"La guerra siria en el trasfondo", Tomás Alcoverro
La monstruosa caja de Pandora abierta con la guerra de Siria -la guerra del siglo- provocará una escalada terrorista mundial y quizá algún día también una venganza de sus mercenarios contra sus propios señores feudales, los criminales monarcas de Qatar y de Arabia Saudí. Hasta ahora, gracias a sus inmensos caudales, a su diplomacia del talonario de cheques, a sus sobornos constantes, han podido evitar la cólera de los cuervos que han alimentado y que todavía no les han comido los ojos. Qatar especialmente tiene su tejado de cristal.
Occidente, y ahora Francia, son su objetivo mas fácil. No en balde explotan los yihadistas nuestro sistema de libertad de expresión, las normas de nuestro Estado de derecho que nos distinguen del resto del mundo. Las barbaridades sangrientas del Daech o Estado Islámico son ventiladas en nuestros medios de comunicación, y su propaganda del terror se ajusta muy bien a la información espectáculo impuesta a nuestra sociedad de consumo.
"Francia puede perder en todos los frentes", declaraba un destacado jefe de los servicios de inteligencia sirios a mi colega de Le Figaro Georges Malbrunot en su libro Le chemin de Damas (El camino de Damasco) escrito con Christian Chesnot -ambos por cierto secuestrados antes en Iraq tras la brutal ocupación estadounidense del 2003- sobre las consecuencias de la malhadada intervención del Gobierno de París en su tierra.
Siria es una pieza maestra en los servicios de seguridad franceses no sólo en Oriente Medio, sino en las amenazas interiores que sufre. Los terroristas nos conocen mejor a nosotros que nosotros a ellos. El régimen sirio tiene más capacidad de identificar y penetrar en los grupos diversos de la galaxia yihadista. Ha sido muy útil en su cooperación contra el terrorismo, especialmente contra el terrorismo yihadista y tafkirista, como lo fuese antes el coronel Gadafi de Libia,atrozmente asesinado, y antes el rais Sadam Husein del Iraq, un antiguo aliado de Occidente.
Desde 1990 se estableció un espacio común para esta colaboración. Los servicios de inteligencia del presidente Bashar el Asad han estado a las órdenes de su cuñado, Asef Chaukaf, y de su primo el general Ali Mamluk. Siria contó con la ayuda francesa y estadounidense para intentar asegurar su larga frontera desértica con Iraq, ahora desmantelada por el Daech o Estado Islámico en su voluntad de abolir las divisiones territoriales, originadas tras los acuerdos francobritánicos de hace un siglo de Sykes Picot y establecer la comunidad musulmana o Umma sobre los pueblos del Bilad el Cham.
En el 2008 el presidente Sarkozy, antes de decidir derribar a El Asad, le había invitado a la ceremonia del desfile del 14 de Julio en París, en el apogeo de su relación, y reforzó su colaboración estratégica.
Los sirios, en una palabra, ayudaron a detectar y detener a decenas de yihadistas de Francia. El régimen de Damasco distingue entre buenos y malos terroristas, entre los chiíes aliados del Hizbulah y de Irán y los suníes o partidarios de la Guerra Santa, los yihadistas, apoyados por las monarquías del Golfo.
Pese a las divergencias políticas, la cooperación en casos concretos no ha desaparecido completamente. Ahora el régimen de Damasco puede ofrecer sus eficientes servicios a Francia siempre y cuando consiga una difícil rehabilitación política. Bashar El Asad le pide que influya sobre el rey saudí para que deje de enviar armas a las hordas islámicas.
"Este drama lo sufren los habitantes de los pueblos árabes y musulmanes, sus militares, sus periodistas, víctimas de los fanáticos del terror. Sus orígenes se remontan a las invasiones estadounidenses de Afganistán, de Iraq, Los sucesivos fracasos de las políticas occidentales en Oriente Medio, en este tiempo de las mal llamadas primaveras árabes, apoyando a los rebeldes contra los regímenes anteriores, militares, laicos, y ayudando a los movimientos de naturaleza islámica en la conquista del poder, han provocado el caos, y han desmantelado los sistemas de control policial y de seguridad. No son pocos los embajadores, como el francés Eric Chevalier, que estuvo destinado en Damasco, así como quienes estuvieron antes en Bagdad, los que siempre advirtieron sobre los peligros de la guerra, desaconsejando las aventuras belicistas por sus consecuencias internas y externas.
Francia ha perdido tanto con el régimen de Bashar el Asad como con los yihadistas, frustrados por no recibir ni el apoyo ni las armas que esperaban, y que han regresado con ganas de vengarse. Los pueblos de una y otra orilla del Mediterráneo pechan con los imperdonables errores de sus gobernantes.