el sistema electoral distorsiona los resultados a favor de los partidos grandes

Composición del Congreso de los Diputados actualmente si las elecciones se hubieran celebrado con un sistema de circunscripción única. Fuente: Diario digital La Información.La reforma de la ley electoral se ha convertido en uno de los puntos cardinales de cualquier pacto de gobierno. Sin embargo, después de 40 años con un sistema electoral que ha convertido a España en una de las democracias más estables del mundo, es lógico preguntarse: ¿para qué cambiar? Y la respuesta es que en el caso español los inconvenientes del bipartidismo han acabado por neutralizar sus eventuales ventajas. La ciudadanía lo dejó claro el pasado 20 de diciembre. Ese día, el veredicto de las urnas reventó las costuras del bipartidismo y sus mecanismos de perpetuación, entre ellos un sistema electoral sesgado, que favorece a los grandes partidos (y aún más a los conservadores) en detrimento de los medianos y pequeños.

De hecho, los registros del actual sistema son insostenibles. Y no hace falta remontarse a las cifras histó­ricas, que vienen otorgando una ­sobrerrepresentación de hasta 15 o más escaños al PP y/o al PSOE y una penalización incluso mayor a IU o a otras formaciones, como el extinto CDS. Es más, en el caso de los comicios del 2011, el PP obtuvo 186 diputados cuando en términos proporcionales le habrían correspondido 156 –30 menos–, o 167 en una circunscripción única estatal. Y pese a la fragmentación del voto, las últimas elecciones generales volvieron a reflejar un enorme sesgo a favor del PP (con una prima de 23 diputados), aunque también a favor del PSOE (13), mientras que Podemos obtuvo una cifra de escaños ligeramente por debajo de la que le hubiese correspondido por su porcentaje de voto (69 frente a 72). En cambio, Ciudadanos sufrió una penalización de diez escaños, e IU, de once.

Los modelos alternativos que reflejen el pluralismo sin conducir a la inestabilidad crónica son varios. Los más ambiciosos exigen la reforma de la Constitución, pues implican sustituir la provincia como circunscripción electoral. De entre ellos, el sistema más alabado por reunir “lo mejor de ambos mundos” es el alemán, de doble voto o “representación proporcional personalizada”: el primer voto decide la composición de la Cámara y qué partido gobernará el país, y el segundo elige al diputado que representa a los votantes en cada circunscripción. Ese parlamentario puede ser del mismo partido o de otro (y si sale elegido se resta de los escaños totales que obtiene cada lista). Además, el primer voto se escruta en una sola circunscripción de ámbito estatal y el resultado es muy proporcional (ver gráfico). En el caso del 20-D, ese método reduciría a 4 escaños la prima del PP y a 2 la del PSOE y Podemos, mientras que daría a IU igual porcentaje de votos que de diputados.

Aun así, esa notable proporcionalidad no ha impedido a Alemania ponerse por delante de España en la duración y estabilidad de sus gobiernos. La principal dificultad en el caso español sería la determinación de las fronteras de los distritos uninominales (un total de 175, la mitad de la Cámara, de hasta 260.000 electores), ya que la geografía electoral nunca es neutra. Por ello, algunos proponen ampliar el tamaño de las circunscripciones, para hacerlas más proporcionales al repartir más escaños. Es el caso de Podemos, que apuesta por circunscripciones autonómicas, pese a su notable heterogeneidad. La proyección en base a los resultados del 2015 suavizaría el sesgo actual, aunque lo haría más en beneficio de los partidos medianos con mayor implantación en las zonas urbanas (como Podemos y C’s), que de los pequeños, como IU (que sólo obtendría la mitad de los escaños que le corresponden).

Finalmente, el actual modelo podría mejorar la proporcionalidad sin tocar las provincias ni, por lo tanto, la Constitución. Para ello bastaría con sustituir el actual método de cálculo para la traducción de votos en escaños (sistema D’Hondt) por otro más proporcional, como el Hare. El principal problema de esta fórmula son las distorsiones que genera en la búsqueda de la proporcionalidad. El cálculo Hare evita la laminación de los partidos medianos y pequeños en las circunscripciones con pocos escaños, pero el resultado final puede presentar algunos visibles desequilibrios. Por ejemplo, a partir de los votos del 20-D este método dejaría al PP, Podemos y C’s con una cifra de escaños muy proporcional a su número de papeletas, pero no ocurriría lo mismo con el PSOE (que obtendría una prima de seis escaños mientras que IU seguiría por debajo de un resultado proporcional).

En definitiva, las fórmulas para mejorar la proporcionalidad del sistema electoral son muchas. Y los principales partidos deberían entender el mensaje de las urnas y huir del egoísmo a corto plazo. Mañana, el voto útil puede orientarse hacia otras formaciones y el sistema vigente se volvería entonces en contra de sus actuales beneficiarios.

28-III-16, C. Castro, lavanguardia