"Qué burro he sido siempre", Quim Monzó

Empecé a hacer declaración de renta en 1985. Hasta entonces ni sabía que existía, pero entré a trabajar en Catalunya Ràdio y, de golpe, mucha gente me venía con la misma historia: “Eh, que ahora hay que pagar impuestos. Están interconectando los sistemas informáticos...”. De forma que fui a una gestoría a la que también empezaban a ir otros colegas de la emisora. Quedé tan contento que, tres décadas después, sigo siendo cliente suyo.

En aquella época trataba con un señor que se llamaba Izquierdo, la mar de simpático. Un día me preguntó: “¿No podrías desgravar algo más?”. Le dije que no se me ocurría qué aparte de los paquetes de papel DinA4 y las cintas de la Olivetti. Me dijo: “¿Por qué no te vas de vacaciones a algún sitio, Estados Unidos por ejemplo, y a la vuelta lo desgravamos todo: viajes en avión, alojamiento en hoteles, tickets de restaurantes...? Sólo tendrías que escribir un artículo, explicando algún detalle del viaje”. Le dije que no. ¿Cómo quería que me forzara a escribir un artículo sólo para desgravar gastos? ¿Y si hacía el viaje y no se me ocurría nada interesante para rellenar dos hojas?

Aquello me hizo ver cómo iban las declaraciones de renta. Más tarde –hace veinte, quince años...– todo el mundo me decía que era burro si no creaba una sociedad interpuesta a través de la cual facturar. En vez de hacerlo como un puto autónomo, haría las facturas a través de esa sociedad y me ahorraría la tira de pasta. Debía incluir a alguien de la familia, dar de alta la empresa y todo quedaba solucionado. Pero montar una empresa con alguien era un compromiso inalcanzable para mí, que he intentado siempre no firmar compromisos con nadie. De forma que, idiota como soy, he seguido pagando mucho más IRPF del que habría pagado si hubiera tenido una sociedad limitada. (¿Qué nombre le habría puesto, por cierto?) Todo eso me ha venido a la cabeza cuando he oído las explicaciones de Màxim Huerta sobre sus conflictos con Hacienda por la casa que se compró en la playa del Albir (en la Marina Baja, a los pies de la sierra Gelada), que desgravó por medio de su empresa, Almáximo Profesionales de la Imagen SL. Dice que le aconsejaron constituir una, “como a tantos creadores y presentadores”. Doy fe que así iban las cosas. Dice también que “no era ilegal en aquel momento”. Doy también fe de ello.

Recuerdo la cara de incredulidad con que me miraban los que no entendían por qué seguía facturando como autónomo. Amigos que se compraban un BMW y cargaban a su sociedad lo que les había costado, como necesidad empresarial imprescindible aunque sólo lo usaran para ir de vacaciones, recorrer media Europa recopilando gastos de gasolina, de autopistas, de estancias en hoteles cinco estrellas y de comilonas en restaurantes de primera que justificaban con una supuesta investigación sobre la vida del poeta Jean-Philippe de la Pipe... Amigos directores de cine que hacían exactamente lo mismo y lo justificaban con el concepto “localizaciones para la próxima película”, una película que luego, evidentemente, nunca se rodó.

15/06/2018 - lavanguardia