"¡Viva las terceras elecciones!", Sergi Pàmies

Cada vez que Mariano Rajoy dice que las terceras elecciones serían un disparate y que tras la Segunda Guerra Mundial ningún país ha repetido elecciones tengomás ganas de que las haya. Es una frivolidad, lo sé, pero también es un acto de coherencia. La política española ­y la catalana­ lleva años instalada en un territorio de contorsiones esencialistas que posponen las reformas posibles y la asunción de responsabilidades susceptibles de hacer perder las elecciones. Es uno de los sacrificios que exige la democracia: tomar decisiones impopulares que minimicen la catástrofe y consoliden lo que se denomina cultura política y que, en la práctica, es eso que Rajoy llama "auténtico disparate". Gracias a la ineptitud en la aplicación de reformas perdurables y a la pertinaz negligencia gubernamental seespoleanideariosrupturistasyrevolucionarios.Viendo las convulsiones pactistas entre PP y C's, el espectador, que a través de sus impuestos ha pagado su entrada para asistir al espectáculo, se siente estafado por la insipidez formal y conceptual de la obra. Es un episodio ya vivido, cuando, con idéntico tancredismo de Estado, C's y el PSOE escenificaron un entremés pueril.

Ahora la historia se repite con otros actores y el añadido, eso sí, de un Rajoy que siempre aporta elementos absurdos al relato. Rajoy es como Capri: no hace falta que diga nada para, cuando sale al escenario, activar las risas de la platea. Y cuando, con rigor presidencial, nos previene del disparate y del récord mundial de chapuza, hay un subtexto iconoclasta en sus palabras. Literalmente nos dice que de ningún modo podemos permitirnos unas terceras elecciones, pero, subconscientemente, estimula aquella parte del alma patriótica que prefiere la temeridad irresponsable al orden previsible de la sensatez. Por eso habréis notado que se habla cada vez más de terceras elecciones. Y que en la mirada de los que verbalmente afirman que será un desastre brilla la alegría de quien las está deseando y está a punto de cometer un insólito acto de vandalismo electoral que nos llevará ­con dos cojones­ a liderar otra estadística de proezas grotescas. Más allá de los aspavientos, no se puede negar que sacarse de la chistera un calendario que culmina con unas elecciones el día de Navidad es una gesta sólo al alcance del Mago Pop. Con una diferencia: Rajoy nos muestra la tramoya del truco y, como en un tutorial de YouTube, nos acompaña de un disparate al otro ante la complacencia de los otros partidos, que no pueden evitar sentirse perversamente fascinados por este homenaje a la estulticia picaresca. Hay que volver, siempre, a Ángel Ganivet, que se suicidó dos veces seguidas porque la primera vez unos europeos sensatos lo quisieron salvar: "España es una nación absurda y metafísicamente imposible, y el absurdo es su nervio y su principal sostén". ¿Terceras elecciones? Sí! Y, por favor, que sean por Navidad.

27-VIII-16, Sergi Pàmies, lavanguardia