"El poder de la ignorancia", Sergi Pàmies

Uno de los ingredientes que definen Gran Hermano (Telecinco) y otros realities como grandes artefactos de televisión popular es la exhibición impúdica de la ignorancia. Para subrayarla, los guionistas incorporan pruebas de cultura general que, al igual que las preguntas de jurado de concurso de miss, no aspiran a detectar la sabiduría de los participantes sino a ridiculizarlos. Aberraciones geográficas, alguien que dice cocreta en vez de croqueta o que alardea de su propia incultura da más audiencia que el talento de un genio de Saber y ganar (La 2).

En un país razonablemente culto, este triunfo de la ignorancia, aunque sólo sea como pretexto para activar el ansia de burla del espectador, debería interpretarse como un fracaso colectivo. Pero en un país tan castigado como el nuestro, la ignorancia se ha convertido en refugio para pícaros. Se trata de una industria improvisada, que conecta con el instinto de supervivencia de los circos de mujeres barbudas. Un ni-ni psicópata que pega a sus padres o una chica histérica sin control sexual dan más juego que un licenciado. La última estrella de Gran Hermano es Maite, una conductora de autobuses que presume de limpiarse el ano con el dedo durante un cuarto de hora después de defecar. En este caso la vía de la rentabilidad no es tanto la ignorancia como la ausencia de pudor. A primera vista parece que el medio tenga que acabar devorándola pero en la práctica Maite dinamita los límites de la procacidad tradicional para obtener un rédito inmediato, inimaginable en los circuitos de la meritocracia y la selección natural del talento. Igual que la negligencia del sistema político estimula la voracidad de una especie impune de chorizos y corruptos, la negligencia del sistema educativo vigoriza la ignorancia entendida como alternativa a la formación profesional.

15-X-15, Sergi Pàmies, lavanguardia