"La crisis qatariana", Valentín Popescu

Visto a distancia, el bloqueo diplomático decretado por Arabia Saudí y sus aliados contra Qatar asombra. Pero con una perspectiva oriental la medida no sólo resulta comprensible, sino que se puede decir que era de esperar.

Resultat d'imatges de qatar map geopoliticLa lógica de ese bloqueo radica en muchos factores –como casi todo en Oriente Medio–, de los cuales tres son decisivos: el declive militar del Estado Islámico (EI); la reorientación de la política estadounidense en Oriente Medio, decidida por Trump, y los sueños imperiales de la Turquía de Erdogan. Y sin olvidar que ser vecino de los saudíes, como en el caso de Qatar, ha sido siempre muy complicado.

La irrupción del EI en la estructura de poderes de Oriente Medio obró el milagro de unir por una vez (y por tiempo limitado) intereses contrapuestos y hasta inquinas históricas –como la que enfrenta al Irán chií con los saudíes suníes– con tal de poner fin a este terrorismo fundamentalista. Por su parte, EE.UU. no dudó en armar a las guerrillas comunistas kurdas de Turquía (PKK), que figuran en las listas estadounidenses de organizaciones terroristas, con tal de disponer de una buena infantería contra el EI. Tampoco Teherán y Riad hicieron ascos a una cooperación militar en Siria e Irak si con ello se eliminaba de esos países las fuerzas fundamentalistas.

Pero el Estado Islámico va ahora militarmente de revés en revés y las viejas enemistades de las fuerzas que lo combaten han resurgido con más fuerza que nunca. Eso, en primerísimo lugar, porque en segundo lugar figura el que Trump tenga una visión casi antagónica a la de Obama en cuanto a las relaciones con Irán, lo que ha cambiado totalmente la constelación de fuerzas de Oriente Medio. Para el actual presidente, Teherán vuelve a ser un Estado hostil en el que no se puede confiar. Y este cambio de actitud de la Casa Blanca ha dado alas a los saudíes en su rivalidad histórica y teológica con Irán por la hegemonía en el mundo musulmán, agravada actualmente porque en Riad creen que sus fracasos militares en la guerra civil yemení se deben mayormente a los apoyos iraníes a los rebeldes hutíes.

Además, para Riad identificar a Qatar con los intereses iraníes –sólo relativamente cierto– tiene la ventaja colateral de atajar las crecientes discrepancias que se registran en la Confederación de Estados del Golfo precisamente a cuenta de la intervención militar en Yemen. Hacer de Qatar, cuya política económica e ideológica ha irritado siempre a los demás estados del golfo Pérsico, el malvado del momento sirve para atajar por ahora las tendencias centrífugas en la Confederación. Quizá por ello nadie quiere acordarse de los problemas del emir qatarí que, siendo suní y de origen saudí, reina sobre una población mayormente chií y tradicionalmente filoiraní.

Por último, Turquía. Erdogan está empeñado en hacer de su país una gran potencia regional, tanto militar como económicamente. Y las buenas relaciones que se ha esforzado por tener desde hace 15 años con el emir qatarí, Hamad bin Jalifa al Zani, le han permitido ahora dar un gran paso expansionista. Militarmente, Turquía tendrá una base en Qatar y colaborará en la formación de las fuerzas qataríes. Y económicamente, el emirato se transformará en un gran cliente de la industria bélica turca, así como de las empresas constructoras y de obras públicas turcas (construcción de autopistas y desarrollo –en cooperación con otros países– de la red ferroviaria de cercanías qatarí), contratas que por ahora ya garantizan a Ankara ingresos cercanos a los 2.000 millones de euros.

14-VII-17, Valentín Popescu, lavanguardia