"La gran siesta de la democracia", Màrius Serra

La jornada de reflexión es un anacronismo. Según la ley electoral, los quince días de campaña terminan a las cero horas del día anterior a la jornada electoral. Es decir, anoche. Durante todo el día de hoy la ley prohíbe difundir propaganda electoral de manera activa. O, dicho en la reiterativa prosa jurídica del artículo 53: "No puede difundirse propaganda electoral ni realizarse acto alguno de campaña electoral". Hoy, pues, nuestros andariegos candidatos reposan tras quince días de no parar, sus equipos toman aire ante la apnea del domingo y la sufrida militancia se prepara para la culminación de sus anhelos. La jornada de hoy, más que de reflexión, es de distensión. O de exploración de la vida onírica, porque quien más, quien menos, aprovecha para pegarse una cabezadita, en lo que podríamos denominar la gran siesta de la democracia. Queda claro, pues, que hoy nadie va a salir a pegar carteles ni a visitar mercados ni a montar un mitin exprés en cualquier plazoleta... Más que sábado, hoy es sabbat.

La teoría parece clara, pero vivimos en pleno siglo XXI y la propaganda anda (es decir, se propaga) por canales cada vez más diversos e incontrolables. Por ejemplo, a través de los vídeos que compartimos en las redes sociales, y que luego consumimos a la carta, sin fijarnos en la hora que marca el reloj. En esta jornada de reflexión, puede que algunos militantes entregados sigan emitiendo mensajes por Twitter, Facebook o blog, aunque sólo sea por inercia. O por vicio. ¿Serían susceptibles de ser denunciados ante la Junta Electoral por incumplimiento del veto que impone la jornada de reflexión? Ayer mismo el prestigioso Tribunal Constitucional dictaminó que se podían convocar manifestaciones (que no pidieran el voto) durante la jornada de reflexión. ¿Sería ilegal publicar hoy un apunte en un blog que pidiera el voto para una opción determinada? ¿Y si el blog es el de alguien que figura en una lista electoral, aunque sea en un puesto secundario? ¿Y si se hace con disimulo? ¿Habrán desactivado los servicios técnicos de los partidos los ficheros de propaganda diseñados para ser enviados desde sus webs oficiales? ¿Estará activo, por ejemplo, el eficaz noticiario personalizado de CiU que permite enviar a todos tus contactos un TN de Tedetres protagonizado por cada receptor? ¿Y el PDF con la multa de marketing guerrilla que Reagrupament ofrece a sus simpatizantes para que se la descarguen, la impriman y la coloquen en los parabrisas de los coches?

Tras tanta polémica sobre las multas lingüísticas, tendría su aquel que ahora la difusión de una multa en castellano que pide el voto para una fuerza política independentista fuera sancionada. Y que luego el prestigioso Tribunal Constitucional anulara la sanción.

27-X-10, Màrius Serra, lavanguardia