´Los duelos con pan (o leche) son menos´, Quim Monzó

Ayer, Rafael Ramos, corresponsal en Londres, describía el caso de Robert Holding, un lechero de 72 años que, junto con las botellas de leche, vendía marihuana. Sus clientes tenían "entre 70 y 92 años, algunos en silla de ruedas y con enfermedades que van desde artritis hasta problemas de espalda". Explica Ramos que miles de británicos le han enviado cartas de apoyo, por su altruismo. Por eso mismo la juez ha decidido que se trata de un caso excepcional, "como no había visto nunca en su carrera", motivo por el que le ha impuesto un castigo que cumplirá en libertad provisional.

Holding está casado desde hace 57 años con su mujer, que ahora padece alzheimer. Tienen seis hijos y veintiocho nietos. Su vida, por tanto, difiere bastante de la de Nancy Botwin, el personaje que interpreta en Weeds la adorable Mary-Louise Parker. Botwin es una madre de familia que se queda viuda y, para sacar adelante a sus dos hijos (y de paso mantener su tren de vida), se pone a vender marihuana a amigos y conocidos. Como tapadera de su tráfico, Botwin monta una panadería. Tanto en el caso ficticio de Botwin como en el real de Holding, los productos que utilizan para disimular son alimentos básicos: pan y leche. Nada más esencial; parece una elección sacada de la Biblia.

Hará cosa de doce años, cuando mi padre empezó su declive final, la primera enfermedad a la que nos enfrentamos fue un cáncer de la vejiga urinaria. Durante una de las muchas visitas que hicimos a la clínica donde lo trataban, el médico y yo hablamos de la forma de aliviarle el dolor. Se me ocurrió decirle, medio en broma, que si iba a irle bien, le buscaba algún porro. Para mi sorpresa, sin bromear, el médico me dijo que no sería mala idea y que, si le conseguía marihuana, adelante. Mi padre, que parecía que no estaba atento, lo estaba. Con ojos vivaces me dijo que él encantado yque no le parecía tarde para probarla. Inmediatamente me imaginé plantando marihuana para uso paterno.

Fue la primera vez que un médico me dio el visto bueno, pero no sería la última. En los años que siguieron, con sus otras penurias (el cáncer fue sólo la primera), diversos médicos de diversas especialidades me dijeron que el cannabis le iría bien. Incluso a mí me lo ha recomendado alguna doctora, yno sólo para combatir la hipertensión. Pero la marihuana es relajante, amodorrante: no encaja en absoluto con mi obsesión por no parar de hacer cosas. Por eso la reservo para cuando sobrevenga el declive y, con él, los dolores de verdad: los que tenía mi padre y los que tienen los ex clientes de Robert Holding (de los que, por cierto, ninguna noticia nos aclara cómo se las apañan ahora, sin él). Cuando me llegue ese momento confío en tener a mano un buen lechero o una buena panadera.

17-II-09, Quim Monzó, lavanguardia