanzar operaciones donde quisiera", asegura Ryan Crocker, exembajador estadounidense en Iraq. "Y eso es exactamente lo que tenía en Afganistán antes del 11-S", advierte.

4-I-14, agcs, lavanguardia

La violencia que se resiste a abandonar Irak alcanzó ayer un pico de ferocidad que dejó más de 100 muertos en combates entre las fuerzas de seguridad iraquíes -en alianza con milicias tribales- y activistas de Al-Qaeda, enfrentados por el control de la provincia de Anbar, en el oeste del país, en una prueba de fuerza decisiva para la estabilidad del gobierno de Nouri al-Maliki.

Vestidos de negro y ondeando banderas negras de Al-Qaeda, cientos de insurgentes islamistas con ametralladoras y en camionetas con armas antiaéreas lucharon sin tregua en las calles de Ramadi y Fallujah contra una coalición de policías, militares y miembros de tribus sunnitas, que unieron fuerzas para enfrentar a los integristas armados, un enemigo común que se había hecho con el control de barrios enteros de esas ciudades cercanas a Bagdad.

Los combates dejaron por lo menos 75 insurgentes y 32 civiles muertos, entre ellos mujeres y chicos. La televisión estatal indicó, además, que las fuerzas especiales antiterroristas "mataron a dos infiltrados y quemaron cuatro vehículos que transportaban a los terroristas".

Los combatientes del Estado Islámico de Irak y Siria, vinculado con Al-Qaeda, se habían apoderado de vastas zonas de Ramadi y Fallujah en cuestión de horas, el miércoles pasado, sacando partido de la tensión, la confusión y el descontento que reinaba en la zona de mayoría sunnita desde el lunes, cuando las fuerzas de seguridad desalojaron un campamento de protesta contra el gobierno en Ramadi. El objetivo de los manifestantes sunnitas, que acampaban desde hacía un año, era denunciar el acaparamiento del poder y la marginación a manos del gobierno chiita del primer ministro Al-Maliki.

La provincia de Anbar es, de hecho, el epicentro de varias protestas similares contra Al-Maliki. Fallujah y Ramadi fueron, además, bastiones de la insurrección que siguió a la invasión estadounidense que derrocó a Saddam Hussein, en 2003.

Pero los manifestantes y las tribus que respaldaban las protestas en Anbar no vieron con buenos ojos, ni mucho menos recibieron de buena gana, la intromisión sin aviso de los combatientes de Al-Qaeda, sunnitas como ellos, pero con una inclinación violenta y con intereses muy distintos: la formación de un Estado islámico en esa región fronteriza con la convulsionada Siria.

Anteanoche dejaron de lado sus diferencias con el gobierno y acordaron colaborar para sacar a los integristas de las dos ciudades, donde Al-Qaeda ya había tomado jefaturas de policía y sedes administrativas.

Parecía un paso más para el Estado Islámico de Irak y Siria, que en los últimos meses reforzó su dominio en Anbar, una provincia junto a la frontera siria que representa alrededor del 30% del territorio del país. Fallujah y Ramadi son bastiones clave en su intento de dominio territorial, pero la resistencia de la población local, en alianza con el ejército, probó ser más aguerrida de lo esperado.

En su momento, las fuerzas estadounidenses y milicias tribales aliadas pelearon durante años para retomar el control de Anbar, sufriendo allí casi un tercio de todos los muertos militares en la invasión a Irak. Ahora, dos años después de la retirada de las tropas estadounidenses, el poder de Al-Qaeda está otra vez en aumento.

El cuadro de situación era delicado ayer al amanecer, cuando los insurgentes ganaron terreno en el centro de Ramadi. "De ningún modo vamos a permitir a Al-Qaeda establecerse en Anbar", dijo un líder tribal, que pidió no ser identificado. "La batalla es dura y no es fácil, porque están escondiéndose en áreas residenciales."

Los aliados lograron "limpiar cerca del 80% de las ciudades de Anbar y continúan persiguiendo a los miembros de Al-Qaeda", dijo el jeque Ahmed Abu Risha, un alto dirigente de la milicia Sahwa. Sin embargo, el jefe de la policía de Anbar, el general Hadi Razij, señaló que la policía recuperó el control total de la ciudad y que se estaba preparando para lanzar una operación en toda la provincia.

"Nos coordinamos con los miembros de los clanes y los combatientes Sahwa para una batalla decisiva contra los grupos armados", dijo. Ya el mes pasado, el ejército iraquí lanzó una operación en Anbar después de que 16 soldados murieran en un ataque de extremistas de Al-Qaeda.

En Fallujah, donde los combates se hicieron intermitentes, un coronel de policía precisó que un cuarto de la ciudad seguía ayer bajo control integrista, mientras las fuerzas de seguridad y las tribus controlaban el resto y sus alrededores.

El aumento de los enfrentamientos y la vigencia de Al-Qaeda desató los temores de un regreso de la violencia sectaria que puso a Irak al borde de la guerra civil en 2006-2007, en un contexto donde continúan las protestas pacíficas contra Al-Maliki en varias ciudades del país.

Según la Misión de Asistencia de la ONU en Irak, que hace un recuento mensual de las víctimas por la violencia, 2013 cerró con 7818 civiles muertos, el peor balance de los últimos cinco años.

Agencias AFP, EFE, DPA y Reuters, 4-I-14, lanacion.com.ar