´¿Se aburren las ostras?´, Félix Pérez-Hita

Por aburrimiento del Paraíso acabó Eva hablando con la serpiente y mordiendo el fruto del Árbolde la Ciencia. Así lo cuenta Agustín García Calvo en un breve artículo: Hablando con la serpiente.Dios también debía aburrirse cuando se puso a crear el mundo, un mundo, este, entre otras de sus infinitas ocupaciones. De alguna manera tiene Dios que ir distrayendo su eternidad. Paul Valéry llama la atención sobre el hecho de que no nos podamos imaginar a Dios haciendo otra cosa que no sea un mundo y, con sólo pararse un poco en estas cuestiones, se hace uno idea de la ingenuidad de los creyentes.

Hay aburrimientos para todos los gustos. A unos les aburre el cine de Ingmar Bergman, a otros, Los Anillos del Señor (sic) o las mil explosiones que coronan tanta producción hollywoodiense. Uno puede aburrirse por exceso o por defecto: acabar aburrido de algo o por falta de ocupación. De todos es conocida la imagen del niño, muchas veces rodeado de juguetes, que repite: "Me aburro". Creamos al niño-consumidor y después hay que satisfacer su creciente nivel de exigencia con nuevos gadgets y distracciones cada vez más sofisticadas y excitantes.

¿Se aburren las ostras? No creo que ningún animal se aburra, aunque muchos bostecen y su bostezo se nos pueda contagiar. En el Cuaderno B de 1910, Valéry escribe: "El aburrimiento (l´ennui)no tiene figura". Podría acercársele la imagen de un niño bostezando. Quizá no haya aburrimiento mayor que el del escolar en una clase que no le interesa o de la que ha perdido el hilo. El bostezo es más la imagen del aburrimiento que la del cansancio por sueño, al que precede muchas veces. Ese niño eterno intuye - con razón-que lleva una vida que no es vida, enjaulada, de segunda mano, planeada y servida por sus papás y los planes obligatorios de estudios, vigilancia, reclusión... y diversión. Le preparan el cuerpo y el alma para las servidumbres y encierros que, seguramente, deberá padecer de adulto.

Hay los que son conscientes de su aburrimiento y los que se aburren sin darse cuenta. Mientras los presos se tatúan en sus celdas de puro aburrimiento, millones de personas en el mundo trabajan de carceleros, guardas o vigilantes, ocupación condenada a aburrir al más resignado. Conducir, por mucho que nos quieran convencer de lo contrario los vendedores de autos, aburre un montón, sin necesidad de comerse un atasco con patatas; y encima mantiene ocupadísimo al conductor, bajo pena de muerte.

El peligro actual quizá esté más en la falta de auténtico aburrimiento por desocupación que en la falta de distracciones y cosas que hacer. La industria crea continuamente nuevos gadgets, nuevos parques temáticos, nuevas ocupaciones para nuestro tiempo libre. Muchos echan de menos una ociosidad que no se sintiera culpable, un aburrimiento que nos dejara pensar, que pudiera quizá llevarnos a la ocurrencia de algo que de verdad nos apeteciera, algo que comprometiera toda nuestra atención, nuestra inteligencia y nuestros sentidos. Algunos parecen hartos de las diversiones administradas desde arriba, de organizar su vida como a las instituciones y al mercado les conviene. Es como si le repitieran a su juguete superventas el versito de Isabel Escudero: "Que no, juguete, / que a ese juego / no quiero jugar."

La psiquiatría vulgar moderna lo asocia a los problemas de falta de atención y concentración y, claro, a la depresión. Los muy tristes hablan a veces de estar aburridos de la vida. Al principio de El malestar en la cultura,Freud recuerda que el sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior y, no menos importante, desde las relaciones con otros seres humanos. (Los medios de formación de masas se encargan de refrescarnos esos peligros constantemente, yno es su función menos importante esa de tenernos vagamente acobardados). Escribe Freud: "No nos extrañe pues que, bajo la presión de tales posibilidades de sufrimiento, el hombre suela rebajar sus pretensiones de felicidad (...) y se estime feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento; que, en general, la finalidad de evitar el sufrimiento relegue a segundo plano la de lograr el placer". Es decir, no nos asombremos de que muchos prefieran una vida gris y aburrida a otra de pasiones y aventuras, de posibles sobresaltos y disgustos.

"El moderno se contenta con poco", escribía Valéry en el mismo Cuaderno B 1910 (Tel quel,Gallimard, 1996). ¡Si levantara la cabeza! Vería que el modernillo se contenta con mucho menos. No sólo en el mundo del arte, en la propia vida nos distraemos con cualquier chorrada. Muchas de las diversiones masivas de hoy en día (de esas que mueven billones), como la mayoría de trabajos, no dignifican, sino que embrutecen... y aburren solemnemente. Una cosa va con la otra, como ya enseñaron Marx, Adorno, Marcuse y otros: si el trabajo es alienante, las ocupaciones del tiempo libre también tenderán a serlo. Algunos se jactan de haber conseguido la fusión entre trabajo y juego, pero habría que ver quiénes son del todo sinceros consigo mismos. O quizá es que muchos ya tienen su concepto de la vida y del placer por los suelos.

4-II-09, Félix Pérez-Hita, cultura/s/lavanguardia