centenario Isaiah Berlin, entrevista a Ramin Jahanbegloo

El filósofo iraní Ramin Jahanbegloo (Teherán, 1956) es uno de los intelectuales preeminentes de su país, incómodo para su Gobierno: en el 2006 estuvo cuatro meses en prisión. Profesor en la Universidad de Toronto, Jahanbegloo, que edita ahora Conversaciones con Isaiah Berlin y L´imperatiu intercultural reconocer la pluralidad de valores y culturas-,que es necesaria una globalización moral - un fundamento moral de valores comunes para administrar nuestro mundo-y que Occidente está más amenazado por sí mismo que por el islamismo radical.

Ramin Jahanbegloo está enamorado de Barcelona: "Es una ciudad cosmopolita. Rechazo la idea de que sea una ciudad para turistas. Te acepta, es su espíritu. En su textura urbana y en los encuentros entre diferentes instituciones hay espacios de diálogo. No es sólo una ciudad para catalanes, quiere tener un diálogo con otras ciudades del mundo, proyectos comunes. Será muy útil como capital de la Unión Euromediterránea para acercar Oriente y Occidente". El filósofo habló el miércoles en CaixaForum sobre Isaiah Berlin y la necesidad del pluralismo, el diálogo entre culturas y la lucha contra los prejuicios. Como señala, "la infravaloración del otro siempre ha transmitido a las naciones un sentimiento de seguridad, que alivia el miedo causado por la violencia interna. Uno se purifica calificando al otro de impuro. Según se desarrolla la idea de enemigo, el otro se va deshumanizando", afirma, y señala que "la cultura no tiene naturaleza, sino historia".

¿Qué es necesario para el diálogo?

Es una tarea difícil, porque no se puede hablar de diálogo entre culturas si previamente no existe una cultura del diálogo. Y entonces se trata de entendimiento mutuo, empatía, compartir valores y fusionar horizontes, respetando la humanidad de los otros, la vida humana. Ser diferentes no significa no poder hablar y encontrar algunos valores que todos compartimos. El horizonte ético es más importante que el político. Y no puedes tener diálogo intercultural si no tienes diálogo intracultural, un sentido de diversidad dentro de tu propia sociedad. España debería estar dispuesta a tenerlo con su propia cultura, su pasado, sus grupos. Estoy atento al debate sobre la memoria histórica.

¿Qué cree que se debería hacer?

Intentar informar a las jóvenes generaciones de lo que sucedió, sin juzgar o acusar, un esfuerzo de diálogo como se intentó en Chile o Sudáfrica. Hablar de las heridas y del pasado poco glorioso. Entender por qué sucedieron las cosas y ver por qué se quiere tener un nivel de perdón y tolerancia, que suele ser más importante que juzgar la violencia, que a veces no ayuda a superar heridas. Confrontar la violencia de tu historia de modo no violento ayuda a controlarla, a que no se repita. La violencia en el pasado político la engendran los prejuicios, malentendidos y estereotipos. El trabajo de la memoria histórica es acabar con los estereotipos.

Pero señala que los prejuicios se perpetúan durante generaciones.

La continuidad de la violencia política perpetúa los prejuicios al dejar de lado las preguntas importantes. Las olvidamos porque tratamos de poner demasiadas respuestas sobre la mesa, y tenemos un conflicto entre ellas que nos hace olvidar cuál era la pregunta. En los conflictos religiosos la pregunta original es por Dios y la verdad, pero los disturbios religiosos se hacen tan profundos que los creyentes olvidan aquello en lo que creían y se vuelven fundamentalistas. Lo importante no es en lo que crees sino lo que haces con esa creencia. Israelíes y palestinos: la violencia ya no viene de un lado o de otro, sino de que no hay voluntad de ir más allá de los prejuicios y de la idea de la violencia como modo de organizar la política. Por cierto, el diálogo no es "vamos a tener un diálogo pero tendrás que cambiar o te destruyo". Hay que pensar primero en la integridad de la otra persona y aceptarla como es.

Los prejuicios dan seguridad, dice.

Sí, porque crean verdades y absolutos, como las ideologías y los fundamentalismos. Tú estás del lado de lo universal y puedes imponérselo a otros. Cuando creas verdades absolutas, pierdes las pequeñas verdades de cada día y las pequeñas verdades de los individuos, que hacen la vida interesante. El sentido de la vida está en las pequeñas verdades, no en las grandes.

¿Es lo que diría Isaiah Berlin?

Fue uno de los grandes espíritus del siglo XX, modesto pese a lo que sabía. Defendió un pluralismo basado en la empatía, lo que ayuda al diálogo intercultural. Fue muy crítico hacia las utopías y grandes narrativas que querían reducir la experiencia vital a estereotipos. Para él lo más importante era que la gente fuera diferente, el liberalismo era para él la inconmesurabilidad de valores y decía que no iba a morir por el capitalismo, eso no era liberalismo para él, o por hacer del liberalismo una nueva ideología. Era muy humilde, como Gandhi o el Dalai Lama: creía que podía aprender de los otros. En la lección de la historia, se trata de escuchar, aprender y luego liderar. Ahí está Obama, en la senda de Luther King y alejado de la arrogancia de Bush.

7-II-09, J. Barranco, lavanguardia