"Contra la tolerancia", Javier Ortiz

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán. Le noto cabreado. Le pregunto qué le pasa.

¿Que qué me pasa? Que acabo de escuchar el enésimo mitin sobre las virtudes de la tolerancia. ¡Estoy hasta los mismísimos de oír loas a la tolerancia!

Yo también le tranquilizo.

Ah, ¿sí? ¿Y qué es lo que te molesta a ti?

No, tú primero, que eres el que llama. Suelta tu parte.

Noto que coge carrerilla.

Pues, por molestarme, me molesta hasta el término. Mírate lo que dice el diccionario sobre el verbo tolerar: «Del latín tolerare.1. Sufrir, llevar con paciencia. 2. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. 3. Resistir, soportar, especialmente alimentos, medicinas, etcétera». ¿Qué es lo que da a entender el que proclama su espíritu tolerante en relación con tal o cual polémica, o con respecto a esta o la otra diferencia? Que sabe muy bien que la razón y el buen sentido están de su lado, pero que, como es buen chico, prefiere no hacer sangre con las torpezas y desvaríos de sus oponentes. Es un término perdonavidas, prepotente. «Mostremos tolerancia con las costumbres y los hábitos culturales de los inmigrantes». ¡Toma ya! ¿Y quién te ha dicho a ti que tus costumbres son las fetén y que no son los otros los que tienen que tolerar las tuyas?

Ajá apunto.

Y como compruebo que no sigue:

¿Eso es todo?

¿Te parece poco? se me mosquea.

Pues sí tomo el turno . Estoy de acuerdo con lo que dices, Gervasio, pero no creo que eso agote todas las pejigueras de la tolerancia, ni mucho menos. Añade como poco esta otra: según qué asuntos estén en juego, la tolerancia puede incluso ser un crimen. Por poner el ejemplo clásico: si te topas con un tío que está violando a una niña, ¿debes mostrarte tolerante y «llevar con paciencia» su comportamiento?

¡Eso es delito, incluso!

Bueno, depende. Nada es nunca tan sencillo. Imagínate que eres un viejecito tullido: no creo que ningún juez te condene por no lanzarte al combate. Pero dejemos de lado los casos extremos y el Código Penal. De lo que hablo es de la actitud que hemos de tener ante la vida, en general: ¿debemos ser tolerantes con los poderosos que se aprovechan de su fuerza para expoliar a la gente desheredada? ¿Hemos de mostrar elegancia y fair play ante los que justifican la opresión y llenan su cartera cantando los presuntos méritos de las sanguijuelas multinacionales? Por mí, que los tolere su abuela.

Deja a su abuela en paz. Pobrecilla me replica Gervasio.

Pero me coge predispuesto ya contra todas las tolerancias, incluso la suya.

Vete a saber. Lo mismo la abuela es también asquerosa.

28-III-02, Javier Ortiz, elmundo