"‘Terroni’ contra un ‘polentone’", Quim Monzó

Hace días que en la prensa italiana rebota de un diario a otro la noticia de la revuelta de los funcionarios de un museo cercano a Nápoles contra su nuevo director. El motivo: que el hombre en cuestión, el boloñés Mauro Felicori, “trabaja demasiado” y eso les perjudica porque quiere que ellos dejen de remolonear el día entero.

El museo forma parte del complejo del Palacio Real de Caserta, en la Campania, que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad. Son doscientos treinta funcionarios. En la carta que dirigieron al ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, explican que, cada día, el nuevo director, de 64 años, llega al trabajo a las siete y media de la mañana. Se pasa todo el día y no vuelve a su casa hasta la noche: “El director permanece en el complejo hasta muy tarde, sin que nadie haya comunicado o preparado el servicio para esa estancia. Este comportamiento pone en riesgo todo el complejo”. Los fines de semana también va, se encierra en su despacho y sigue trabajando. Además, ha hecho que los vigilantes vuelvan a vestir de uniforme, como tiempo atrás. Y ha ordenado que desaparezca una prebenda que consiguieron hace años y que consiste en no trabajar los martes. Para colmo, ha echado a los vendedores ambulantes de souvenirs ilegales que se paseaban como Pedro por su casa y ha prohibido a los funcionarios que aparquen sus coches en los parques del palacio, que son una delicia para la vista. La carta tiene el apoyo de tres de los cuatro sindicatos con representación en el museo. Sólo se ha desmarcado y ha aplaudido las medidas del nuevo director la Confederación General Italiana del Trabajo, el sindicato más antiguo y más importante de Italia.

Desde que Mauro Felicori se ha hecho cargo de la dirección, el número de visitantes ha aumentado un 75% con respecto a febrero de hace un año, y los ingresos, un 105%. Felicori dice que la carta ha sido una bofetada y que, hasta que llegó, los trabajadores hacían lo que les parecía, porque nadie los controlaba. Añade que ahora la mayoría de los trabajadores –los que aprecian el trabajo que hacen– están más motivados, que se han acabado las horas extras y que el edificio está vigilado las veinticuatro horas del día. Para darle su apoyo, el primer ministro Matteo Renzi hizo el viernes el ya imprescindible uso de las redes sociales para anunciar que, si les pica, se rasquen: “¡Se ha acabado la juerga!”. Pobres funcionarios, fieles seguidores de El derecho a la pereza, de Paul Lafargue: “Para que el proletariado llegue a ser consciente de su fuerza hace falta que pisotee los prejuicios de la moral cristiana, económica, librepensadora; hace falta que vuelva a sus instintos naturales y que proclame los Derechos a la Pereza, mil y mil veces más sagrados que los tísicos Derechos del Hombre”. Cuando éramos jóvenes nos parecía un libro muy divertido, pero veo que estos funcionarios napolitanos se lo han tomado en serio.

9-III-16, Quim Monzó, lavanguardia