¿cambiará Gorran el sistema político kurdoiraquí?

Las reticencias occidentales a dotar de armamento moderno y abundante a los milicianos kurdo-iraquíes -los peshmergas- resultan más que lógicas si se tiene en cuenta que militarmente esos milicianos valen muy poco y que los dirigentes políticos kurdos destacan más en corrupciones y pasteleos que en reformas democráticas y eficiencia administrativa.

Esos pasteleos explican que en estos momentos de confrontación decisiva con los ejércitos del Estado Islámico, la dirección de los peshmergas esté en manos de Mustafa Said Qadir, un recién llegado a la política autonomista y, además, un hombre que cofundó hace cinco años un partido disidente del PDK del presidente Barzani -el Gorran, Movimiento para el cambio- que denunciaba las corrupciones de los dos grandes partidos kurdo-iraquíes de siempre: la UPK, de Yalal Talabani, y el PDK, del presidente Masud Barzani.

En realidad, Qadir y su partido quieren reformar toda la región autonómica y sus instituciones, pero la guerra contra los islamistas radicales les obliga a comenzar por el ejército, cerca de 150.000 hombres, cuyas estructuras de mandos "son deplorables" según palabras del propio Qadir y cuya eficiencia militar es tan penosa que solamente la intervención de los guerrilleros del PKK les libró de ser aniquilados por los soldados del Estado Islámico en la batalla de Sinyar.

Los peshmergas iraquíes carecen de preparación militar y de espíritu combativo, pero han de defender una frontera de más de mil kilómetros. El que los militares kurdo-iraquíes sean tan inferiores a las fuerzas del PKK kurdo-turco se debe en primer lugar a que el largo periodo de paz relativa del Kurdistán iraquí ha hecho de la carrera militar una especie de prejubilación. Pero, sobre todo, la gran diferencia está en que los peshmergas cuentan sólo con reclutas en tanto que el PKK -como las fuerzas del Estado Islámico- tiene enrolado buen número de mercenarios con un largo historial de combates.

Y eso no beneficia nada a Qadir y sus reformistas. Pese al vertiginoso ascenso del Gorran en la política kurda, la reforma de sus fuerzas armadas parece una tarea excesiva para el partido y para Qadir. Y es que, por una parte, el jefe máximo de las fuerzas armadas es estatutariamente el presidente de la región autonómica y tanto Barzani como Talabani mantienen milicias propias fuera de la jurisdicción estatal y no tienen ningún interés en haya una gran fuerza armada fuera de su control... o, peor aún, dominada por los reformistas. Por otro lado, la formación de arsenales y el entrenamiento militar son operaciones que mueven ingentes cantidades de dinero y, en una sociedad tradicional y sistemáticamente corrupta como lo son casi todas las de Oriente Medio, el control de semejante río de oro raramente se les escapa a los grandes partidos.

29-VIII-14, V. Popescu, lavanguardia