"La neutralidad de la red", Miquel Peguera

La neutralidad de la red vuelve a ocupar el primer plano del debate. No se refiere propiamente a la neutralidad de internet, sino al modo en que los proveedores de acceso (ISP) gestionan el tráfico.

Podemos imaginar internet como una gran red de vías por donde circulan los datos. En los extremos están los ordenadores, tanto los grandes servidores como los terminales de los usuarios. En el diseño original de internet, la inteligencia se situaba en los extremos y la red como tal era ciega. Se limitaba a transportar los paquetes de datos sin hacer ninguna diferencia por razón del contenido, origen, aplicación o servicio: era neutra.

Poco a poco, sin embargo, se fueron
desarrollando tecnologías que permiten a los ISP inspeccionar el contenido de los paquetes e interferir en el tráfico, por ejemplo dando prioridad a un tipo de contenido o aplicación y relegando otros a una vía lenta. Desde el ámbito académico, especialmente en el campo del derecho con los trabajos pioneros de Mark Lemley y Lawrence Lessig (1999) y Tim Wu (2003) –que acuñó la expresión network neutrality–, se empezó a destacar la importancia de mantener la neutralidad. Una red neutra, en la que todos los actores tienen las mismas oportunidades de difundir sus contenidos, ofrece enormes posibilidades para la innovación en aplicaciones y servicios, el crecimiento económico, el acceso a la información y el ejercicio de libertad de expresión.

La defensa de la neutralidad, que tiene el apoyo de los proveedores de contenidos y de las organizaciones de usuarios, choca con la oposición de los ISP, que buscan rentabilizar las inversiones en infraestructura y que pueden tener interés económico o estratégico para privilegiar o discriminar determinados contenidos o servicios.

El debate sobre si se debe asegurar un cierto nivel de neutralidad, y cómo hacerlo, sigue vivo. No es un debate sencillo. El concepto de neutralidad presenta muchos matices, que llevan a aceptar ciertas prácticas como medidas razonables de gestión del tráfico. ¿Es necesaria una legislación específica que imponga criterios de neutralidad? ¿Basta con exigir transparencia, para que los usuarios puedan elegir el ISP que mejor satisfaga sus necesidades? ¿Las condiciones de competencia del mercado permiten esta última opción?

En el 2015, la UE aprobó una directiva que prohíbe la discriminación injustificada del tráfico. También en el 2015, bajo la administración Obama, la Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. estableció unos principios obligatorios de neutralidad. Ahora ha decidido derogarlos y se limitará a imponer ciertas obligaciones de información. El efecto práctico no será inmediato, pero es potencialmente enorme y puede alterar las condiciones equitativas para la difusión y el acceso a los contenidos en línea. Una mala noticia.

28-XII-17, lavanguardia