movilización militar italiana

Hasta el lacónico nuevo presidente de la República, Sergio Mattarella, ha sentido la necesidad de conceder una entrevista a la CNN. Italia está muy alarmada por la situación en Libia, una angustia que comparte el resto de cancillerías europeas. Pero Roma es la capital más impaciente y por eso insta con insistencia a sus socios a actuar.

De momento, Barcelona será el escenario, el 13 de abril, de una cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la UE y de la ribera sur del Mediterráneo para abordar la amenaza yihadista, según se decidió ayer en el Consejo Europeo, en Bruselas.

La preocupación por el volcán geopolítico en el norte de África, donde el Estado Islámico se ha instalado, ha crecido más todavía tras el atentado en Túnez. Italia y Europa se sienten vulnerables por una triple amenaza: terrorista, humanitaria y económica. El Gobierno de Renzi, sin esperar a la UE y a la OTAN, ha movilizado ya sus barcos de guerra y su Fuerza Aérea en el Mediterráneo central, y está listo para una intervención militar, junto a los aliados, si hay un mandato de la ONU.

"El Estado Islámico (EI) es un peligro muy grave que debe ser afrontado con urgencia porque tenemos poco tiempo", advirtió Mattarella ante el micrófono de Christiane Amanpour. El jefe del Estado se refirió sobre todo a Libia y reiteró que Italia está dispuesta a sumarse a una misión internacional para estabilizar al país norteafricano en cuanto se consiga una tregua entre las partes. Se habla de entre 7.000 y 10.000 soldados disponibles.

Justo el jueves, horas después del ataque al museo tunecino, en el que murieron cuatro turistas italianos, la ministra de Defensa, Roberta Pinotti, anunció en el Parlamento un cambio drástico de prioridades. Se pondrá fin a la participación en la operación antipiratería en el Índico y, en cambio, se reforzará el dispositivo frente a la costa de Libia. Bautizada como Mar Seguro, el despliegue abarcará efectivos navales, incluido un portaaviones, patrullas de cazabombarderos, uso de drones y de satélites. El primer objetivo es proteger las plataformas petrolíferas offshore que tiene la compañía Eni a unos 50 kilómetros de la costa. También se reforzará la vigilancia ante las islas de Pantelleria y Lampedusa, las más cercanas a la costa africana, y se quiere proteger a los barcos de pesca que faenan en la zona.

A Italia le preocupa también, obviamente, la posibilidad de atentados en Roma, Milán y otras ciudades. La capital es un objetivo declarado del EI, que lo ha anunciado repetidamente en sus vídeos de propaganda y en su revista, Dabiq. Roma es, para los yihadistas, la capital de los cruzados; encarna al enemigo y a Occidente en general. El anuncio por el papa Francisco de un jubileo extraordinario, que atraerá a millones adicionales de peregrinos, supone un reto aún mayor para los servicios de seguridad. Es ya visible en la Ciudad Eterna más presencia de policía y del ejército para custodiar edificios e instalaciones especialmente sensibles, como las embajadas.

Italia fue muy reacia a la intervención militar que propició la caída de Gadafi. Como antigua potencia colonial y con lazos muy estrechos en los últimos decenios, Roma sabía que el derrocamiento del dictador abriría un vacío muy peligroso en un país poco cohesionado, dominado por las tribus y con gran cantidad de armas en circulación. Aún hoy se exteriorizan a menudo las críticas a Sarkozy y Cameron por su precipitación en buscar a toda costa el cambio de régimen. Ahora la situación ha cambiado. La perspectiva de una segunda Somalia a sólo centenares de kilómetros causa terror en Roma. Además del peligro de seguridad y las consecuencias económicas para las inversiones, Italia soporta ya el peso principal del éxodo migratorio y de refugiados.

La coyuntura ha provocado un cambio significativo en los planes de rearme, como sucede en otros países. Italia se planteaba hasta hace poco recortar a la mitad su pedido del nuevo caza polivalente F-35. Con poco ruido, se ha decidido mantener la orden inicial de 90 aparatos. Influyen motivos económicos -pues el ensamblaje final se hace en Italia-, pero también una percepción mucho mayor de vulnerabilidad.

21-III-15, E. Val, lavanguardia