whistleblowing, la garantía de la democracia está en la acción libre y responsable de cada ciudadano

La noche del 8 de marzo de 1971 quedó registrada en la historia por algo más que un combate de boxeo. En el Madison Square Garden de Nueva York se enfrentaron dos pesos pesado invictos, mientras que en un lugar llamado Media, cerca de Filadelfia, ocho ciudadanos, gente corriente, se atrevían a asaltar una oficina del FBI en busca tan sólo de "secretos".

Mohamed Ali no perdió en el cuadrilátero el título de campeón mundial ganado en 1964. Lo destronaron en 1967 por su negativa a servir en el ejército. Su oposición a la guerra de Vietnam le convirtió en el héroe de la calle, en el icono del pacifismo.

En la otra esquina, Joe Frazier. Coronado en febrero de 1970, recibió el honor de ser la imagen del gobierno republicano, el púgil de los conservadores. Como sabía que se le vería como un usurpador hasta que derrotara a Ali, Frazier intercedió por él ante el presidente Nixon.

"Las fuertes fuerzas culturales y políticas, que engendraron posturas a favor y en contra de Vietnam, impulsaron el robo y el combate", escribe Betty Medsger.

"Sin la guerra, ellos no habrían forzado la entrada en la oficina del FBI. Sin la guerra, Ali y Frazier no habrían peleado en 1971 bajo esas excepcionales circunstancias". Medsger, veterana reportera deja esta reflexión en The burglary (el robo), recién publicado. En su libro desvela quiénes y cómo gestaron la temeridad de asaltar una dependencia gubernamental para hacerse con documentos fuera del alcance de los jueces e incluso del Congreso.

Los autores fueron cinco hombre y tres mujeres, de entre 20 y 44 años. Había dos profesores, un empleado de un centro de día, un graduado sanitario, un asistente social y dos que habían dejado los estudios universitarios para dedicarse plenamente a la lucha contra el conflicto bélico. Falta una, que no ha sido hallada. Le da un nombre ficticio, al igual que otros dos, que aceptaron participar pero sin dar su verdadera identidad. Los otros cinco no pusieron impedimento alguno. El delito ya prescribió.

Su acción descubrió por primera vez, con pruebas fehacientes, que las agencias de inteligencia se dedicaban a espiar a sus compatriotas. J.Edgar Hoover, el todopoderoso jefe, forjó una máquina extraordinariamente engrasada para perseguir y observar a sus paisanos, incapaz, sin embargo, de descubrir a los autores de tamaña humillación para su ego.

"La capacidad de Medsger y su determinación la han habilitado para hacer lo que Hoover no pudo: resolver un crimen y responder a la historia", señala el The Wall Street Journal.

Venía de lejos. A ella, entonces redactora en The Washington Post, le enviaron por correo la primera entrega de documentos. Su artículo apareció el 24 de marzo de 1971. "Documentos robados describen las actividades de vigilancia del FBI", tituló. En esa información se da cuenta de uno de los archivos clave. Consiste en una orden de interrogar al máximo de disidentes para "intensificar la paranoia" en sus círculos (el campus, la comunidad negra...), así como alcanzar el punto "de que hay un agente del FBI detrás de cada buzón". Asombrados, a muchos estadounidenses se les derrumbó el mito Hoover.

Los de Media -a 183 kilómetros de la Gran Manzana- son los predecesores de Edward Snowden, que llegó al mundo una docena de años después.

Los ecos de estos activistas de la era predigital -anónimos hasta el presente- resuenan discretamente frente a los bombazos del famoso Snowden. El exanalista de la CIA, refugiado en Rusia. empezó en junio del 2013 a hacer filtraciones sobre la vigilancia masiva de las comunicaciones -dentro y fuera del país- de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés).

Medsger matiza en una entrevista telefónica las similitudes -centradas en la iniciativa de "personas concienciadas"- entre estas dos situaciones.

"Los ladrones estaban afuera, eran unos outsiders (intrusos) y no sabían que es lo que ocurría en el interior. Al contrario de Snowden, que trabajaba dentro, sabía lo que sucedía, tenía acceso a la información clasificada y pensó que debía llegar al conocimiento de los ciudadanos".

El papel de líder e ideólogo de aquel grupo, bautizado como Citizen's Commissión to Investigate the FBI, se llama William Davidon, un profesor de física por aquella época y militante en favor de la disidencia. "Davidon no tenía ni idea -insiste Medsger- de que en esa oficina hubiera evidencias, pero creyó que merecía la penar correr el riesgo a causa de la guerra sucia abierta contra los que protestaban".

Inspirado por los movimientos católicos, Davidon se dirigió a nueve conocidos de la causa. Aunque la idea le creaba repulsa, no vio otro camino. Les planteó la cuestión: "¿Qué te parece robar una oficina del FBI?".

Sólo se negó un profesor de Filosofía. Los otros aceptaron. Hubo uno que se retiró pocos días antes del asalto. Los primeros que escucharon a Davidon fueron los Baines, John (profesor de Religión) y Bonie (directora de un centro de atención). Dejaron listo quién cuidaría de los tres hijos (de siete a un año). Sabían que se jugaban pasarse una larga temporada en la cárcel.

9-II-14, F. Peirón, lavanguardia

Betty Medsger se fogueó como periodista en Filadelfia. Esto le permitió conocer a disidentes de Pensilvania, antes de trasladarse a la capital federal y fichar por The Washington Post. Fue la que recibió la primera entrega de los documentos robados en Media y que destaparon el caso.

¿Le temblaron los documentos al ver lo que decían?

Fue un shock. Me planteé si los documentos eran falsificados, pero luego vi que se citaban a personas que yo conocía. Todo lo que no debía hacer el FBI estaba escrito ahí.

¿Reacción de sus jefes?

Les comenté que tenía una historia bastante importante. El cronista de Justicia, que trataba con el FBI, confirmó la veracidad de los archivos. Los jefes entendieron la relevancia pero la decisión de publicarlos costó mucho. Era la primera vez que un periodista recibía documentos secretos del gobierno, enviados por alguien de afuera que los había robado. Esto motivó que la editora, Katherine Graham, se opusiera al principio.

Hoy esta historia estaba en el olvido, hasta su libro...

Tuvo un gran impacto entonces, por primera vez la gente fue crítica con el FBI. J. Edgar Hoover llevaba casi medio siglo de director y era un ídolo americano. Esto resultó una sorpresa, por primera vez los estadounidenses se empezaron a preguntar sobre el FBI.

¿Y las consecuencias?

Se reclamó investigar, pero no se concretó hasta 1975. Se produjo el primer debate abierto sobre el papel de las agencias de inteligencia. En la Cámara de Representantes se adoptaron algunas recomendaciones y por primera vez se fijo un control del Congreso de las agencias de inteligencia.

Los papeles del Pentágono eclipsaron lo de Media...

Hay varios factores. La identidad de los ladrones no se conoció y sus personalidades no provocaron distracción sobre la sustancia de lo que habían desvelado. Con los papeles del Pentágono se focalizó mucho en el filtrador, en Daniel Ellsberg, su arresto, el robo en su consulta psiquiátrica,...

Tras dar la noticia, ¿no tuvo curiosidad de saber quién hizo el robo?

Como reportera no me interesó saber quién lo hizo. Lo importante para mi, una vez comprobada la veracidad de los documentos, era lo que desvelaban.

Lo supo años después, porque los Raines, un matrimonio que participó y que conocía de su tiempo en Filadelfia, la invitaron a comer y de pronto se lo confesaron...

Me quedé estupefacta. Al saber su identidad quise dar a conocer su peripecia, más que por explicar quienes eran, quería señalar la importancia de lo que hicieron y también porque pienso que su iniciativa se ha perdido en la historia.

9-II-14, F. Peirón, lavanguardia