Donald Trump: la política sin políticos

Resultat d'imatges de "Donald Trump"El director de campaña de Donald Trump es en teoría Corey Lewandowsky, un consultor y lobbysta de 43 años, nacido en Massachusetts, pero desde que se le fue la mano agarrando a una periodista que le hacía preguntas al magnate, ha pasado a un segundo plano y el protagonismo recae ahora en Paul Manafort, el hombre que ha prometido un milagro: transformar el showman que fascina e irrita a las masas y convertirlo en un candidato serio que actúe con las formas propias de un presidente de Estados Unidos.

Y de momento The Donald parece que se está doblegando a los requerimientos del estratega que contrató hace apenas seis semanas. Se burlaba Trump de lo aburridos que eran los discursos de sus rivales y advertía que no era gente de fiar los que se dirigen a los ciudadanos leyendo en teleprompter lo que les han escrito otros. Sin embargo, la semana pasada el equipo de Trump anunció a bombo y platillo la presentación en Washington del programa de Trump de política exterior, un ámbito en el que su experiencia se reduce, según Obama, a conocer a las participantes en el concurso de Miss Universo. Y, de repente, el monstruo parecía todo de algodón. Hablaba sin gritar, leía en su teleprompter y rebajaba todas sus ocurrencias. Nada de impedir la entrada a los musulmanes, nada de bombardear a nadie, enemigo de la guerra y con voluntad de diálogo con los rivales rusos y chinos.

Paul Monafort comprobando el funcionamiento del teleprompter minutos antes de una intervención de Donald Trump en Washington Paul Monafort comprobando el funcionamiento del teleprompter minutos antes de una intervención de Donald Trump en Washington (AFP)

“Este no es nuestro Trump, nos lo han cambiado”, venían a comentar los colegas que siguen diariamente sus shows. Pocos días antes, Paul Manafort lo había advertido. Se presentó en una asamblea del Comité Nacional Republicano en Florida y les prometió: “Pronto vais a ver a un hombre distinto, más profundo, el auténtico Donald Trump”. Todas las provocaciones que le han catapultado como favorito para la nominación republicana eran, según Manafort “pura estrategia de la primera fase... en las presidenciales todo será distinto”.

Todos los focos se centraron entonces en el estratega del cambio, que es nuevo en esta campaña pero un viejo conocido en Washington DC donde se concentra la mayor aglomeración de lobbistas del mundo. Paul Manafort (Nueva Bretaña, Connecticut, 1949) ha destacado como uno de los más poderosos. También de los más controvertidos porque desde el influyente bufete Davis, Manafort y Freedman defendió a menudo los intereses de clientes que se habían comportado como sátrapas en sus respectivos países: Mobutu de Zaire; Jonas Savimbi de Angola; Ferdinand Marcos, el dictador filipino, y más recientemente Víktor Yanukóvich, el ex primer ministro de Ucrania que tuvo que huir del país y pedir asilo en Rusia. Precisamente a estas amistades peligrosas de Manafort se atribuye la actitud poco beligerante de Trump hacia Rusia y la simpatía por él que proclama cada semana Vladimir Putin.

Pero Trump no contrató a Manafort por sus contactos internacionales sino por su experiencia con candidatos republicanos ganadores de la nominación como los dos Bush, padre e hijo, y John McCain. Era también una manera de acercarse al establishment republicano que observa con angustia el avance del magnate a una nominación que no desean. Por eso Manafort se presentó en la Asamblea del Comité Nacional Republicano con un PowerPointpara afirmar con datos de sondeos cualitativos que Trump es un caballo ganador también frente a Hillary Clinton. La tesis del estratega sostiene que el rechazo que genera el magnate es por sus formas extravagantes “que cambiarán a lo largo de la campaña”, mientras que “los negativos de Hillary Clinton se deben a que la gente no confía en ella y esa idea cuando se ha instalado en la opinión pública no hay manera de cambiarla”.

En el organigrama del equipo de campaña de Donald Trump, Manafort aparece como mánager de la convención y reclutador de delegados, pero ha acabado por hacerse prácticamente con la dirección. Gestiona un presupuesto de 20 millones de dólares para publicidad y estrategia de medios. Y todo eso sin desatender los escrutinios posteriores a las primarias, asegurándose la fidelidad de los delegados elegidos, porque si el magnate no lograba los 1.237 delegados que le otorgan la nominación en la primera votación, en una segunda corría el riesgo de que se organizara una coalición anti-Trump. Este era el objetivo de su principal rival, el ultraconservador Ted Cruz, hasta que el pasado miércoles decidiera tirar la toalla y dejar a Trump solo en la carrera republicana presidencial. La primera meta de Manafort, por tanto, ya está casi cumplida. Ahora queda la más difícil, ganar a la demócrata Hillary Clinton.

7-V-16, J. Barbeta, lavanguardia

Donald Trump ha ganado la carrera por la nominación contra todo pronóstico periodístico porque prácticamente nadie se tomó en serio el desembarco del magnate en la política. Y ahora la prensa estadounidense, la de mayor prestigio del mundo, se siente avergonzada y se pregunta “dónde hemos fallado”. Que Trump sea el candidato republicano es una decisión democrática inapelable de las bases republicanas, pero el tratamiento frívolo de sus actuaciones, el seguimiento acrítico de sus promesas y, sobre todo, el no haber sido capaz de calibrar la magnitud del fenómeno social que el magnate ha capitalizado a su favor, eso sí se admite que figura en el debe del periodismo.

Euforia entre el público durante un mitin de Donald Trump en el First Niagara Center, en Buffalo (Nueva York), el pasado 18 de abril Euforia entre el público durante un mitin de Donald Trump en el First Niagara Center, en Buffalo (Nueva York), el pasado 18 de abril (AP)

Nate Cohn, también del The New York Times, dice: “Nunca sabremos lo equivocados que estábamos sobre Donald Trump”. En su opinión, se debe a una suma de factores, pero da especial importancia al hecho de subestimar al magnate desde el principio: “Lo descartamos –dice– porque estábamos convencidos de que los votantes nunca nominarían a una estrella de los reality shows para presidente, y mucho menos un provocador con posiciones políticas iconoclastas”.

La subestimación del candidato fue lo que llevó al Huffington Post a negarse a informar de la campaña del magnate en la sección política. “Es un espectáculo y no vamos a morder el anzuelo –dijo entonces Ryan Grim, redactor jefe–; quien esté interesado en saber qué dice The Donald lo encontrará al lado de nuestras historias sobre la familia Kardashian”. Obviamente, el Huffington Post no ha tenido más remedio que rectificar, y con más dolor que el de la digestión del papel que se tragará Milbank. Entre otras cosas, porque Trump había replicado a Arianna Huffington, la fundadora, con una demostración de su maldad: “Es poco atractiva por dentro y por fuera. Entiendo completamente por qué su exmarido la dejó por un hombre”.

El debate surgido en el ámbito periodístico plantea enormes interrogantes. “¿Por qué los periodistas creen que es importante para el público conocer sus conjeturas sobre quién va a ganar?”, preguntan Glenn Greenwald y Zaid Jilani en The Intercept. Otra cuestión es si la desconexión entre la opinión pública y los políticos convencionales no será la misma que la brecha que se observa entre la opinión pública y la opinión publicada. Al fin y al cabo, Donald Trump, por quien nadie apostaba, ha ganado frente a otros 16 candidatos de sólida trayectoria. En cambio, Hillary Clinton, a quien se le pronosticaba una campaña triunfal, no ha conseguido todavía deshacerse de su único rival, Bernie Sanders, un senador de 74 años que se declara socialista y propugna una revolución política.

8-V-16, J. Barbeta, lavanguardia

Leslie Moonves, directivo de la CBS, admitió que “el dominio de Trump en la campaña no es bueno para EE.UU., pero está resultando muy bueno para la CBS”. Curtido en el reality show de gran éxito El aprendiz, Trump siguió liderando las audiencias como candidato, y ese ha sido un factor determinante en la campaña y en su victoria. El magnate ha conseguido una omnipresencia mediática propiciada por su capacidad para generar audiencia televisiva, que, tal como reconoció su asesor, Paul Manafort, forma parte de una estrategia calculada. La CNN no se pierde ni un mitin de Trump. El magnate ha conseguido más tiempo en la televisión que todos sus rivales juntos. Y lo que está en cuestión es el papel de los medios divulgando acríticamente sus mensajes, como meros altavoces. El propio presidente Obama se permitió el viernes interpelar a los periodistas sobre su responsabilidad: “Esto no es un reality show. Se trata de la presidencia de EE.UU., y todos los candidatos deben ser escrutados. Me preocupa que la información se reduzca al espectáculo y el circo. Los votantes tienen derecho a saber si una propuesta es inverosímil o puede provocar una guerra, y si ustedes les informan estoy seguro de que nuestra democracia va a funcionar”.

8-V-16, J. Barbeta, lavanguardia