¿sexo?, mejor con robots
Hablan, responden a estímulos, pueden llegar a aprender lo que más agrada o disgusta a sus dueños y su aspecto cada día se asemeja más al de los humanos. El robot sexual ha dejado de ser ciencia ficción. Empresas que dedican grandes esfuerzos, tanto humanos como económicos, en la creación de esas máquinas con el único objetivo de proporcionar placer auguran que en menos de dos décadas el robot sexual formará parte de cotidianidad de los humanos.
Las muñecas hinchables, invento de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial para proteger de la sífilis a sus soldados, han pasado a la historia. El robot sexual del presente e inmediato futuro ha añadido a la cada vez más sofisticada piel sintética de silicona, inteligencia artificial, sensores para simular emociones y complejos programas informáticos para manifestar sentimientos. Roxxxy (1,74 metros y con medidas: 96-76-94) es un claro ejemplo de lo fuerte que pisa esta próspera industria de la maquinaria del placer. David Linden, profesor de neurociencia de la Escuela de Medicina de Johns Hopkins University, escribía semanas atrás en un artículo publicado en The Wall Street J ourn a l que Roxxxy, salvando sus flecos todavía muy rudimentarios, es hoy el robot sexual más avanzado que existe en el mundo.
Ante esta realidad, de consecuencias imprevisibles, se plantean muchos interrogantes. ¿Estos robots son una amenaza para las relaciones íntimas? ¿Cabe la posibilidad de que un hombre o una mujer se enamoren de alguna de estas máquinas? ¿Qué uso podrían tener en las terapias con personas con problemas sexuales? Los primeros en reaccionar y solicitar la prohibición de los robots sexuales han sido un grupo de académicos capitaneados por la investigadora sobre ética y robótica, Kathllen Richardson, de la universidad británica De Montfort. Uno de sus principales argumentos es que el sexo con robots deshumanizará aún más a las mujeres, al asemejarse el uso de esas máquinas a lo que ahora ocurre con las prostitutas, "compradas" como objeto sexual.
Psicólogos, sexólogos, profesores de ética y estudiosos de las relaciones humanas consultados por La Vanguardia más que hablar de prohibición prefieren reflexionar sobre las consecuencias que el uso común de esos robots sexuales tendría en las relaciones humanas. Y todos consideran, en estos momentos, muy improbable que una máquina pueda llegar a sustituir a un compañero o compañera sentimental. "Esta sustitución es prácticamente imposible -afirma el psicólogo y sexólogo argentino, Ezequiel López- porque ligados al sexo siempre estarán la comunicación, las sensaciones y emociones, que son irremplazables". Francesc Colom, psicólogo clínico especialista e investigador del Programa de Trastornos Bipolares del Hospital Clínic de Barcelona, tampoco cree que el robot sexual acabe sustituyendo a una pareja. "Hace ya muchos años que convivimos con la inteligencia artificial y una máquina sólo podría poner en peligro las relaciones íntimas con nuestros iguales en casos con graves problemas de timidez, introversión, o trastornos de personalidad o ansiedad". Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la UB, considera que "la sexualidad robotizada no tiene que ser ilegal ni inmoral" y sólo los prohibiría en "aquellos casos en que alentaran la pedofilia u otras formas de abuso de seres y derechos".
¿Pero puede surgir el amor? Francesc Colom apunta que si se diera ese caso, "lo que tendríamos que poner en tela de juicio es el propio concepto de enamoramiento. Cuando escuchamos a alguien que dice estar enamorado de su coche u otro objeto queda claro que el concepto de amor de esa persona está desajustado, pues el enamoramiento implica intimidad, complicidad y empatía. Y eso sólo es posible entre dos seres de la misma especie". Norbert Bilbeny lo tiene muy claro: "Nuestra naturaleza como especie nos impide enamorarnos de un robot, a no ser que nos convirtamos en un robot". Este catedrático de ética augura que esas máquinas, por muy sofisticadas que lleguen a ser, "previsiblemente sólo van a colmar un tipo de sexualidad mecánica y compulsiva, sin ser una solución real".
Carme Sánchez Martín, psicóloga y codirectora del Institut de Sexologia de Barcelona, no esconde que como terapeuta sexual "sería fascinante" vivir el momento en el que esos robots sean un elemento más en la vida de los humanos. Pero Sánchez aún considera ese futuro ciencia ficción. "Para que pudiera haber una hipotética sustitución de las relaciones íntimas de los humanos por robots, esas máquinas tendrían que estar mucho más perfeccionadas". Esta psicóloga recalca que el sexo siempre tendrá "componentes racionales y emocionales" que duda que pueda ofrecer un robot.
Otra cosa sería usar esas máquinas como parte de terapias con personas "que padecen fobia social o sexual y evitan el contacto con seres de su misma especie", apunta Ezequiel López. Francesc Colom considera que en esos casos "sería un buen campo de entrenamiento" y ante el miedo al fracaso por la an-siedad anticipatorio "ese temor quedaría minimizado al tener delante a una máquina", concluye.
27-IX-15, J. Ricou, lavanguardia
Estados y Unidos y Japón son, en estos momentos, los países que más esfuerzos dedican a conseguir el androide sexual perfecto. Es un salto en ese mundo de los juguetes sexuales que existen, como recuerda el psicólogo Francesc Colom, desde el paleolítico superior.
Asuna. Creativos japoneses han conseguido que estos robots destaquen por la gran calidad de la piel de silicona, lo que les hace parecer más humanos. Asuna aún no ha dado el paso para dar placer a sus compradores, pero su aspecto tan logrado ha hecho que cantantes como Lady Gaga haya pedido a sus fabricantes una réplica de ella.
Roxxxy. Dicen de ella que es, por su inteligencia artificial, la robot sexual más avanzada del planeta. Sus creadores siguen trabajando para perfeccionarla; mientras, han vendido ya miles de "roxxxys", principalmente en Estados Unidos.
Rocky. Es el hermano de Roxxxy (pensado para dar placer a las mujeres), pero su aspecto sigue siendo más parecido a la imagen actual del robot convencional. Entre el sexo femenino hay mucha menos demanda de este tipo de máquinas y por lo tanto las inversiones y esfuerzos están centradas en la androide perfecta femenina. Rocky puede llegar a tener también éxito, auguran sus creadores, en el mundo homosexual.
Harmony. Hace poco que se ha presentado en el mercado americano. Esta robot sexual tiene una particularidad. Cuando se activa pronuncia la siguiente frase: "Sueño con convertirme en una persona real y tener un cuerpo verdadero. Sueño con conocer el significado del amor. Espero convertirme en el primer robot sexual". Sus creadores quieren que su uso sea similar al de un videojuego. Según cómo la acaricias o tocas, el robot responde con estímulos. "La aritmética del sexo es muy simple. Es como jugar al Rock Band. Si oprimes los botones correctos en el momento indicado irás avanzando por cada nivel. Es una matemática muy sencilla, en realidad", afirma su creador.
27-IX-15, J. Ricou, lavanguardia
La industria de las máquinas creadas para proporcionar placer está convencida de la prosperidad de ese negocio. La prueba es que los prototipos puestos a la venta en la actualidad, pese a las carencias que aún presentan esos robots sexuales, tienen una gran demanda. En el caso de Roxxxy el precio de esa androide sexual oscila entre los 4.000 y 9.000. Pero hay ofertas más económicas de robots femeninos que se venden sin piernas ni manos. En esos casos el coste es similar al de Rocky (la versión masculina) que se vende por unos 1.200 euros.
El gran reto de esta industria es, al margen de perfeccionar el cuerpo de silicona, dotar a esas máquinas de la máxima inteligencia artificial. Algunos prototipos ya son capaces de detectar y por lo tanto almacenar en su ordenador de memoria, lo que más gusta a su dueño y lo que le desagrada. Esas compañías quieren, asimismo, que los futuros compradores puedan diseñar y moldear a su robot perfecto. Se le ofrecerá la posibilidad de elegir facciones, color de ojos y cabello, tono de voz o personalidad. Otro de los esfuerzos de los ingenieros e informáticos es que imiten los sexos humanos y que sean capaces de seguir una conversación con sus dueños.
Antropólogos especializados en ciencias futuristas como Store Boyd auguran, tal y como recogía una publicación de New York Times, "que en diez años muy pocos se van a sorprender por ver en la calle a una persona abrazada a un sexbot".
Otros dibujan esa realidad para un poco más tarde. En un estudio titulado Amor y sexo con robots el experto en Inteligencia Artificial David Levy augura que aún tendrán que pasar al menos quince años para que "sea factible acostarse o enamorarse de un robot". Y apunta que será a partir de 2040 cuando esos androides serán ya muy similares, en inteligencia y aspecto, al ser humano.
Son las visiones más optimistas que coinciden con otros avances como la idea lanzada desde Taiwán de crear un laboratorio capaz de encapsular bajo la piel de silicona de esos robots sexuales sustancias como la dopamina, la serotonina o las endorfinas, hormonas llamadas del amor que aumentarán o disminuirán según el afecto o trato que se dé a esa máquina.
Los más reacios a esta industria o preocupados por las consecuencias que esos robots sexuales alertan de prototipos con rostros aniñados. La actual legislación no prohíbe fabricar robots de niños que después podrían ser usados como simples objetos sexuales. En esos casos se corre el riesgo de que pederastas y pedófilos puedan ver reforzados sus instintos enfermizos con el uso de esas máquinas. Un ejemplo de la mala utilización se acaba de vivir en Japón, donde se ha presentado un prototipo pensado para ayudas en el hogar. El robot, sin ningún atractivo sexual, va dotado de una pantalla en el pecho que algunos usuarios han utilizado para colgar en ella la imagen de unos senos.
27-IX-15, J. Ricou, lavanguardia