"Radicales: ¿cambio o continuidad? ", Federico Punzi

Nuestro director, Massimo Bordin, ha intervenido sábado pasado en el "radikaldebate" habido en prensa en las columnas de Il Foglio, poniendo el acento sobre la "torsión que inquieta" a los presuntos radicales "auténticos". Torsión que habría provocado una crisis de rechazo en cuánto, aficionados al juego político radical de la última década, no habrían digerido el encuentro con los socialistas del SDI y el ser los "japoneses" de Prodi.

El elector tipo radical es de veras así berlusconiano? Las razonas expuestas por Della Vedova y Christian Rocca para explicar la parcial erosión del electorado radical de los últimos 10-15 años aparecen fundadas.

Si el núcleo duro que sigue la iniciativa político radical incluso en los momentos de mayores estrecheces de recursos económicos y mediáticos parece cuantificable en un 2 por ciento, no hace falta pero olvidar que el radical, siendo comúnmente de opinión, es un voto sumamente volátil y no identitario. Entre las principales preocupaciones de Pannella & Cía. no está la de mantener en el curso de los años la misma tipología de electorado. El repuesto, parcial o total, es vivido más como riqueza que como problema. Ciertamente, a condición que el balance entradas/salidas sea positivo.

Bordin hace bien en recordar que "la "década" radical no se caracteriza por una elección de campo de la parte de Berlusconi, n.d.r.>, que no ha sido tal, sino por una serie de posiciones políticas". Sin embargo, parece contradecirse cuándo tiende a hacer notar que hoy la conversión de línea es "innegable". Pero si la iniciativa radical de la década pasada no puede ser reducida a una "elección de campo", en qué términos podemos hablar hoy de "conversión de línea"?. No ciertamente en los términos de una elección de campo de signo opuesto a la, sólo supuesta, berlusconiana.

Lo que a muchos parece en realidad una elección de campo prodiana no lo es. Es posible que Pannella haya olvidado, o inestimado, el haz de poderes corporativos y conservatorios que el centroizquierda recoge alrededor de si? No. En efecto, también en estos días, sigue denunciando la "gestión introvertida de las oligarquías de derecha, de izquierda, de centro, que representan de modo claro la metástasis general del tumor antidemocrático contra el estado de derecho y la democracia italiana."

Valorar la política radical, o por lo menos la pannelliana, en la óptica de elecciones de campo que pueden satisfacer o menos nuestros impulsos más viscerales, nuestras simpatías y antipatías por Prodi o Berlusconi, es desviante. Si se comparte el análisis de fondo de Pannella -Italia que no "es una democracia y no es un estado de derecho"; la partidocracia convertida ya en oligarquía- entonces no debería costar ver en la Rosa en el Puño la nueva casa de la alternativa estratégica laica y liberal, y en el emparentamiento con La Unione el campo de batalla dónde es hoy practicable -entre las mil dificultades que el líder radical es el primero en no quiere arrinconar- la lucha por la Reforma (con la erre mayúscula) de la izquierda, y por lo tanto del país.

El problema si acaso es que este análisis de fondo, de la ausencia de democracia y estado de derecho, no ha convencido nunca plenamente a Della Vedova, ni a muchos dentro del área radical. Y también a quién está convencido racionalmente de él le fatiga tener en mente el contexto "trucado" en el que se juega el partido y encuadrar la acción radical.

En un comité de Radicales italianos del enero de 2005, encaminando la iniciativa de la "hospitalidad", Pannella la definió un "acto necesario para la conquista de segmentos de legalidad en la vida y en la actividad de las instituciones, y, junto, por la recuperación en las instituciones de la presencia y la aportación radical". No por una "elección de campo" los radicales todavía intentaron la vía del acuerdo con el centroderecha, sino contestando a un real "estado de necesidad". Años de luchas nonviolentas y del referéndum para impedir que el Estado italiano asumiera el carácter de ilegalidad permanente que hoy lo caracteriza han producido resultados impensables, pero hoy, cree Pannella, no tendría sentido seguir "resistiendo" a fin de que este estado de ilegalidad no se incardine. Ello ya es un hecho consumado.

En un "régimen" constantemente fuera-ley, en una realidad oligárquica articulada en dos polos antropológicamente "unidos", es sólo desde el interior de uno de ellos que se puede esperar de asegurar en las instituciones la aportación de los radicales y de tener abierto una frente de lucha laica y liberal. Fuera del privilegio partitocrático no hay lucha política sino mero testimonio. Hace falta entonces, explicó Pannella, "pagar el precio necesario, aunque noble", tratar "de hacerse aceptar por este sistema de modo que retomemos fuerza", sin subvalorar el riesgo dramático que el sistema pueda neutralizarnos. ¿Torsión o continuidad, hoy, con respecto del análisis de entonces?

En aquel comité fueron palpables la euforia de los "dellavedoviani" y el desaliento del alma movimentista del área radical. El propio Pannella fue consciente que su análisis de la ausencia de democracia y estado de derecho en Italia no perteneciera a la vivencia y el pensamiento de muchos que desearon el acuerdo con el uno o el otro polo. De parte de ésos tomar por buena aquella premisa convino para tomar de ello sus consecuencias prácticas>, que no ha sido tal, sino por una serie de posiciones políticas". Sin embargo, parece contradecirse cuándo tiende a hacer notar que hoy la conversión de línea es "innegable". Pero si la iniciativa radical de la década pasada no puede ser reducida a una "elección de campo", en qué términos podemos hablar hoy de "conversión de línea"?. No ciertamente en los términos de una elección de campo de signo opuesto a la, sólo supuesta, berlusconiana.

Lo que a muchos parece en realidad una elección de campo prodiana no lo es. Es posible que Pannella haya olvidado, o inestimado, el haz de poderes corporativos y conservatorios que el centroizquierda recoge alrededor de si? No. En efecto, también en estos días, sigue denunciando la "gestión introvertida de las oligarquías de derecha, de izquierda, de centro, que representan de modo claro la metástasis general del tumor antidemocrático contra el estado de derecho y la democracia italiana."

Valorar la política radical, o por lo menos la pannelliana, en la óptica de elecciones de campo que pueden satisfacer o menos nuestros impulsos más viscerales, nuestras simpatías y antipatías por Prodi o Berlusconi, es desviante. Si se comparte el análisis de fondo de Pannella -Italia que no "es una democracia y no es un estado de derecho"; la partidocracia convertida ya en oligarquía- entonces no debería costar ver en la Rosa en el Puño la nueva casa de la alternativa estratégica laica y liberal, y en el emparentamiento con La Unione el campo de batalla dónde es hoy practicable -entre las mil dificultades que el líder radical es el primero en no quiere arrinconar- la lucha por la Reforma (con la erre mayúscula) de la izquierda, y por lo tanto del país.

El problema si acaso es que este análisis de fondo, de la ausencia de democracia y estado de derecho, no ha convencido nunca plenamente a Della Vedova, ni a muchos dentro del área radical. Y también a quién está convencido racionalmente de él le fatiga tener en mente el contexto "trucado" en el que se juega el partido y encuadrar la acción radical.

En un comité de Radicales italianos del enero de 2005, encaminando la iniciativa de la "hospitalidad", Pannella la definió un "acto necesario para la conquista de segmentos de legalidad en la vida y en la actividad de las instituciones, y, junto, por la recuperación en las instituciones de la presencia y la aportación radical". No por una "elección de campo" los radicales todavía intentaron la vía del acuerdo con el centroderecha, sino contestando a un real "estado de necesidad". Años de luchas nonviolentas y del referéndum para impedir que el Estado italiano asumiera el carácter de ilegalidad permanente que hoy lo caracteriza han producido resultados impensables, pero hoy, cree Pannella, no tendría sentido seguir "resistiendo" a fin de que este estado de ilegalidad no se incardine. Ello ya es un hecho consumado.

En un "régimen" constantemente fuera-ley, en una realidad oligárquica articulada en dos polos antropológicamente "unidos", es sólo desde el interior de uno de ellos que se puede esperar de asegurar en las instituciones la aportación de los radicales y de tener abierto una frente de lucha laica y liberal. Fuera del privilegio partitocrático no hay lucha política sino mero testimonio. Hace falta entonces, explicó Pannella, "pagar el precio necesario, aunque noble", tratar "de hacerse aceptar por este sistema de modo que retomemos fuerza", sin subvalorar el riesgo dramático que el sistema pueda neutralizarnos. ¿Torsión o continuidad, hoy, con respecto del análisis de entonces?

En aquel comité fueron palpables la euforia de los "dellavedoviani" y el desaliento del alma movimentista del área radical. El propio Pannella fue consciente que su análisis de la ausencia de democracia y estado de derecho en Italia no perteneciera a la vivencia y el pensamiento de muchos que desearon el acuerdo con el uno o el otro polo. De parte de ésos tomar por buena aquella premisa convino para tomar de ello sus consecuencias prácticas: una alianza electoral.

Torsión o continuidad, pues? Hablaría bastante de evolución, pero si justo fuera obligado a elegir vendría a indicar continuidad. A menudo el péndulo radical es regañado de oscilar entre derecha e izquierda, pero sería el caso de tomar en consideración las oscilaciones ajenas con respecto de las propuestas de reforma radical. Cuántos se han alejado los partidos del CdL de lo que fueron 5 o, aún más, hace 10 años? Si consiguiera el tan anhelado confrontamiento con Bertinotti no dudo que Pannella partiría "al ataque" sobre el artículo 18, la retención de impuestos y todas las otras buenas y útiles reformas liberistas que Bordin ya cree olvidadas.