"Ebola, una radiografía política", Gregorio Morán

Bastaría la desapacible historia de Teresa, su marido y el perro para convertir la llegada del ébola a España en un brutal retrato de época. Lo que estamos viviendo y contemplando son una serie de secuencias que confluyen en una pregunta: ¿en qué manos estamos? No se trata tan sólo de haber superado el nivel de incompetencia que suelen practicar los poderes públicos, lo que ya sería mucho, sino la desvergüenza con la que se muestra, se ejerce y hasta se exhibe, con impunidad absoluta.

Primero se trae a los pacientes misioneros de África, Miguel Pajares, 75 años, y García Viejo, 69, por una decisión catalogada de "sociopolítica", o lo que es lo mismo, para sacarle rendimiento político en un momento en el que la sanidad pública se está haciendo pedazos y la sociedad lo sufre. Una buena oportunidad para dar un golpe de efecto: demostrar el altísimo nivel de la sanidad pública española, o lo que es lo mismo, aquí no pasa nada y los que protestan lo hacen por razones espurias.

Primera cuestión: ¿quién tomó la decisión de traer al primer misionero desde Liberia? Todavía no tenían ni los sueros y medicinas que habían pedido a Suiza. ¿Fue en una reunión de facultativos expertos en el tema, o partió de una notoria incompetente en todos y cada uno de los campos que ha trabajado, como es el caso de Ana Mato, licenciada en Políticas y Sociología, cuyos conocimientos en medicina están a la misma altura que los míos?

¿En qué manos estamos? ¿Y si fuera una decisión estrictamente política? Montamos un circo, nos traemos a los curillas con gran revuelo mediático, y demostramos no sólo nuestro interés por su abnegación sino también nuestra capacidad. En el fondo, digámoslo sin paliativos, los trajeron para morir y con absoluto desprecio, por ignorancia e incompetencia, de las consecuencias de tal aventura.

Donde había una responsabilidad solidaria, ahora afrontamos un riesgo de epidemia con implicaciones humanas y económicas de primer orden. No es cuestión de dimitir o no, asunto accesorio, sino de autocrítica política y desaparición de la vida pública, para evitar hacernos por enésima vez la misma pregunta del millón: ¿en qué manos estamos? ¿Quién asumió el riesgo y dio luz verde a la aventura más peligrosa que ha tenido el PP en su reciente etapa gubernamental?

Para desgracia de la vanidad de los talibanes del patriotismo esto va mucho más allá de Catalunya, la consulta y la reforma de la Constitución. Estamos en una situación de emergencia en manos de unos frívolos irresponsables. Quizá sea esta la característica de nuestra época: la frivolidad unida a una inexperiencia que es la madre de los irresponsables, que luego lo resuelven todo alegando que nunca se imaginaron tales consecuencias.

¿Algo positivo? No encuentro nada fuera de la radiografía social. Primero, conforme a los hábitos de la casta, las medallas por la genial y sensible decisión de traerse a los misioneros a España para morir junto a los suyos. Mentira. El circo se acabó cuando llegaron al hospital Carlos III, la niña de los ojos sanitarios del PP y los desmontadores de la sanidad pública en Madrid. ¿De verdad alguien puede imaginar que se los trajeran para morir? Además, de manera fulminante; uno duró cinco días, el otro apenas tres.

11-X-14, Gregorio Morán, lavanguardia