"Locas por abortar", Clara Sanchis

Suponemos que los creadores del anteproyecto llamado ley de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada -nada menos- se han parado a pensar en sus consecuencias reales. ¿Qué pasará si se llega a aprobar? ¿Hay alguna razón para creer que se reducirá el número de abortos, considerando los datos de experiencias anteriores y la nula incidencia del proyecto en las causas que provocan embarazos no deseados? ¿Podemos imaginar sólo a una pequeña parte de las mujeres que hoy interrumpen su embarazo siguiendo adelante con una maternidad no deseada -visión espeluznante-, forzadas por motivos ideológicos y religiosos de otras personas? No. Sabemos que la mujer que ha decidido abortar lo hará. Como siempre. ¿Y dónde estará entonces la diferencia? En el dinero. Como antes. Sus señorías sabrán que las mujeres que puedan pagarse el viaje a Londres abortarán en buenas condiciones. Mientras que las mujeres sin dinero tendrán que enfrentarse a un suplicio que sólo aumentará su sufrimiento. Eso es todo lo que el Gobierno conseguirá con esta vieja nueva ley. La guinda, quizás, de su política de desigualdad.

Aclarada esta separación por clases, salvada la voluntad de las mujeres con dinero, es de suponer que habrán pensado lo que ocurrirá con las demás. Por un lado, tenemos a las que interrumpirán su gestación de forma clandestina e insegura. Por el otro, a las que no hayan sido violadas ni tengan un problema del feto incompatible con su vida -que son la mayoría- y quieran abortar legalmente. ¿Y qué harán? Tratar de demostrar un "grave peligro para su salud física o psíquica". ¿Cómo? Haciéndose pasar por locas. Como antes. Participando de un juego grotesco y denigrante que sus señorías nos imponen por ley. Sólo que ahora tendrán que convencer a dos expertos de su fragilidad mental. En vez de actuar según el dictado de su razón.

Capacidad que se nos niega en este intento escalofriante de devolvernos a un pasado tenebroso. Ese lugar -por el que hemos viajado a lo largo de los siglos- donde las mujeres, seres incompletos, no somos dueñas de nuestros actos. De nuestras creencias, de nuestro pensamiento. Donde tampoco nuestro cuerpo es exactamente nuestro. El retorno a la pesadilla de esa minoría de edad perpetua de la que apenas empezábamos a escapar. Una privación de libertad, en el sentido más hondo de la palabra, insoportable. Pero llueve sobre mojado. Sabemos de qué nos están hablando. Un cuarto oscuro al que no queremos volver ni locas. No lo haremos. Aunque tengamos que bailar un tango, embarazadas, encima de la mesa de algún experto por determinar.

3-I-14, Clara Sanchis, lavanguardia