"Los hijos terribles", Enric Juliana

Francesco, de 26 años, compareció ante el tribunal de la ciudad, del que formaba parte su padre, y se despojó de su vestimenta, renegando así del vínculo familiar. Renunciaba a la herencia y rompía con la autoridad del padre. Desnudo como Adán, fundaba su mundo, con otro genitor. Ocurrió el año 1207, aproximadamente, en la localidad de Asís, comuna gibelina de la región Umbría, en el centro de la península itálica.

Abro al azar el último ensayo del filósofo alemán Peter Sloterdijk y me encuentro con esta escena, horas antes de escribir sobre el último bofetón de los jóvenes de la CUP a la autoridad paterna de Artur Mas. Escoger una página cualquiera y tropezar con un párrafo que habla de lo que estás pensando debe ser una señal del otro mundo. Soy devoto de Sloterdijk y me gustaría tener tiempo para leerlo con la debida atención. Es denso. Es musical. Y escribe frases como esta: “En los resurgimientos místicos del siglo XIII se funda la revolución de las ideas que influiría un día en la fuerte afirmación moderna del sujeto autónomo, cuasi libre de ascendencia”. El libro se titula Los hijos terribles de la Edad Moderna y versa sobre el debilitamiento genealógico. En un mundo en el que todo fluye y todo puede estancarse, la transmisión cultural y política entre padres e hijos ya no presenta recorridos fluviales claros.

Militantes y simpatizantes de la CUP durante la asamblea celebrada el pasado domingo en Manresa Militantes y simpatizantes de la CUP durante la asamblea celebrada el pasado domingo en Manresa

El adanismo de Francesco anuncia con ocho siglos de antelación la radical individualidad de los jóvenes que aprehenden el mundo a través de la red, alejados de la pauta paterna y materna como ninguna otra generación anterior. Suya es la nueva dimensión del mundo. Suyo es el deseo de venganza cuando la realidad no recompensa la expectativas acumuladas por las adolescencias acolchadas de los últimos años. En el interior del confort familiar –ahora severamente castigado–, anidan tensiones generacionales que ya no pueden objetivarse mediante la vieja lucha contra los padres autoritarios.

Ese fenómeno es especialmente intenso en España por dos motivos. Los años de la turbo-economía socializaron el optimismo, alimentaron expectativas y fabricaron un porcentaje de licenciados universitarios similar al de Alemania. Generado ese capital de ilusiones, la crisis económica se ha gestionado contra los jóvenes para no debilitar de manera extrema la capacidad protectora de las familias. Las pensiones de los abuelos ayudan a sobrevivir a muchos padres y nietos. Ahora llega la factura. Lo vamos a ver el 20 de diciembre. España es el único país europeo en el que han aparecido partidos netamente generacionales. El corte de la intención de voto por grupos de edad es tajante. El voto de los hijos terribles moldeará el nuevo Parlamento.

1-XII-15, Enric Juliana, lavanguardia