la democracia que no denuncia el, renuncia al, franquismo

El reconocimiento llegó tardío, y la memoria de sus penalidades todavía flaquea. Entre 1940 y 1943, casi 9.000 españoles republicanos fueron internados en campos de concentración por la Alemania nazi, donde muchos perecieron. La mayoría de los poco más de dos mil que lograron sobrevivir no regresaron nunca a su país. Su rastro quedó olvidado y menospreciado durante la España franquista, y ya en democracia su recuerdo no fue una prioridad.

“La mortalidad llegó a dos tercios de los prisioneros; ha pasado mucho tiempo, y de los supervivientes quedan actualmente vivos sólo algunos nonagenarios, como mucho una quincena”, dijo el historiador autónomo Benito Bermejo durante un coloquio de homenaje celebrado recientemente en la embajada de España en Berlín. Resulta complejo concordar las cifras, pero Bermejo lleva compiladas 8.700 trayectorias de españoles deportados y está ahora cerca de las 9.000. “Lo peor para las familias afectadas ha sido el vacío y el desamparo durante decenios, la desposesión de datos; entre los años 2007 y 2012 había unas 14 familias españolas que aún desconocían qué había sido de uno de los suyos”, cuenta.

Comenzada la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler internó en campos de concentración a “extranjeros de países ocupados, considerados peligrosos”. Los españoles que sufrieron ese destino habían sido capturados en la Francia invadida, donde se hallaban huidos tras ganar Franco la guerra civil. En la Alemania nazi les llamaban Rotspanienkämpfer (combatientes de la España roja). “Primero fueron deportados los que se resistían al régimen de trabajo o internamiento aislado; luego los capturados por estar en la Resistencia francesa; y luego los políticamente peligrosos”, explicó Walther L. Bernecker, catedrático emérito de la Universidad Friedrich Alexander de Erlangen-Nuremberg (Baviera). Ese orden es relevante, porque ayuda a entender los índices de supervivencia. Muchísimos de los primeros en llegar murieron ( Vernichtung durch Arbeit, exterminio por el trabajo, decían los nazis), pero a partir de 1943, con tantos alemanes en el frente, hacía falta mano de obra esclava, y la aniquilación de los prisioneros dejó de ser el gran objetivo. No hay que confundir estos campos de concentración con los de exterminio, como Auschwitz.

La mayoría (unos 7.200) de los españoles deportados acabaron en Mauthausen-Gusen (Austria), cerca de una cantera en la que, como el resto de reclusos de otras nacionalidades, y en condiciones extremadamente duras, trabajaban para sobrevivir o morían trabajando. En Mauthausen murieron unos 4.800 españoles. Otros fueron despachados a los campos de Buchenwald, Dachau y Sachsenhausen, todos ellos en Alemania. Las mujeres peligrosas eran enviadas al campo de trabajo de Ravensbrück, también en Alemania. Ahí hubo un centenar de españolas, de las que sólo vive ya la centenaria catalana Neus Català, que reside en su pueblo natal, Els Guiamets. En Alcoy vive un superviviente de Mauthausen, Francisco Aura, de 94 años...

La España de Franco ni se inmutaba; sólo intercedió para liberar a una docena de presos de familias relevantes. La memoria fue conservada por la Federación Española de Deportados e Internados Políticos (Fedip), fundada en 1945 en Francia y disuelta en el 2006. Sólo un año antes, en el 2005, España participó por primera vez en un acto conmemorativo en Mauthausen, al que asistió el entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. En esa ceremonia estuvo a punto de hablar en nombre de las víctimas españolas un impostor, Enric Marco, que fue desenmascarado a tiempo por el historiador Bermejo.

Más reconocimientos tardíos: una placa en recuerdo de los españoles de Sachsenhausen (eran 193 y sobrevivieron 28) fue colocada en fecha tan reciente como el 2011...

8-V-16, M-P. López, lavanguardia