Riad promueve una Alianza Militar Islámica, excluyendo el eje iraní

, Estambul. Corresponsal
28/11/2017 01:20 | Actualizado a 28/11/2017 09:21

“Basta”, reza el vídeo de presentación de la Alianza Militar Islámica Contra el Terrorismo. La gran mayoría de las víctimas de atentados mueren en países musulmanes –el 72% en apenas cinco– y a estos corresponde estar en primera línea de la información, de la prevención, de la inteligencia y de la capacitación defensiva.

Mucho ha llovido desde que la mal llamada “OTAN islámica” fuera anunciada hace casi dos años en Riad. Quien lanzó el proyecto como ministro de Defensa de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, todavía lo es, pero además se ha convertido –en parte por su ardor guerrero– en príncipe heredero, desplazando a su primo y, últimamente, purgando a hombres de confianza del anterior rey. La batalla palaciega es la única en la que va ganando.

Pero sus sueños de hegemonía saudí han encontrado un nuevo trampolín en esta nueva alianza panislámica. Aunque todavía es un tigre de papel, la monarquía saudí le ha prometido una sede de cien millones de dólares.

Tras el encuentro del año pasado en Riad, con cuarenta jefes de Estado Mayor de los países miembros, el pasado domingo Mohamed bin Salman reunió a su alrededor a los ministros de Defensa de otros tantos estados.

No estaban invitados ni Irán, ni Irak, ni Siria. Ni tampoco Qatar, miembro fundador. Por todo ello, el secretario de la alianza, el general saudí Abdulilah Saleh, se ve obligado a repetir hasta la saciedad que su único enemigo “es el terrorismo, no una secta o país”.

El príncipe heredero de Arabia Saudí acoge la primera reunión de ministros de Defensa de la Alianza

Sin embargo, el germen de la alianza no fue otro que la coalición que Bin Salman pergeñó para bombardear a los rebeldes chiíes del norte de Yemen. Una mala partida de nacimiento para una alianza antiterrorista cargada de contradicciones. No sólo por el fracaso de sus objetivos militares en Yemen, sino también por el nivel de muerte y destrucción de sus tácticas, incluido un bloqueo –levantado un día antes de la cumbre– que ha castigado con hambre y cólera a la Arabia Felix.

Cabe decir que la Alianza Islámica Antiterrorista sólo dio sus primeros pasos tras la intervención de Rusia en Siria, que dio un vuelco a la guerra. Hasta entonces, Arabia Saudí había financiado y armado a multitud de grupos yihadistas sirios para intentar derrocar a El Asad. Sin embargo, uno de los objetivos indisimulados de esta Alianza es la guerrilla chií de Hizbulah, que ha hecho grandes sacrificios para derrotar al Estado Islámico en Siria. Turquía, por su parte, pese a su estrecha relación con Qatar, permanece en la alianza saudí con el objetivo de ganar adeptos contra las guerrillas kurdas, que han sido claves en la toma de las últimas ciudades del Estado Islámico.

Está por ver si esta alianza militar islámica, con banderín de enganche antiterrorista, es germen de algo mayor. De momento debe ser la única coalición militar internacional de carácter declaradamente confesional –con la Kaaba en lugar prominente–, lo que no contribuye a alejarla del enemigo al que dice combatir.

Muchos países se han apuntado al bien engrasado carro saudí, desde Marruecos a Malasia, pero hay otras ausencias significativas, desde Argelia hasta Indonesia, pasando por todas y cada una de las repúblicas exsoviéticas.

Su comandante en jefe es nada menos que el anterior jefe del Estado Mayor de Pakistán, Rahil Sharif. Aunque los custodios de la bomba nuclear islámica han tranquilizado a sus vecinos iraníes y han subrayado que jamás mandarán tropas contra otro país.

Bin Salman va concentrando poder mientras promete cambios cosméticos. Sin aclarar si pretende ser un autócrata como sus antecesores, en un país en el que los partidos políticos están prohibidos, donde los disidentes son decapitados en la plaza pública y donde se amputan manos, siempre que sea por robos de poca monta.

EFE, Riad

27/11/2017 13:02 | Actualizado a 27/11/2017 14:38

Cuarenta países musulmanes y las autoridades palestinas pusieron hoy en marcha la Alianza Islámica Antiterrorista, con la primera reunión de ministros de Defensa celebrada en Riad casi dos años después de su fundación y con la promesa de cooperar en todos los ámbitos contra el extremismo.

Al término del encuentro en la capital saudí, los participantes emitieron un comunicado en el que declararon que “el terrorismo representa un desafío para la seguridad y la paz internacional que sobrepasa las fronteras de los países y es ahora más fuerte que nunca”.

“El terrorismo ha distorsionado la reputación de nuestra religión”

Mohamed bin Salman

Príncipe heredero de Arabia Saudí

Por ello, los participantes acordaron “cooperar para luchar contra el terrorismo a través del trabajo en equipo organizado”, destacó el mariscal Abdalá Saleh, el secretario general de la alianza. En su primera reunión, los 41 miembros aprobaron establecer un “mecanismo completo para hacer frente al terrorismo a nivel ideológico, mediático, financiero y militar”, según el comunicado.

En el ámbito ideológico, destacaron “la importancia de denunciar el pensamiento extremista para poner fin a su expansión e influencia sobre los individuos y sociedades, mostrando los valores del islam moderado y su capacidad para convivir con los demás”.

En este sentido también se expresó el anfitrión, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, en la inauguración de la reunión: “El terrorismo ha distorsionado la reputación de nuestra religión”, aseguró. Asimismo, subrayó que los países islámicos han enviando un “mensaje fuerte” de que están “trabajando juntos” contra el yihadismo con su presencia en Riad. “Hoy afirmamos que perseguiremos el terrorismo hasta que sea erradicado completamente”, agregó el príncipe, que también es ministro de Defensa de su país.

En el ámbito militar, los ministros y otros representantes uniformados de los países miembros subrayaron la importancia de “hacer frente militarmente al terrorismo para mantener la paz y la seguridad internacionales”.

Con este fin, expresaron su compromiso para “proveer los recursos militares necesarios para debilitar las organizaciones terroristas y acabar con ellas”, aunque no especificaron de dónde procederán dichos recursos.

Por otra parte, los asistentes acordaron emplear los medios de comunicación para contrarrestar “la difusión de ideas terroristas y denunciar sus acciones negativas”, además de poner en evidencia los “métodos y creencias” de los extremistas.

También anunciaron que trabajarán para “poner fin a la financiación del terrorismo con una mayor cooperación e intercambio de información entre los países”, además de desarrollar “los procedimientos que impiden a los terroristas acceder a la financiación” de sus actividades.

El representante de Egipto, el mariscal Tauhid Taufiq, cuyo país estuvo en el centro de atención por el brutal atentado que sufrió el pasado viernes con más de 300 muertos, destacó que los grupos terroristas usan ahora “tecnología y métodos modernos similares a las de los ejércitos estatales”.

Además, denunció que hay países que proporcionan “refugios seguros” y “apoyo logístico” a estos grupos terroristas, que se basan en la “desviación de las enseñanzas de la religión”.

Taufiq alertó de que las organizaciones extremistas tienen como objetivo “dividir y derrocar los (Gobierno de los) países para establecer el presunto Estado Islámico”, en referencia al califato islamista que este grupo radical implantó en Siria y en Irak.

La de hoy es la primera reunión ministerial de la Alianza Islámica Antiterrorista, fundada en diciembre de 2015 en Riad, que llamó a participar a sus aliados suníes, mientras que no incluyó a países importantes de la región como Irak, Siria e Irán, principal rival de Arabia Saudí.

Además del reino, sus integrantes son Afganistán, Baréin, Bangladesh, Benín, Burkina Faso, Brunei, Catar, Chad, Comoros, Costa de Marfil, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Gambia, Guinea, Guinea Bissau, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Maldivas, Mali, Mauritania, Marruecos, Malasia, Níger, Nigeria, Omán, Pakistán, Palestina, Sierra Leona, Somalia, Senegal, Sudán, Togo, Túnez, Turquía, Uganda, Yemen y Yibuti.