lento, implacable e impune genocidio de los pueblos "primitivos"

Caminan horas y horas hasta pasar la frontera que separa Ecuador y Perú. Los quechua, comunidad indígena de la región de Loreto, emprenden una odisea para encontrar comida limpia. Cruzan su país porque sus tierras sufren los vertidos de la extracción de petróleo, una actividad que genera una mezcla sucia de restos de hidrocarburos y aguas negras que amenazan su supervivencia.

Los quechua mueren, pero no saben de qué. Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. la contaminación del petróleo causa enfermedades en la piel, el hígado y el sistema inmunológico. Pero en Loreto no hay ningún tipo de registro epidemiológico.

Desde que empezó la explotación del petróleo en la Amazonia peruana el 1970, los indígenas de la zona han estado en contacto con la contaminación. Las aguas que contienen el crudo han sido arrojadas a los ríos, con lo que se ha creado una cadena de contaminación bioacumulable que enlaza agua, peces, animales y personas. "El pueblo está destruido, nos encontramos abandonados por el Estado: no tenemos información ni atención sanitaria", explica Aurelio Chino, presidente de la Federación Indígena Quechua del Pastaza (Fediquep).

La tragedia medioambiental peruana ha sido evidenciada en diversas ocasiones. El 1984 Perú ya consideraba el área como la zona ambientalmente más contaminada del país. Un año más tarde, el Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana, gubernamental, publicó que la concentración de ciertas substancias en los peces de la zona era tan alta que no eran aptos para el consumo humano. Y en 2006 se concluyó, mediante análisis de sangre, que el 99.8% de la población indígena tenía niveles de plomo y cadmio en sangre por encima de los límites que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS).

"¡Lo único que queremos es nos atienda el Gobierno!", exclama Chino Dahua, que se ha reunido con el Gobierno regional y el Congreso para denunciar el caso, "pero notaba que nada les importaba", explica; "Y decidimos movilizarnos". Así pararon la producción de petróleo durante 13 días y se formó la Comisión Multi-Plataforma, que agrupaba estado, empresa y pueblo y tenía que comprobar las condiciones de vida de las comunidades. "Han pasado cuatro meses desde la extracción de muestras de agua y sedimentos, pero no tenemos resultados", denuncia Chino.

"La zona ha producido el 30% de la producción histórica de petróleo en Perú", apunta Martí Orta investigador del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB) pero no ha pasado como con el grave caso de Chevron/Texaco, en Ecuador, condenada a pagar 9.500 millones de euros. La zona, a pesar de ser "declarada en emergencia ambiental en el 2003, no recibido ninguna atención. Se removió la tierra contaminada y se echó tierra limpia encima del crudo", explica Gorka Muñoz, investigador del ICTA-UAB.

En el 2013 se declaró la emergencia sanitaria. "La gente ya no encuentra su vida segura después de tantos años tomando alimentos y agua contaminados", explica Chino. A pesar de eso hasta la fecha no ha habido ningún estudio epidemiológico ni atención médica. "Se han burlado de nosotros, que como todos tenemos el derecho de vivir en una condiciones y ambiente buenos".

Los puestos de salud que el Gobierno ha establecido después de la emergencia sanitaria son los mismos barracones descartados por la empresa petrolífera, que los usaba para alojar a sus trabajadores. "Les han pintado una cruz roja sobre las paredes blancas, pero por dentro están vacíos", explica Chino. "La gente de las comunidades no puede llegar a un hospital para ser diagnosticada y, menos, tener un tratamiento", afirma Orta.

Junto al Departament de Sanitat y Anatomia Animals de la UAB, el ICTA publicó recientemente un estudio que analiza por primera vez el impacto contaminante de las extracciones en la Amazonia Occidental. Los resultados son abrumadores: más de la mitad de muestras están por encima de los límites actuales permitidos de concentraciones de plomo. "Los indígenas explican que encuentran petróleo dentro los cuerpos de los animales que cazan", añade Orta.

21-XII-14, M. Garralón, lavanguardia