política fiscal, ¿o los Beneficios Perdidos de las Naciones?

Resultat d'imatges de The missing profits of the nationsCada año el capital hace la maleta. No para irse de vacaciones, invertir o crear riqueza, sino para tributar menos. El 40% de los beneficios de las multinacionales acostumbra a desplazarse a un país de baja tributación o paraíso fiscal. La cifra corresponde a unos 600.000 millones de dólares anuales. Es el resultado del estudio The missing profits of the nations, elaborado bajo la supervisión del acreditado economista Gabriel Zucman (recién ganador del Best Young Economist Award 2018 del CEPR).

En el ojo del huracán están las multinacionales, en su mayoría estadounidenses. Por ejemplo, el caso más citado es el de Google. La matriz Alphabet registra una facturación de 19.200 millones de dólares en las islas Bermudas. Una cifra relevante, que obtiene sin tener ni un empleado, ni una oficina, ni ningún activo tangible. Y en un país donde –cabe recordar– el impuesto de sociedades es del 0%.

En términos absolutos, el caso de Irlanda es el más llamativo. La isla (que tiene un tipo de sociedades del 12%) captó 90.000 millones de euros de beneficios corporativos desde todo el mundo (año 2015). Un monto de dinero que es más del conjunto de capital acumulado por las islas caribeñas (83.000 millones) y muy por delante de Suiza (60.000 millones) o Holanda (48.000 millones).

Tras la difusión del informe, el Gobierno irlandés negó ser un paraíso fiscal y acusó a los autores de haber extraídos resultados “excesivamente simples”. No obstante, en el caso de Dublín, hay un hecho sospechoso: allí las empresas consiguen 8 dólares de beneficios por cada dólar pagado en salario. Así que las ventajas fiscales irlandesas no se traducen en una correspondiente mejora productiva real, en términos de mejores retribuciones o empleos (que no se incrementan de la misma medida) sino en puro lucro financiero para las compañías. Para el informe, esto demuestra que el país se comporta como un auténtico paraíso fiscal encubierto. Además, para Irlanda esta política sale a cuenta: aunque tenga impuestos bajos, su recaudación fiscal ha aumentado, en los últimos cinco años, hasta casi el 5% de su PIB.

En cambio, para los gobiernos que sufren la hemorragia, estas ganancias empresariales que emigran hacia zonas paradisíacas se traducen en una menor recaudación para sus arcas. “Al final, otros actores de la economía tendrán que pagar más para asumir la carga impositiva”, subraya el estudio, como por ejemplo las empresas y asalariados locales. “Si la tendencia se mantiene, o los Estados se verán obligados a reducir el gasto público o aumentar el IVA”, indican. En este sentido, se estima que los países europeos recaudan un 20% menos en impuestos de sociedades por culpa de esta ingeniería fiscal de las empresas.

¿Cómo frenar el fenómeno? La lucha contra la elusión fiscal está siendo ineficaz, porque los Estados que aplican impuestos elevados se centran en comparar información con países de características similares (con alta presión fiscal), para ver si hay alguna cifra que no encaja. La razón es sencilla: en los paraísos fiscales es difícil obtener datos fiables, las empresas destinan ingentes recursos para defender o proteger sus sociedades offshore y, por último, hay escasa cooperación con estos paraísos, recelosos en custodiar su información financiera (que constituye la base de su riqueza).

La conclusión es que en lugar de luchar contra estos territorios de baja tributación, los gobiernos acaban haciéndose la guerra entre ellos mismos. Y compiten a la baja: para evitar que las empresas busquen maneras de tributar menos, se lanzan a una carrera para reducir la carga fiscal. Entre 1985 y el 2018, el promedio de los impuestos de sociedades en el mundo ha caído a más de la mitad, desde el 49% hasta el 24% de los beneficios.

Thomas Torlov, investigador de la Universidad de Copenhague y uno de los autores del estudio cree que el actual sistema fiscal internacional no tiene sentido y que genera enormes distorsiones. “Las empresas tienen poco incentivos en repatriar el capital a sus países de origen. Y los estados tienen pocos medios para demostrar las incongruencias de las declaraciones de impuestos corporativos”, reconoce. Y propone una posible solución.

“Las grandes compañías deberían declarar sus beneficios a nivel mundial. Es un dato sobre el que no acostumbran a mentir, porque es un dato clave para la distribución de dividendos que les exigen sus accionistas. A partir de allí, habría que aplicar un porcentaje a esta cifra según los países donde tengan negocio. Y los Estados, sobre este importe, aplicarían un impuesto de sociedades”. En la Comisión Europea están estudiando un esquema parecido. Mientras tanto, el capital prepara sus maletas, un año más.

, Barcelona

17/06/2018 - lavanguardia