diferentes posicionamientos en el bando califal

El Estado Islámico ha quemado vivas a 45 personas en la localidad iraquí de Al Bagdadi, situada en el oeste del país, ha denunciado un responsable de la policía local a la cadena británica BBC. No está clara todavía la identidad de las víctimas ni el motivo de su ejecución, pero el coronel Qasim al Obeidi aseguró que varios pertenecían a las fuerzas de seguridad de Iraq. El responsable policial pidió al Gobierno iraquí y a la comunidad internacional que envíen ayuda urgente a Al Bagdadi, donde los yihadistas entraron la semana pasada y donde prosiguen los combates. Mientras, parece que se aceleran los movimientos entre bambalinas en el Golfo para combatir al Estado Islámico (EI), convertido en la bestia negra de las monarquías petroleras. El emir de Qatar se reunió ayer en Riad con el rey de Arabia Saudí, recién ascendido al trono tras la muerte de su hermanastro el rey Abdulah. El de Qatar es el tercer líder del Golfo que visita el reino saudí en menos de una semana, lo que hace pensar a los expertos que los países de la región preparan una respuesta coordinada a la amenaza del EI. Si ayer fue el jeque Tamim ben Hamad al Thani, emir de Qatar, quien se reunió con el rey Salman, hace unos días lo hizo el emir de Kuwait y el vicecomandante de las fuerzas armadas de los Emiratos Árabes Unidos. Uno de los objetivos de estas reuniones, según los expertos, es lograr la reconciliación entre Qatar y Egipto, enfrentados desde el golpe de Estado de Al Sisi contra el presidente islamista Mohamed Morsi, que era apoyado por Qatar. Las monarquías del Golfo quieren que Egipto sea un aliado en la lucha contra el EI, pero el conflicto con Qatar es un escollo. 18-II-15, lavanguardia

Libia prácticamente ha desaparecido en los medios informativos, pero lo que tiene lugar en su territorio reviste gran importancia. El Ejército Nacional Libio, bajo el mando de Jalifa Haftar, antiguo general que desertó de las filas de la oposición en el exilio a mediados de los años ochenta, y que regresó en el 2011 para sumarse a la rebelión contra Gadafi, lucha contra Ansar al Sharia, milicia con base en Bengasi que ha manifestado puntos de vista profundamente autoritarios y antidemocráticos. Bengasi, la segunda ciudad principal del país y capital de la región oriental, llena de peligros y tensiones, es testigo de la mayor violencia experimentada desde la II Guerra Mundial.

Gran parte de los 1,3 millones de habitantes de Bengasi han abandonado sus hogares para dirigirse a zonas comparativamente más seguras. Los precios de los víveres y artículos necesarios para el sustento diario se han disparado. Las colas en gasolineras, panaderías y carbonerías son una imagen habitual. Los cortes de electricidad persistentes han provocado que recurrir al carbón constituya ahora una necesidad.

Toda la región oriental del país, de Ajdabiya a Tobruk, padece fuertes apagones. Bengasi es un máximo exponente de ello. La ciudad, por regla general, sólo cuenta con cuatro horas diarias de suministro eléctrico y el suministro de agua es intermitente. "Esta crisis del suministro de energía nos ha robado la pizca de ánimo que nos quedaba", me ha dicho un residente en Bengasi.

La violencia ha acabado con los medios de comunicación locales que brotaron tras el derrocamiento de Gadafi. Después de cuatro décadas de censura, aparecieron más de un centenar de periódicos, revistas y publicaciones. Ahora han desaparecido y todos los grupos extranjeros de defensa de los derechos humanos han tenido que abandonar el país. Casi no hay periodistas extranjeros en Libia. En fecha reciente, en respuesta al secuestro de dos periodistas tunecinos, un grupo de organizaciones y de activistas de la sociedad civil difundió una declaración sobre la gravedad de la violencia contra los periodistas. "Sólo el año pasado -decía la declaración- fueron asesinados catorce periodistas y docenas más fueron secuestrados y siguen desaparecidos".

Estos ataques selectivos han llegado a formar parte de la vida diaria en Bengasi. "La muerte -me ha dicho un activista en favor de los derechos humanos- se ha convertido en una realidad corriente, pero no nos disuade de seguir en la brecha. Cuando oigo que alguien ha caído tiroteado, respiro hondo y continúo". El año pasado la ciudad registró más de doscientos asesinatos; la mayoría, de miembros del ejército, policías, periodistas, activistas de los derechos humanos y abogados. Aunque los ataques no se reivindican casi nunca, se suele creer que se deben a los milicianos de Ansar al Sharia.

Durante la revolución libia, seguramente la más ilimitada y decisiva de las sucedidas en la región, casi todas las estructuras de poder se tambalearon o fueron desmanteladas. Hasta los profesores dejaron de tener la misma autoridad. Como consecuencia, las actividades lectivas se han visto constantemente alteradas o interrumpidas desde el 2011. Pero ahora, mientras Bengasi se desmorona, la actividad educativa, tanto en la capital como en las localidades y pueblos cercanos, se ha paralizado por completo. Un profesor que ha trabajado en el sector (en escuelas y facultades) durante más de veinte años, me ha dicho: "Todos los centros educativos donde he enseñado en una u otra ocasión han sido bombardeados, incendiados o totalmente destruidos".

Los padres han intentado enseñar a sus hijos en casa. Una opción en línea, www.BenghaziSchool.com, empezó a funcionar hace unas seis semanas con notable aceptación. La Media Luna Roja tiene una escuela en Bengasi que imparte enseñanza primaria pero que está sobrecargada y sólo puede ofrecer dos de las siete horas habituales.

Entre apagón y apagón, una estudiante que ahora debe estar finalizando su primer semestre en la Universidad de Bengasi (con su campus bombardeado e incendiado) me envió un e-mail: "A veces me digo a mí misma que debería irme de aquí, al menos tras cursar los estudios y obtener el título de licenciatura, pero inmediatamente me respondo '¿cómo voy a irme de Bengasi?". Como muchos libios de su edad, topa con la disyuntiva entre abandonar su país y desperdiciar su futuro.

En el horizonte acecha, además, un enfrentamiento potencialmente más amplio y aún más peligroso. La milicia Amanecer Libio, que controla la capital, se ha aliado con el autoproclamado gobierno de Trípoli. Ninguno de ellos acepta la legitimidad del Parlamento electo, con sede actual en el extremo oriental del país, en Tobruk.

Según parece, Qatar apoya a los nuevos gobernantes en Trípoli, en tanto que Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto parecen apoyar a Haftar y al Ejército Nacional Libio. Hasta ahora, Haftar ha reconocido la legitimidad del Parlamento y del Gobierno elegidos democráticamente y reconocidos internacionalmente. Esta mezcla tóxica de conflicto interno e intromisión externa impulsa de forma creciente a los gobiernos de Trípoli y de Tobruk a un conflicto armado.

Pese a la desalentadora situación, los libios siguen decididos a creer en las aspiraciones iniciales de su revolución. Sondeo tras sondeo han confirmado que la abrumadora mayoría de la población quiere un sistema de gobierno no religioso y democrático que establezca y respete el Estado de derecho. La esperanza persiste, aunque mermada y exhausta.

En enero, la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (Unsmil, en sus siglas en inglés) celebró una nueva ronda de conversaciones en Ginebra y declaró: "La decisión de convocar conversaciones se acompaña de amplias consultas con la totalidad de las principales partes interesadas en el tablero libio". Sin embargo, el autoproclamado gobierno de Trípoli amenaza con boicotear estos esfuerzos. Las conversaciones continúan, pero sin avances claros. Numerosas voces advierten de que se trata de la última oportunidad para Libia.

15-II-15, H. Mattar, lavanguardia