a 40 años del abandono del Sahra occidental

Campamentos de RefugiadosEl Frente Polisario dice estar ante un momento crucial para el Sáhara Occidental. No ha habido muchos en 41 años, desde que Marruecos ocupara el espacio colonial abandonado por España, ni siquiera desde el acuerdo de alto el fuego de 1991. Pero varios factores, que atribuyen a “errores” del Gobierno de Rabat, hacen que los líderes saharauis piensen que tienen ahora una oportunidad para descongelar el conflicto, con el objetivo de lograr su referéndum de autodeterminación.

El pasado marzo, por primera vez, un secretario general de las Naciones Unidas visitaba los territorios saharauis y los campos de refugiados de Argelia y pronunciaba la palabra “ocupación”. La visita y las palabras de Ban Ki Mun indignaron a Rabat, que expulsó a 25 de los 73 miembros de la misión de observación de la ONU, Minurso.

En agosto, los marroquíes rebasaron el muro de separación al tiempo que asfaltaban un tramo de carretera en el llamado “territorio liberado”, en una operación que presentaron como de lucha contra el narcotráfico desde Mauritania. Esta acción ha puesto a marroquíes y soldados del Polisario a 120 metros de distancia.

Bien es cierto que Ban Ki Mun habló de ocupación marroquí cuando sólo le quedaban unos meses en el cargo, pero su próximo relevo por Antonio Guterres, ex alto comisionado para los refugiados, es valorado como un factor de “esperanza”.

http://www.revistaelobservador.com/images/stories/envios_09/enero/muro_sahara.jpgSegún el primer ministro de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Abdelkader Taleb Omar, “la ONU entendió que la expulsión de miembros de la Minurso es un precedente peligroso porque otros países podrían hacer lo mismo”. Ahora, Guterres “debe imponer el respeto a la ONU” y facilitar la visita del enviado especial para el Sáhara, Christopher Ross.

El Consejo de Seguridad discutió sobre el Sahara el pasado día 18, pero nada trascendió. Los saharauis echan la culpa de todo a Francia, gran aliado de Marruecos y que, como miembro permanente, tiene poder de veto. España asumirá en diciembre la presidencia del Consejo de Seguridad, pero los saharauis a esto le ponen sordina, conscientes del divorcio entre los gobiernos y la sociedad española, que mantiene un amplio movimiento de solidaridad que envía cooperantes y caravanas de ayuda a los refugiados de Argelia, y acogen niños saharauis en vacaciones. Aunque, según Abdelkader Taleb Omar, a pesar de que ahora “todo indica que se mantendrá el mismo gobierno, habrá un nuevo ambiente político en España, y esperamos que beneficiará a la causa saharaui”.

El Polisario insiste en que se mantiene en “nuestra posición pacífica”, en palabras de su nuevo secretario general y presidente de la RASD, Brahim Ghali –que ha sucedido al histórico Mohamed Abdelaziz, fallecido en mayo–, pero nunca deja de aludir a la posibilidad de una nueva guerra, tanto más difícil cuanto que el muro marroquí de casi 2.700 kilómetros –de arena y piedras, con puestos militares cada cinco kilómetros, alambradas y minas– parece infranqueable. Pero, en el extremo sur del muro, el incidente de agosto en Guerguerat –el último puesto fronterizo marroquí, frente a un espacio difuso entre territorio liberado y Mauritania que los marroquíes llaman Kandahar– reúne las condiciones necesarias para una escalada. Tan sólo un poco más al sur se encuentra, comido por la arena, el antiguo enclave colonial de La Güera (ver La Vanguardia, 26/VIII/2016), y algunos creen que Marruecos pretende apoderarse de él para construir un puerto.

Ghali afirma que el incidente de agosto “ha sido el más grave, y es cierto que es una zona estratégica. Hicimos un llamamiento a la ONU para que le pusiera fin, pero al no hacerlo nos hemos visto obligados a enviar unidades militares para impedir que Marruecos construya una carretera fuera de sus límites”. Preguntado por si un enfrentamiento podría servir para forzar negociaciones, Ghali prefiere esquivar la cuestión, pero Taleb Omar admite que “las dificultades a veces pueden ser ventajas si se apro­vechan. Antonio Guterres tiene esa posibilidad: esperamos que lo ­haga”.

Otro error de Marruecos, según el Polisario, es su pretensión de reingresar en la Unión Africana, que abandonó en 1984 precisamente porque reconoció a la RASD. 82 países del mundo reconocen a la república saharaui, y ese reconocimiento no se puede revertir. Ghali exige que “Marruecos aclare de manera solemne dónde empiezan y terminan sus fronteras”. Pero justamente Mohamed VI acaba de emprender una gira por Ruanda, Tanzania y Etiopía, países aliados del Polisario.

“Yo soy de los que nunca han creído en la paz, y no creeré tampoco. Si nos lo quitaron por la fuerza, no nos lo devolverán sin fuerza”, asegura Fadel, que nació refugiado hace 32 años, estudió ingeniería en Cuba y ahora es un activista de Gritos Contra el Muro, cuyos miembros cruzan la frontera de Argelia en dirección a ese muro de arena para montar protestas. “La idea es molestar a los marroquíes, es una forma de lucha”, a falta de otra.

Muchos opinan como él. Ahora, por primera vez en 41 años, los campos de refugiados en torno a Tinduf disponen de luz eléctrica, facilitada por Argelia, gratis de momento. Los refugiados se abastecían con placas solares y baterías de coche, y algunos, como Fadel, prefieren eso “para que la gente no se acomode”; prefieren el sacrificio para mantener el espíritu del retorno.

En el campo de refugiados de Dajla, las lluvias torrenciales de octubre del 2015 destruyeron casi el 90% de las casas de adobe. El campo, con 15.000 habitantes, es un albañal. Las ayudas internacionales se han reducido, en particular las de España, por los recortes. “Y por la aparición de nuevas crisis de refugiados. Los grandes donantes tienen otras prioridades, y el pueblo saharaui no está entre ellas”, dice el gobernador Salek Baba Hasana.

Esta precariedad y la falta de trabajo para los jóvenes son los grandes problemas sobre los que está sentado el Polisario a este lado del muro, mientras que “en los territorios ocupados Marruecos ha duplicado la represión”, afirma Ghali.

En los enclaves del interior se mantiene desde el 2005 la lucha pacífica, que tuvo en el 2010 su momento álgido en el campamento de Gdeim Izik, que reunió a 30.000 personas y fue arrasado por la seguridad marroquí. Las protestas siguen, invisibles para el mundo, “a menudo espontáneas, en una boda, tras un accidente –explica el activista Ahmed Ettanji–. Es muy difícil reunirse, y la gente aprovecha cualquier ocasión. Incluso en las playas de El Aiún plantan una tienda porque es un signo de desobediencia civil, y la policía se la quita”.

“En el 2013 –explica Ettanji–, miles de personas salieron a la calle para reivindicar la vigilancia de los derechos humanos por la Minurso”. Este es precisamente un objetivo de la campaña de firmas lanzada por la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS-Sahara): que la presidencia española del Consejo de Seguridad defienda que la misión de la ONU aborde el agujero negro de los derechos humanos en el territorio ocupado.

23-X-16, F. Flores, lavanguardia