La Ruta de la Seda, el Collar de Perlas y la competición por el Índico (III de III)

domingo, 5 de mayo de 2013

La Ruta de la Seda, el Collar de Perlas y la competición por el Índico (III de III)

 

Una personalidad repelente ejerce una función social importante a la hora de unir a sus enemigos, y fue bajo la presión del barbarismo exterior que Europa alcanzó su civilización. Les pido, por tanto, durante un momento, que contemplen Europa y la historia europea como subordinada a Asia y la historia asiática, pues la civilización europea es, en un sentido muy real, el resultado de la lucha secular contra la invasión asiática.
 (Halford J. Mackinder, The Geographic Pivot of History). 


ÍNDICE
- LA RUTA DE LA SEDA Y LA RUTA DE LAS ESPECIAS
- EL PRIMER COLLAR DE PERLAS FUE PORTUGUÉS
- EL IMPERIO BRITÁNICO
- RUTA DE LA SEDA: BLOQUEADA DE NUEVO
- IMPORTANCIA ACTUAL DEL ÍNDICO
- INDIA
- PAKISTÁN
- IRÁN —EL ATAQUE GLOBALISTA CONTRA SIRIA Y LA IMPORTANCIA ABSOLUTA DE PENTALASIA EN EL GRAN TABLERO
- YEMEN
- SOMALIA
TERCERA PARTE
- CAMBOYA
- TAILANDIA Y CORTAR EL CUELLO DEL DIABLO —EL ISTMO DE KRA
- BIRMANIA (MYANMAR)
- BANGLADESH = CUELLO DE POLLO
- SRI LANKA —EL PUENTE DE RAMA
- RUTA DE LA SEDA VS. RUTA DE LAS ESPECIAS, O EURASIA VS. OCEANÍA
Las mitologías antiguas hablaban de un eje del mundo o "Axis Mundi", una especie de hilo que conectaba los distintos mundos y dimensiones, el cemento que los mantenía unidos, aquello que tenían en común. También existían monstruos mitológicos que atentaban contra él, como la serpiente marina Iormungand en la mitología nórdica. En las anteriores partes de este artículo vimos cómo en geopolítica existe también un Axis Mundi: se trata de la Ruta de la Seda, un árbol alrededor del cual florecieron ramas y raíces que abarcaban buena parte del continente eurasiático, tendiendo a vertebrar especialmente todo el mundo indoeuropeo. Existía incluso una lengua franca en la Ruta de la Seda: el yagnob, dialecto persa que toma su nombre de un recóndito valle del actual Tayikistán. Los monstruos marinos de nuestros días son las potencias periféricas del mundo a las que les ha tocado desempeñar una estrategia marítima. Estas potencias, al no poder dominar la Ruta de la Seda por tierra, deben sabotearla por mar, especialmente sembrando los espacios continentales de divisiones e inestabilidades territoriales (balcanización) y drenando sus mercancías a través del Índico (Ruta de las Especias). En esta lucha de rutas, la Ruta de la Seda tiende a darle importancia al Heartland eurasiático, y la Ruta de las Especias al Rimland y al Índico. 
Hoy, la existencia de virulentas guerras para salvaguardar los intereses económicos de una minoritaria camarilla de especuladores puede sonar a conspiranoia o a exageración, pero  sólo tenemos que pensar en los implacables conflictos que se producen en muchos de nuestros barrios por el control de unos pocos millones de euros de droga. Si cambiamos la droga por los hidrocarburos y otros recursos, y los millones de euros por docenas de miles de millones de euros, entonces entenderemos que haya en el mundo intereses lo bastante fuertes como para hacer que Estados y pueblos enteros vayan a la guerra, especialmente en un mundo donde la escala de valores que domina es la del beneficio material fácil, barato, inmediato y cortoplacista a cualquier precio. Esto se ve agravado por el hecho de que, en muchos lugares, las fronteras estatales parecen dibujadas por el mismísimo Diablo con el objetivo de perpetuar la inestabilidad y el conflicto y evitar el auge de bloques regionales organizadores y pacificadores. 
Como los medios de comunicación oficiales están controlados por bancos y multinacionales a las que no les interesa que ciertas cosas sean del dominio público (al contrario, su propaganda va claramente dirigida a sedar y estupidizar a las masas), el individuo que quiera estar al tanto de "lo que realmente pasa en el mundo" debe recurrir a fuentes alternativas, a menudo haciendo un gran esfuerzo para discriminar la información inútil en un mar de desinformación. En la última y más larga parte de esta serie de artículos, seguimos sin perder de vista que hemos salido de un siglo atlántico para entrar en un siglo indopacífico. Toca, por tanto, terminar de pasar revista a los Estados importantes en el dominio del Índico y de las antiguas rutas de la seda y de las especias. Examinaremos también los diversos proyectos estabilizadores que, oponiéndose a la amenaza de Globalistán y de la influencia caótica de las potencias periféricas del mundo, buscan solidificar las conexiones entre Oriente y Occidente. 
Demasiado a menudo queda evidente que en Eurasia hay un actor externo que hace todo lo que puede para promover la inestabilidad y evitar el ascenso de bloques soberanos y regionalmente hegemónicos. Sin embargo, esta "Eurasia" no es una unidad absoluta; tiene claras subdivisiones. Una de ellas, Europa, es una mera península de Asia, un continente patéticamente balcanizado y dividido, sembrado de nacionalismos, identidades, lastres culturales y viejas rivalidades absurdas que han agotado el valioso pozo genético de pueblos otrora fuertes y prometedores. Se trata de una tierra repleta de rompeolas geográficos, barricadas y fronteras naturales contra las vastas llanuras, estepas y mesetas de Asia ―el continente del gran vacío, de la tierra pura, de los grandes espacios, horizontes y poderes políticos. Históricamente, Europa es Grecia contra el Imperio Persa, los bosques y las montañas contra la estepa y el desierto, el Yang contra el Yin.
Un día, nuestro continente va a tener que elegir con qué "versión" de Asia quiere relacionarse, ya que, como declaraba Mackinder más arriba, Europa no puede sustraerse al Este. A Europa se le presentan varios interlocutores que gustarían de erigirse en intermediarios entre el Gran Oriente y el Gran Occidente: 
• El islamismo radical yihadista de la corriente sunnita-wahhabita-salafista. Esta vigorosa corriente social se pretende enseñorear de todo Oriente Medio, Noráfrica, el Mediterráneo, Europa, partes de India y China y buena parte del Sudeste asiático, cultivado y mimado cuidadosamente por los servicios de Inteligencia del eje atlantista, las petro-dictaduras árabes del Golfo Pérsico, las casas reales (incluyendo la española) y los servicios sociales de los países de la Unión Europea. En Europa, los gobiernos, multinacionales e instituciones bancarias parecen estar muy interesados en que la natalidad musulmana (así como de todas las etnias no-europeas) no sufra restricciones, generando gran cantidad de lumpen social y provocando que la influencia del fundamentalismo islámico se proyecte agresivamente hacia lo profundo de nuestro continente, mientras que la demografía del sustrato étnico europeo autóctono se deteriora a un ritmo peligroso para nuestra supervivencia. Con el objetivo de financiar la sustitución étnica de las razas blancas por razas oscuras, los gobiernos de la UE subvencionan (con los impuestos de los trabajadores europeos-étnicos, claramente discriminados en el acceso a las ayudas sociales) a las familias étnicamente no-europeas ―especialmente magrebíes, pero también subsaharianas, gitanas y andinas. La expansión del islamismo radical en Oriente Medio significaría que Oriente Medio se hace intratable, separando a Europa de Asia Oriental y obligándola a echarse al Atlántico como en la época del Imperio Otomano. 
• El Estado de Israel se nos presenta como un oasis de civilización, democracia y libertad, un muro de contención ante la barbarie yihadista, una brecha abierta en el mundo árabe, un grifo de petróleo saudí y gas natural qatarí, la única democracia y la única alternativa posible al islamismo radical en Oriente Medio. Aquí podemos incluir a los aliados regionales de Israel, como Jordania, Turquía, Marruecos, Albania o la provincia serbia de Kosovo, ocupada por terroristas de la UÇK albanokosovar, sostenida por Turquía, Estados Unidos y Reino Unido. La estrategia israelí, apoyada generalmente por la Anglosfera (EEUU, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y diversos aliados circunstanciales) parece ser polarizar Occidente entre Islam y anti-Islam, para envenenar para siempre las relaciones entre el Gran Occidente y el Gran Oriente, y para erigirse en el único interlocutor válido, así como en la única fuente de petróleo y gas natural, para Europa. Vale la pena recordar que "la primera línea de defensa de Europa ante el Islam" no es Israel, sino las Islas Canarias, Ceuta, Melilla, Kosovo, Chechenia, la Tracia turca y las zonas de non-droit (tercermundizadas y/o islamizadas) de la Unión Europea.
• La Federación Rusa es el único proyecto que representa verdaderamente la penetración de influencia europea hacia el núcleo duro de Asia. Podemos incluir a los aliados regionales de Rusia, como Siria, Líbano, Armenia, Irán, el chiísmo en general, las corrientes panarabistas, baasistas y nacionalistas laicas del mundo árabe y las importantes minorías cristianas de Oriente Medio (coptos en Egipto, caldeos en Iraq, maronitas y ortodoxos en Líbano y Siria, armenios en Irán y Siria, etc.), que son más antiguas que las comunidades musulmanas. 
Como hemos visto con anterioridad, las relaciones entre Europa y Asia se condensan en torno a la Ruta de la Seda, una malla de vías naturales que coincide grosso modo con los caminos tomados por los linajes genéticos paternos R1a y R1b para entrar en Europa hace muchos milenios ―quizás se trate de un camino que Europa deba desandar simbólicamente para reencontrarse a sí misma. Durante buena parte de su historia, la Ruta de la Seda estuvo dominada por medios de transporte como el camello, el caballo, el carro y las caravanas militarizadas. Esta forma de vida cristalizó en la formación de hordas y tropas altamente móviles (persas, hunos, mongoles, turcomanos, tártaros, etc.), que barrían toda Eurasia repentina y periódicamente para horror de los países situados en las márgenes marítimas del continente.
A finales del Siglo XIX y principios del XX, las caravanas se cambiaron por trenes y lo que horrorizaba a los geoestrategas británicos era que toda Eurasia pudiese auto-vertebrarse con una tupida red de ferrocarriles, fermentando un vasto espacio económico que atraería a los mercados chino e hindú hacia un centro de gravedad totalmente inaccesible para el poder marítimo, inutilizando la inmensa flota comercial y militar de Gran Bretaña y estableciendo una versión ferroviaria de la Ruta de la Seda. Tanto el ferrocarril Trans-Siberiano como la vía Berlín-Bagdad (especialmente la construcción del tramo sirio de dicha vía) fueron motivos de peso en el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial y de la revolución bolchevique de 1917.

Para ilustrar la importancia de la línea Berlín-Bagdad (en realidad Hamburgo-Basora), tengamos en cuenta lo siguiente. En 1914, si Alemania deseaba llegar a India, debía pasar forzosamente por la ruta del Canal de Suez (3 semanas de viaje) o, si éste era bloqueado, por el Cabo de Buena Esperanza (8 semanas de viaje). Ambas rutas estaban controladas por el Imperio Británico. Pues bien, el ferrocarril proyectado por el Káiser permitía hacer la misma ruta en sólo 8 días. En caso de conflicto armado con Reino Unido, Alemania podría colocar un ejército en las fronteras de India en menos de dos semanas.
Rusia estaba a punto de fermentar un espacio económico de extraordinario potencial en Siberia-Kazajistán-Mongolia (con ambiciones en Manchuria, Mongolia Interior, el Turquestán Chino, Tibet, Persia y Asia Central en general), y lo mismo estaban haciendo Alemania y Austria-Hungría en Europa del Este y Oriente Medio. Enfrentar a la superpotencia continental germana con la superpotencia continental eslava fue una obra maestra de la diplomacia del verdadero enemigo del continente: Reino Unido, o mejor dicho, la internacional financiera y plutocrática.
El presidente estadounidense Wilson describía la estrategia alemana como "lanzar un amplio cinturón de poder militar alemán y control político a través del mismo centro de Europa y más allá del Mediterráneo, hacia el corazón de Asia". El trazado de la vía férrea Berlín-Bagdad rompía el Rimland, coincidía en buena medida con la ruta tomada por los príncipes europeos para llegar a Tierra Santa durante la Primera Cruzada y en cierto modo desandaba el camino emprendido por el Neolítico danubiano para entrar en Europa. El verdadero objetivo de la vía férrea Berlín-Bagdad, financiada por el Deutsche Bank, era conectar el puerto alemán de Hamburgo (Mar del Norte) con el puerto iraquí de Basora (entonces parte del Imperio Otomano), en el Golfo Pérsico, a las puertas de las posesiones británicas y a un tiro de piedra de otro país germanófilo peligrosamente clave: Persia. Esta ruta habría sido mucho más corta, rápida y segura que la británica, y por ello entraba en mortal conflicto con Reino Unido. Rusia también buscaba salir al Mediterráneo, rodear Turquía y conectarse con Serbia, Grecia, Chipre y Siria. Los proyectos alemán y ruso entraban en conflicto en Estambul y, en menor medida, Chipre y Siria. Para evitar que Estambul cayese bajo el control de una superpotencia eurasiática (que podría utilizar el Mar Negro para fermentar una vasta flota y lanzar campañas de guerra submarina contra el Levante y el canal de Suez), el geoestratega británico Mackinder sugería "internacionalizarla" de alguna manera tras la Primera Guerra Mundial. Podemos imaginarnos la bestial influencia que habría tenido sobre la historia del mundo un control alemán del Golfo Pérsico y sus recursos energéticos, o una guerra entre Alemania y Gran Bretaña en las actuales Kuwait, Iraq e Irán. Asimismo, Bagdad era clave para el Imperio Británico: de ahí habían salido muchos agentes (como la familia Sassoon) importantísimos en la expansión del poder británico en Asia Oriental. 
Tras el fin de la Guerra Fría, el Gran Oriente y el Gran Occidente volvieron a interaccionar tímidamente, a pesar de la desestabilización causada por la caída de la URSS. Los primeros conatos de esta interacción (Iraq y Yugoslavia) son sofocados duramente por Londres y Washington mientras Rusia, plenamente inmersa en el caos de la era Yeltsin, está demasiado débil como para reaccionar. Con la lenta reconstrucción del poderío ruso a partir de 1999, el fantasma de la Ruta de la Seda ha vuelto, esta vez bajo la forma de oleoductos y gasoductos, que tienden a normalizar las relaciones entre países y que suelen anunciar carreteras, ferrocarriles, tratados comerciales, alianzas militares y la constitución de espacios económicos y bloques geopolíticos. Hoy, el pánico de las potencias marítimas tiene que ver con estos corredores, que canalizan los jugosos recursos energéticos de ciertas regiones a través de vías a menudo muy alejadas del mar, y no sólo en Rusia, sino también en torno a China. Tanto Estados Unidos como Reino Unido e Israel contrarrestan esta "amenaza" cultivando inestabilidades territoriales y grupos terroristas (como están haciendo ahora mismo en Siria) para romper los eslabones estratégicos de la gran cadena eurasiática, y creando sus propios oleoductos y gasoductos, que desembocan invariablemente en Estados y/o espacios marítimos controlados por ellos, rodeando expresamente a sus rivales geopolíticos.
En este contexto, vale la pena que le prestemos una atención exquisita al Gasoducto Islámico, un herético proyecto iraní que el eje Londres-Washington-Tel Aviv quiere sabotear cueste lo que cueste: 
El Gasoducto Islámico actuaría como aglutinador de un nuevo imperio persa que conectaría a Europa con India y China, al Golfo Pérsico con el Caspio y el Mediterráneo, al Heartland continental con los puertos del Sur eurasiático y al espacio turcomano y ex-soviético con el mundo árabe. El hecho de que el gasoducto desemboque en la costa siria, al lado de bases militares rusas, y que esté gestionado por el gigante estatal gasero ruso Gazprom, significa que Rusia dominaría todo este mercado y que el incipiente imperio persa-chiíta, intermediario entre Occidente y Oriente, sería "rusificado", obteniendo Moscú sus anheladas salidas a mares cálidos (Mediterráneo, Golfo Pérsico e Índico) y, si añadimos el gasoducto South Stream, recreando la historia de los imperios macedonio y bizantino. De completarse el Gasoducto Islámico, los grandes perdedores regionales serían Qatar, Arabia Saudí, Israel, Turquía y Jordania. En su tramo desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo, el gasoducto transportaría 110 millones de metros cúbicos de gas, de los cuales el 25% serían consumidos por los países de tránsito y el resto por Europa. Bandar Abbas, ciudad costera iraní que ocupa una estratégica posición en el centro del gasoducto y presidiendo el estrecho de Hormuz, es un enclave con importante presencia tanto rusa como china. 
Antes de poder concluir esta serie de artículos, es necesario repasar otros importantes Estados del Índico, de la Ruta de las Especias y del Collar de Perlas chino, sin los cuales no se pueden entender los tiempos del verdadero gran partido que se está jugando en el mundo, a espaldas de los pueblos pero afectándoles muy directamente.  

CAMBOYA
Las montañas de cráneos de represaliados de la era de Pol Pot y el Jemer Rojo demuestran que muchas cosas desagradables han tenido que ocurrir para que hoy Camboya albergue una perla del collar chino o para que podamos comprar un chándal Adidas made in Cambodia por mano de obra cuasi-esclava hacinada en sweatshops (factorías insalubres). 
Camboya se encuentra en una encrucijada en la que nació un gran reino medieval, el Imperio Jemer, que desde el centro religioso de Angkor dominó la mayor parte de la Península Indochina, ejerciendo de bisagra entre tres espacios marítimos distintos: el Mar de Andamán (parte del Golfo de Bengala, a su vez parte del Índico), el Golfo de Tailandia y el Mar del Sur de China. El antiguo Estado camboyano era, por tanto, una alternativa terrestre a la ruta marítima del estrecho de Malaca (actual Singapur).
Durante la era colonial, el Sudeste Asiático fue el escenario en el que coincidieron varias superpotencias: China, Francia y Reino Unido. En la Segunda Guerra Mundial, Japón entró en la región de una manera increíblemente violenta. Los japoneses permitieron en 1941 que el gobierno colonial de la Francia de Vichy (aliada con Alemania) conservase el control y los franceses del Eje incluso permitieron que las tropas japonesas recorrieran la Indochina Francesa y acantonasen 25.000 hombres en Vietnam del Norte. En Marzo de 1945, tras la derrota de la Francia de Vichy, los japoneses tomaron brevemente el control de Indochina, establecieron un estado títere en Camboya, desarmaron a las fuerzas francesas y pusieron fin a la romanización del idioma jemer (o khmer), revirtiendo su escritura a los caracteres tradicionales. La Francia aliada tomaría el control en Octubre, pero su influencia no volvería a ser la misma y el idioma jemer no volverá a escribirse con caracteres romanos. 
Camboya perteneció a Francia hasta que obtuvo, junto con el resto de la Indochina Francesa, su independencia en 1954, en buena parte gracias a las presiones del Vietminh ―una guerrilla comunista que, liderada por Ho Chi Minh, había sido apoyada por Washington para luchar contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Más adelante, el Vietminh se convertiría en el Vietcong, en una historia que nos recuerda inevitablemente al movimiento muyaidín, mutado en movimiento talibán.
Aun después de 1954, la ex-Indochina Francesa continuó formando parte del patio trasero geopolítico de Francia hasta que, en 1966, la escalada de intervencionismo estadounidense en la región (establecimiento del gobierno títere de Lon Nol en Vietnam, conscripción de medio millón de camboyanos para luchar contra Vietnam del Norte) marcó el principio del fin del poder de París en la zona. La intervención de Washington en el antiguo imperio francés nunca fue del agrado del dictador De Gaulle, que ese mismo año de 1966 se salió de la OTAN, dejó de hacer pruebas atómicas en el desierto de Argelia y comenzó a hacerlas en la Polinesia francesa, sin duda en parte como toque de atención a Washington: la República es una fuerza a ser tenida en cuenta en la región de Asia-Pacífico. Cada vez más, los intereses de Francia coincidían con los de la URSS: luchar contra la influencia estadounidense y china en la zona. Franco, en virtud de su afinidad por la Francia degaullista, se negó a intervenir militarmente en Vietnam. 
En 1969, el presidente Nixon y su cerebro geoestratégico Henry Kissinger hicieron entrar a la Fuerza Aérea de los EEUU en el espacio aéreo de la región… sin la aprobación del Congreso. En los subsiguientes cuatro años, la USAF lanzó 280.000 bombas sobre Camboya ―el equivalente a 25 Hiroshimas. En total, EEUU lanzó más toneladas de explosivos sobre Camboya que durante toda la Guerra de Corea o en todas las operaciones del Teatro Pacífico (incluyendo Japón y ambas bombas atómicas) durante la Segunda Guerra Mundial. Oficialmente, el objetivo era atacar bases de suministro de Vietnam del Norte, pero en realidad los bombardeos tuvieron el efecto de neutralizar a Camboya como Estado: murieron 750.000 camboyanos y el 75% del ganado del país, fueron destruidas el 40% de las carreteras y el 30% de los puentes (algo particularmente grave en un país tan fluvial, la destrucción de puentes lo convirtió en un archipiélago de facto), y el incipiente sector industrial camboyano fue estrangulado en su cuna. Las cosechas de arroz degeneraron y una catastrófica hambruna, seguida de enfermedades, se apoderó del pequeño país.
Bombardeos estadounidenses en Camboya. En total, 113.716 lugares bombardeados por la USAF. Las municiones no-explosionadas (UXOs) siguen siendo un peligro en Camboya a día de hoy. La franja bombardeada sugiere que se pretendía crear una "zona muerta" estéril en la frontera del Este para evitar la expansión de la influencia vietnamita (por ende soviética) hacia Camboya y Tailandia. La dictadura de Pol Pot no fue más que una prolongación política y económica de esta estrategia militar estadounidense, que seguramente ahorró millones de dólares en bombas. Las mismas fronteras estatales de Indochina parecen concienzudamente trazadas para promover la balcanización territorial y especialmente dividir el recorrido del río Mekong, que viene a ser una salida natural de China. 
Raramente se nos brinda una interpretación clara acerca de los acontecimientos que rodearon el ascenso al poder de Saloth Sar (conocido como Pol Pot) en Camboya. Cuando EEUU se retiró de Vietnam en 1975, el país comenzó a caer bajo la influencia de la URSS, cambiando desde su anterior referente, China (aliada de EEUU). Salió de la sombra en Camboya una extraña guerrilla comunista, el Khmer Rouge (o Jemer Rojo), que era virulentamente anti-vietnamita. Pol Pot, el obscuro jefe del movimiento, era claramente un agente del exterior cuyo interés era neutralizar Camboya como Estado fuerte, convirtiéndola en un agujero negro geopolítico y patio trasero de Tailandia ―a su vez patio trasero de EEUU. Pol Pot parecía simplemente ser el continuador de la política seguida por los bombardeos estadounidenses en 1973: bajo sus instrucciones, Camboya desmanteló todo su potencial industrial, sus ciudades, vías de comunicación, su red eléctrica, aniquiló a la intelligentsia (especialmente francófona) del país (bastaba tener gafas o saber hablar francés para ser detenido y ejecutado), hizo matanzas de católicos, llevó al cabo masacres arbitrarias, torturó y asesinó hombres, mujeres y niños sin distinción y exterminó, directa o indirectamente, a un tercio del pueblo camboyano en tan sólo cuatro años de terrorismo de estado. El enfermizo gobierno de Pol Pot fue expulsado en 1979 por el ejército vietnamita, cansado de lidiar con razzias polpotistas en su territorio, y los jemeres rojos escaparon a las selvas del Oeste. 
El resultado de las ejecuciones políticas, las torturas, el trabajo forzado, las enfermedades, el fanatismo y el hambre de la era de los jemeres rojos: entre 2 y 3 millones de muertos en sólo cuatro años. Nótese en la foto de arriba el fusil de asalto estadounidense M-16, procedente de la época en la que Washington utilizaba camboyanos conscriptos para luchar contra Vietnam del Norte. Muchos jemeres rojos eran adolescentes ex-niños soldado, embrutecidos tras una vida entera de guerra y fácilmente manipulados por la cúpula polpotista. El genocidio camboyano nunca tendrá en Hollywood el eco que han tenido otros genocidios históricos. 
Sin embargo, la pesadilla jemer no se esfumó aquí. En 1980, Estados Unidos estaba financiando en secreto a los jemeres rojos en la frontera de Tailandia. La magnitud de estas ayudas (como mínimo 85 millones de dólares entre 1980 y 1986) se conoció gracias a la correspondencia entre Jonathan Winer, abogado del Congreso de EEUU, y la Vietnam Veterans of America Foundation, así como al periodista australiano John Pilger. Washington también apoyó a los jemeres rojos en las Naciones Unidas: aunque el gobierno de Pol Pot había sido derrocado en 1979, gracias a la ayuda estadounidense, sus representantes continuaron ocupando el asiento de Camboya en la ONU. EEUU incluso presionó para que la "comunidad internacional" reconociese a los jemeres (que dominaban el 10% del territorio y de la población de Camboya) como refugiados, contraviniendo una convención de la ONU según la cual los sospechosos de crímenes contra la humanidad no pueden gozar de tal estatus. Washington mandó a personal de alto rango de la CIA para apoyar a Pol Pot en la selva, pasándole un mínimo de 5 millones de dólares anuales. Otros países que apoyaron la presencia de los jemeres rojos en la ONU fueron China, Reino Unido (cuyas fuerzas especiales SAS, visiblemente asqueadas, habían entrenado a los jemeres rojos durante años en sabotaje, enterramiento de minas y supervivencia en la selva), Australia y los países de la ASEAN (Singapur, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia ―a partir de 1984, también el petro-sultanato de Brunei, que había sido colonia británica hasta entonces) y de la Comunidad Económica Europea, a su vez presionados por la OTAN. El delegado británico, Lord Peter Carrington [1], secretario de Estado de Thatcher, llegó a declarar que Londres apoyaba a Pol Pot como gobernante legítimo del "pueblo jemer". En Julio de 1985, George Shultz, Secretario de Estado de Washington, pidió apoyo para los continuos ataques de los Jemeres Rojos en Camboya.
Dos de los muchos responsables directos de lo que sucedió en Camboya bajo Pol Pot. Izquierda: George Shultz, Secretario de Estado del presidente Nixon. Derecha: Lord Carrington, Secretario General de la OTAN y ostentador de varios cargos políticos relacionados con la política exterior en Reino Unido entre los años 60 y 80. 
EEUU también creó el KEG (Grupo de Emergencia Kampucheana) en la embajada estadounidense de Bangkok para distribuir ayuda humanitaria en los campos de refugiados de la frontera tailandesa, controlados férreamente por los jemeres. El KEG, oficialmente una organización humanitaria, era en realidad una tapadera para un proyecto del Departamento de Estado de EEUU cuyos directores eran oficiales de la CIA con años de experiencia en el Sudeste Asiático. A través de la World Food Program y del ejército tailandés, los jemeres recibieron 12 millones de dólares de comida, de la que se beneficiaron 20-40.000 guerrilleros según Richard Holbrooke, asesor del Secretario de Estado para Asia. Dos trabajadores humanitarios, Linda Mason y Roger Brown, escribirían después que "El Gobierno de EEUU insistió en que los jemeres rojos fuesen alimentados". 
En 1981, el geoestratega Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional del presidente Carter, declaró "Yo animé a los chinos a que apoyasen a Pol Pot. Pol Pot era una abominación, nosotros nunca podríamos apoyarlo, pero los chinos sí". EEUU, añadió, había "guiñado un ojo públicamente" mientras China y Tailandia mandaban armas a los jemeres rojos.
Reveladoramente, Pol Pot había estudiado en la universidad de la Sorbona en París, donde era fuerte la infiltración de movimientos trotskistas y maoístas financiados desde Washington y que no tenían absolutamente nada que ver con el Kremlin. Este tipo de movimientos, dirigidos contra la dictadura de De Gaulle en Francia ―hostil a EEUU―, son los que desembocaron en el Mayo del 68 y en la religión del progresismo, el multiculturalismo, el feminismo y la "corrección política". 
Tras la expulsión de los jemeres en el 79, Phnom Penh estaba bajo el control de un régimen pro-vietnamita. El ejército vietnamita había acorralado a los terroristas en la selva, impidiendo el regreso de Pol Pot. Pero la ONU, reconociendo hipócritamente a los jemeres como únicos gobernantes legítimos y rechazando al nuevo régimen pro-vietnamita (por tanto pro-soviético), decretó inauditamente un embargo total sobre Camboya. La nueva Camboya "des-jemerizada" fue excluida de todos los acuerdos de comercio internacional, se bloqueó la ayuda humanitaria, se prohibió que UNICEF y la Cruz Roja entrasen en el país, y en EEUU hasta llegaron a negarse permisos para mandar juguetes y libros a Camboya. Ningún Estado, ni siquiera Corea del Norte, fue tan claramente excluido de las ayudas humanitarias de la ONU en toda la historia como lo fue Camboya. A su lado, Palestina era un paraíso de las buenas relaciones internacionales. El único país que protestó en la ONU por este estado de cosas fue la URSS, que poseía dos importantes bases militares en Vietnam (Da Nang y Cam Ranh) y que sostenía las operaciones vietnamitas en Camboya. Hanoi, por su parte, estaba dispuesto a retirarse de Camboya… a cambio de que China y la OTAN dejasen de apoyar a Pol Pot y de que Tailandia dejase de proporcionar santuarios a los jemeres rojos [2]. Vietnam fue condenado por la "comunidad internacional" y hasta sufrió una invasión china de castigo. Desde las selvas, los jemeres seguirían organizando razzias en las que desestabilizaban el territorio y robaban grandes cantidades de madera para venderlas al extranjero. Según el mismo presidente chino Deng Xiaoping, la estrategia era "desangrar a Vietnam". 
Indudablemente, Washington quería cultivar Camboya como una especie de estéril Corea del Norte en el Sudeste asiático, un agujero negro geopolítico cuyo fin era interrumpir el flujo natural de influencias y mercancías, evitar que el poder de la URSS se expandiese más de la cuenta, atenazando potencialmente tanto a China como a Singapur, chocando con Tailandia (esfera de influencia estadounidense) y controlando ciertas ramas secundarias de la Ruta de la Seda que serían vitales para las exportaciones chinas en décadas posteriores. A EEUU no sólo no le molestó en absoluto la dictadura de Pol Pot ―que era anti-soviética, anti-vietnamita y pro-china―, sino que de hecho le convino.
Camboya repitió por tanto el macabro espectáculo que ya había tenido lugar con los bolcheviques en Rusia, las milicias del Frente Popular y las "brigadas internacionales" en España, los maoístas en China, los muyaidines en Afganistán, los "contras" en Nicaragua, los tigres tamiles en Sri Lanka, la UÇK en Kosovo u hoy en día con los narcos en Iberoamérica, el movimiento budista rakhine en Birmania y Al-Qaeda y otros grupos del "yihadismo salafista internacional" en el mundo musulmán: la financiación, lavado de cerebro y apoyo activo a un reducido pero violento y fanático grupo de criminales para desestabilizar un Estado y hacerle el trabajo sucio al eje Londres-Washington-Tel Aviv ―o, lo que es lo mismo, a la Finanza Internacional. Pol Pot se convirtió en uno más de un largo rosario de dictadores sanguinarios apoyados por Estados Unidos, desde Suharto en Indonesia hasta Mobutu en Zaire, junto con una ristra de tiranos iberoamericanos… muchos de ellos graduados en la US Army School of the Americas.  
Verdugos de Camboya apoyados tanto por EEUU como por China. Izquierda: Pol Pot. Derecha: Kang Kek Iev, alias Duch, director de varias cárceles, incluyendo la famosa S-21, donde se interrogaba y ejecutaba a los enemigos del régimen. 
La ayuda del atlantismo a Pol Pot no se limitó a alimentar y entrenar a sus tropas o a proporcionar inmunidad diplomática a sus delegados a lo largo de los años 80. En 1991 ―mientras la URSS se desintegraba y EEUU atacaba el Iraq de Saddam Hussein― Washington y la Subcomisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, como parte del "esfuerzo de paz" en Camboya, garantizaron a los jemeres rojos que no serían juzgados por sus crímenes. Objetivo: favorecer una "transición" pacífica. Los diplomáticos de la ONU, EEUU y Australia se escudaban en la supuesta fuerza del Jemer Rojo para incluirlo en los planes de Camboya: no podemos dejar fuera de los acuerdos a un grupo armado de 40.000 hombres o el conflicto se prolongará. Bajo el acuerdo de paz de París de 1991, las tropas vietnamitas se retiraron del país, a los jemeres se les permitió volver a Phnom Phenh y hasta se les concedió de un cuarto a un tercio de la extensión rural de Camboya. 
La Unión Soviética, en pleno proceso de disolución, no estaba en condiciones de intervenir. A cambio de estas concesiones, los jemeres aceptaron no participar en las elecciones: ahora de repente, para la prensa internacional y para los diplomáticos atlantistas, los jemeres estaban "acabados" y "debilitados más allá de toda esperanza". Entretanto, se convirtieron en uno de los grupos terroristas más ricos del mundo, vendiendo grandes extensiones de las selvas y yacimientos de piedras preciosas de Camboya al gobierno tailandés, así como estableciendo cuatro grandes bases en Tailandia… protegidas por soldados tailandeses. Camboya se abrió a los "inversores internacionales" como plataforma de mano de obra barata y el dinero extranjero comenzó a fluir a raudales por el país ―aunque sólo una reducida oligarquía local, a menudo de perfil ex-jemer, se ha forrado con ello. 
La siempre difusa "comunidad internacional" puso al frente del país a Hun Sen, un  antiguo comandante jemer renegado, acusado por Amnistía Internacional de asesinar y torturar a miles de prisioneros con descargas eléctricas, hierros al rojo y bolsas de plástico. Bajo el liderazgo de Hun Sen, dictador de facto, Camboya está siendo efectivamente convertida en una provincia de Globalistán. Aproximadamente la mitad del país (incluyendo tierras alrededor del antiguo complejo arqueológico de Angkor Wat, las costas arenosas, los edificios coloniales de Phnom Phenh y las islas del suroeste) ha sido vendido a inversores extranjeros, desplazando a 700.000 personas de sus hogares y obligándoles a convertirse en proletarios neo-esclavos de las multinacionales globalistas. El neoliberalismo extremista del Partido del Pueblo Camboyano (CPP por sus siglas inglesas) permite que en Camboya se formen compañías 100% extranjeras que compren tierras camboyanas sin más, cosa que no sucede ni siquiera en paraísos esclavistas como Tailandia o Vietnam, donde los extranjeros sólo pueden ser accionistas minoritarios de la especulación de tierras y similares maniobras. Las tierras han pasado principalmente de las manos de agricultores de subsistencia a grandes agronegocios tailandeses, estadounidenses y británicos. Camboya entera está siendo privatizada bajo la mirada del Banco Mundial, y aquellos que se oponen han sido golpeados, encarcelados, asesinados y/o sus casas quemadas. Esta campaña de saqueo no ha sido condenada ni por EEUU, ni por China, ni por los países de la ASEAN.
Al fin EEUU y China tienen en Camboya un patio trasero al que pueden saquear impunemente. Obama y Hu Jintao estrechan manos con el dictador camboyano Hun Sen.
China, antigua enemiga de Camboya, también ha entrado fuertemente en el país. Además de construir infraestructuras de transporte, obviamente orientadas a mejorar el flujo del comercio chino, Beijing ha incorporado Camboya a su Collar de Perlas. El emplazamiento escogido ha sido las islas Kampong Som y el parque nacional de Ream, en la provincia de Sihanoukville. En estos lugares, China ha invertido grandes cantidades de capital para mejorar el acceso a puertos y ha empleado el atractivo de la biodiversidad para emprender la construcción de infraestructuras turísticas. Probablemente, Beijing alberga la esperanza de que Sihanoukville se convierta en una estación intermedia entre el Mar del Sur de China y el estratégico istmo de Kra y/o el proyecto birmano de Dawei, que veremos más abajo.
Pol Pot fue detenido en 1997 y murió un año después durante su laxo castigo: arresto domiciliario, una pena mucho más suave que la que le puede caer a un ciudadano español de hoy en día por ejercer su derecho a la legítima autodefensa. Hoy, los medios de comunicación se complacen en presentarnos al tirano como un monstruo ―lo cual es cierto, pero también peligroso, ya que Pol Pot era un agente. Obcecarnos con él hace que nos olvidemos de los verdaderos monstruos: sus promotores con corbata en Washington, Londres, Hong Kong, Beijing, Singapur, Canberra, Brunei, Bangkok, Bonn, Estocolmo y otros centros del poder globalista de entonces.
TAILANDIA Y CORTAR EL CUELLO DEL DIABLO EL ISTMO DE KRA
A menudo se dice que, en este Globalistán fraguado poco a poco a golpe de guerra, atentados terroristas e ingeniería social, hay macro-regiones especializadas por sectores económicos. Occidente representaría el mundo consumidor, el Tercer Mundo la fuente de materias primas, Asia Oriental (o Estasia) el sector industrial, etc. Si esto es así, entonces sin duda al antiguo reino budista de Siam le corresponde ser el puticlub del mundo y el paraíso de todas las tendencias sexuales bordeando la legalidad, desafiando a la Naturaleza o saltándose ambas a la torera con un fajo de billetes en la mano. Como en el caso de Camboya, han tenido que pasar muchas cosas para que esto sea así.
Durante la época colonial, Tailandia ("Siam") fue, junto con Abisinia y Persia, de los pocos países no-occidentales que conservaron su soberanía bajo una monarquía tradicional. Probablemente, tanto los ingleses (desde Birmania) como los franceses (desde Indochina) consideraron oportuno no anexionar Tailandia a sus respectivos dominios para que hiciese de Estado-amortiguador que aliviase la tensión entre Reino Unido y Francia en la zona, impidiendo un conflicto armado.
En 1941, el primer ministro de Tailandia Plaek Pibulsonggram (formado militarmente en Francia y mejor conocido como Phibun) permitió que los japoneses transitaran por su territorio para alcanzar los dominios británicos en Birmania y Malasia, llegando por primera vez al Índico y acercándose peligrosamente a Singapur y el estrecho de Malaca. Tailandia firmó un tratado militar con un protocolo secreto, en virtud del cual Japón la ayudaría a recuperar territorios perdidos a los franceses (en Camboya) y a los ingleses (en Malasia y Birmania). En 1942, Tailandia entró en la Segunda Guerra Mundial del lado japonés y ese mismo año Singapur fue tomada por el Imperio Japonés. Winston Churchill calificó el evento como "el peor desastre y la mayor capitulación en la historia británica". En 1945, tras la derrota de Japón, entraron en Tailandia soldados británicos e hindúes a asegurar la zona.
Durante la época de la Guerra de Vietnam,  el capital y la influencia estadounidenses entraron en Tailandia produciendo una modernización del país y disolviendo poco a poco sus antiguas tradiciones. En unas décadas, se consumó lo que en Europa había tardado siglos y milenios. El mundo urbano creció exponencialmente a costa del mundo rural y la capital Bangkok multiplicó su población varias veces. Desde entonces hasta ahora, Tailandia ha pasado por una mareante sucesión de disturbios, golpes de Estado y cambios políticos patrocinados por el extranjero, incluyendo la represión por parte del ejército de un movimiento estudiantil en 1973, y en 2010 una "revolución espontánea" (la de las "camisas rojas") completa con francotiradores ejerciendo de agents provocateurs, en plena sintonía con las espontáneas "revoluciones de colores" orquestadas por Washington en toda Eurasia.
La tendencia de Bangkok en los últimos años ha sido bascular lentamente hacia China, algo lógico teniendo en cuenta la proximidad geográfica y que Tailandia es más de la órbita de "Estasia" que de ninguna otra ―aunque sus relaciones con India e Irán también son fuertes. En Enero de 2012, Tailandia reconoció a Palestina como Estado independiente. Aun así, Bangkok sigue siendo víctima de la relación amor-odio entre Washington y Beijing, sigue ofreciendo a su población como mano de obra barata para las multinacionales occidentales y, en cuanto a China, su principal interés en el país es "cortar el Cuello del Diablo".
El "Cuello del Diablo" es el nombre local del istmo de Kra, que separa a la Península Malasia (incluyendo Singapur) del resto de Indochina y al Océano Índico del ultra-estratégico y geopolíticamente tenso Mar del Sur de China, denominado por los estrategas del Pentágono como una de las "cajas de batalla" (battle-boxes) de China. Si hay un espacio "indo-pacífico" por excelencia, es sin duda todo lo que hay desde el comienzo del istmo de Kra hasta Singapur.
Como vimos en las anteriores entregas de este artículo, China (también Japón, Corea del Sur y Taiwán) depende desesperadamente del Estrecho de Malaca, especialmente en lo que respecta a sus importaciones petroleras (ver aquíaquí y aquí). El estrecho es, desde la época de la Ruta de las Especias, un chokepoint (punto de paso obligado o cuello de embudo) para el tráfico comercial marítimo, por lo que a principios del Siglo XIX cayó en manos de ―cómo no― la Compañía Británica de las Indias Orientales. Singapur se conectó rápidamente con otros enclaves comerciales británicos en Sudáfrica, Egipto, el Golfo Pérsico, Yemen, India, Hong Kong y Shanghai. Organizado por la familia Sassoon, el opio fluyó a toneladas hacia los puertos chinos causando inestabilidad social y cruentas guerras. En 1897, el Imperio Británico y la monarquía siamesa llegaron a un acuerdo para no construir un canal en Tailandia, a fin de proteger la posición dominante de Singapur. Hoy, Singapur sigue siendo de facto un enclave comercial británico, un centro de Inteligencia y uno de los más importantes centros financieros del mundo, pero su estatus depende de que el tráfico comercial chino pase por el estrecho de Malaca.
Una búsqueda de imágenes del puerto de Singapur nos dará una idea de la importancia de este extraño enclave. La ciudad-estado de Singapur es un eslabón más en la larga y antigua cadena de influencia del Imperio Británico en Asia. Ejerciendo de bisagra entre el Índico y el Pacífico en un estrecho cuello de botella que canalizaba todo el tráfico comercial, Singapur cayó en manos de los ingleses y en 1845 se estableció la primera logia masónica. Desde Singapur, se estrecharon lazos con Hong Kong y Shanghai. Los Sassoon, una familia de judíos baghdadíes, inundaron China de opio a través de Singapur, con la ayuda de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Nótese el edificio del centro: se trata del banco británico HSBC (Hongkong-Shanghai Banking Corporation). HSBC se fundó con capital procedente del tráfico de opio [3] y tuvo un peso decisivo en muchos acontecimientos de Estasia (Asia Oriental) desde la época colonial. Tras las Guerras del Opio, el Imperio Británico estrechó lazos con varias sociedades secretas chinas de siglos y hasta milenios de antigüedad ―las tríadas, o mafia china, así como otros muchos grupos, nacieron de esta interacción. La China capitalista-mercantil moderna es el resultado directo de la influencia del comercio británico en China tras las Guerras del Opio.
El estrecho de Malaca es la lifeline, o línea vital, de las economías asiáticas (China, Japón, Corea del Sur, Taiwán, etc.). En su zona más crítica (el estrecho de Singapur), el estrecho no es muy profundo (25 m) y el tamaño máximo para que una nave pueda transitar por él se llama Malaccamax. Algunos barcos (particularmente algunos petroleros y transportes de contenedores) exceden el Malaccamax y deben emplear otros estrechos. Como el cercano estrecho indonesio de Sunda (donde está situada la capital indonesia de Yakarta) es aun menos profundo (20 m), los barcos más mastodónticos emplean otros estrechos indonesios, como Lombok. Ello añade kilómetros a la ruta, aumentando los costes de transporte y por tanto el precio final del producto transportado. Esto no deja de ser un lastre para las codiciosas empresas capitalistas, cuyo objetivo es recortar costes al máximo para ofrecer un producto lo más barato posible y forrarse en el proceso.
China estableció su Collar de Perlas para dar seguridad a su tráfico marítimo, pero también intenta desesperadamente aliviar un poco su enorme dependencia del estrecho de Malaca para que sus mercancías y fuentes de energía no transiten por un grifo controlado por el atlantismo. Ha intentado sacar rutas terrestres (especialmente a través de Pakistán y de Myanmar) que sobrepasen Singapur, pero parece que todos sus intentos de salir al Océano Índico son rápidamente frustrados por el atlantismo, en la forma de desestabilizaciones territoriales o tratados diplomáticos. Eso le deja a China la opción de crear un nuevo estrecho de Malaca bajo su control: excavando un canal en el Istmo de Kra. La otra opción sería establecer puertos, refinerías, terminales de gas natural, etc., a ambos lados del istmo, y conectando dichas instalaciones mediante un corredor comercial que incluiría un gasoducto, un oleoducto, una vía férrea y una autopista. El proyecto del corredor tendría una longitud de 44 km, una anchura de 500 m y constaría de dos autopistas, una para cada sentido, separadas entre ellas 150 metros por una vía férrea, un oleoducto y un gasoducto. De tal modo, las mercancías podrían saltar desde el Mar de Andamán (Índico) al Golfo de Tailandia (Pacífico). El proyecto de corredor comercial se encuentra actualmente estancado debido a… preocupaciones medioambientales. 
Click para agrandar. Proyectos para un canal y/o corredor comercial en el Istmo de Kra. Los grandes perjudicados regionales: Malasia, Indonesia y especialmente Singapur, por tanto, indirectamente Reino Unido y Estados Unidos. La idea de un canal en Tailandia es tan antigua como el rey siamés Narai el Grande, que en el Siglo XVII ya mantenía relaciones diplomáticas con Francia y le pidió al ingeniero francés de Lamar que investigase la posibilidad de llevar al cabo la obra. En 1897, el Imperio Británico y la monarquía siamesa acordaron no construir un canal para proteger la posición dominante de Singapur.
Este proyecto le restaría importancia a Singapur de modo similar a como Suez se lo restó a Ciudad del Cabo, el canal de Panamá al estrecho de Magallanes o el canal de Kiel a Dinamarca. En sus diversas versiones, el canal/corredor tailandés ahorraría, con respecto a Malaca, entre 960-1300 km (de uno a tres días) de ruta entre el Índico y el Pacífico. Según su profundidad, ahorraría 2.500-3.000 km (cuatro-cinco días) con respecto al estrecho de Sunda y 3.000-3.500 km (cinco-siete días) con respecto al estrecho de Lombok. Los proponentes afirman que un oleoducto recortaría los costes de transporte petrolero a Asia 0.50 dólares por barril de petróleo, y el gasoducto 3 dólares por metro cúbico de gas. Se convertiría sin duda en la perla más importante del collar chino y en una "zona económica especial" de importancia global. Sería una revolución importante en la Ruta de las Especias y provocaría un nuevo orden regional.
La construcción del canal llevaría de cinco a siete años, tendría un coste de 20-25 mil millones de dólares (en comparación, la recaudación del tesoro público español en un año es de 100 mil millones de euros) y emplearía a 30.000 obreros. Según un informe interno preparado para el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y filtrado al "Washington Times" en 2005, China ―experta en infraestructuras hídricas y similares desde hace milenios― se ha ofrecido a sufragar los costes de la obra, incluyendo refinerías e instalaciones portuarias completas, una pista de aterrizaje y una base naval, como parte de su estrategia de "collar de perlas", bases avanzadas y seguridad energética. China ya ha contribuido a mejorar las infraestructuras portuarias de Laem Chabang en Tailandia. Si los gobernantes de Tailandia no se han decidido aun a construir el canal y/o corredor comercial es porque están comprados por los gobiernos de la ASEAN y por los intereses de Londres y Washington. Se alegan razones tan variopintas como impacto medioambiental, costes enormes o que el canal partiría Tailandia en dos, separándola de la minoría musulmana malaya del Sudeste [4] y convirtiendo la Península de Malasia en una isla de facto. En realidad, es normal que prosperen "teorías de la conspiración" según las cuales los políticos tailandeses son regularmente sobornados por Singapur y Malasia para votar en el parlamento en contra de la construcción del canal. Estas teorías no son despreciables dada la enorme dependencia económica de ambos países (Malasia posee su propio hub comercial en Malaca: Port Klang o Port Swettenham) del tráfico comercial en el estrecho.
Es indiscutible que un canal tailandés y/o puente terrestre reduciría drásticamente la distancia de las rutas marítimas, el tiempo de transporte y por tanto los costes finales, pero si el proyecto se llevase al cabo en Tailandia, tanto Malasia como Singapur e Indonesia sufrirían un enorme shock económico, los rascacielos de Singapur sólo servirían como nidos de gaviotas, la industria astillera singapurense se estrellaría, Estados Unidos y Reino Unido sufrirían un golpe tremendo y se podría desencadenar un conflicto armado naval en la región. Además, la Armada y flota mercante chinas obtendrían acceso a una vasta continuidad marítima que va desde el Mar del Sur de China hasta el Cabo de Buena Esperanza y los estrechos de Hormuz y Mandeb.
El canal de Kra es el ejemplo de cómo los intereses del eje angloamericano atlantista chocan de vez en cuando con los intereses del beneficio desalmado, del lucro, del capital y de la globalización sin patria y sin fronteras. Para un capitalista de la era de la globalización, el dinero es ciego y no tiene patria. El canal de Kra, sencillamente hablando, daría más beneficios a las multinacionales que lo usasen, pero no le conviene a la política exterior de la anglosfera, ya que resta importancia a Singapur y acerca la ruta marítima más al continente eurasiático, donde la influencia china es cada vez mayor. Saboteando los esfuerzos chinos en Pakistán, India, Myanmar y Tailandia, el atlantismo mantiene el status quo, forzando a toda Estasia a depender de Singapur y su imperio regional: la ASEAN.
BIRMANIA (MYANMAR)
Myanmar es la ruta más corta desde la dinámica costa Este de China hasta el Océano Índico, por lo que éste es de los apartados más importantes de esta serie de artículos. Durante décadas, Birmania ha estado en la lista negra de las potencias atlantistas. En 2005, la entonces Secretaria de Estado Condoleeza Rice la incluyó en su lista de "avanzadillas de la tiranía", su ejército es el malo de la última película de "Rambo" y el país hasta sufrió una revolución coloreada espontánea, la llamada "revolución del azafrán", promovida por EEUU en 2007 ―principalmente porque ese mismo año, PetroChina y Birmania habían firmado un memorándum de entendimiento según el cual Birmania suministraría gas natural a China. La revolución del azafrán también coincidió casualmente con Malabar 07, unas maniobras navales de la US Navy con las armadas de India, Japón, Singapur y Australia.
Sin embargo, en un brusco cambio de política, la Secretaria de Estado de EEUU Hillary Clinton (la primera Secretario de Estado estadounidense en viajar a Birmania desde 1955), manifiestamente volver