Vincent Lambert, o cuando el fanatismo se niega a la vida negando la muerte

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En Francia, el Consejo de Estado había autorizado que Vincent Lambert, un tetrapléjico en estado vegetativo irreversible, fuera desconectado de la máquina que le mantiene con vida. Horas después, y a instancias del recurso presentado por los padres del enfermo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo mandaba suspender la desconexión. En medio de ambas decisiones se alzan tres protagonistas. Un hombre que lleva seis años alimentado artificialmente sin que haya existido la más mínima comunicación entre él y su entorno, unos familiares que piden poner fin a su agónica situación y otros que quieren mantenerlo con vida a toda costa.

eutanasiaEutanasia pasiva, la que renuncia al ensañamiento con tratamientos artificiales, o exigencia de vida mientras sea posible y Dios no decida lo contrario. Los defensores de esta opción son los padres del paciente y dos de sus hermanos, fervientes católicos los cuatro. Estos respetan y aman más al Creador que a su hijo o hermano; en consecuencia, cabe suponer que en el caso de que ellos mismos llegaran a encontrarse en un estado semejante al actual de Lambert desearían padecer igual martirio.

La constatación más terrible, sin embargo, se deriva del hecho de que Lambert había expresado más de una vez, antes de que sufriera el accidente que acabó con su integridad, que en caso de gran dependencia no desearía ser mantenido vivo de forma artificial. Pero eso no lo dejó escrito en parte alguna; fue una grave omisión.

Sin duda, estas lamentables circunstancias nos conducen a reflexionar sobre nuestra propia muerte, y a tener presente que por fortuna se halla a nuestra disposición un documento que nos permite consignar qué es lo que deseamos o no deseamos para nuestro fin. El comúnmente denominado testamento vital ya está reconocido, y a través de él podemos hacer constar nuestra voluntad más allá de que alcancemos a ratificarla en su momento o no nos sea posible hacerlo por incapacidad mental. Sólo así nos aseguramos de librarnos de decisiones ajenas a nuestros propios deseos, de recursos judiciales resolviendo sobre nuestra vida y nuestra muerte al margen de nosotros mismos.

Desde estas líneas, un recuerdo para Vincent Lambert, y con ello el fervoroso deseo de que pronto su voluntad sea respetada y pueda por fin descansar en paz.

18-VII-14, E. Solé, lavanguardia