īLos jinetes del Apocalipsisī, Miguel Trias Sagnier

Hace un año nos preguntábamos si la crisis financiera se trasladaría a la economía real. Hoy sabemos que se trata de la recesión más severa de las últimas décadas y los gobiernos se afanan por adoptar medidas que alejen el espectro de la Gran Depresión que siguió a la crisis de 1929. Acertar con los antídotos no será tarea fácil y requerirá estrategias de ensayo y error, como el propio Barack Obama ha reconocido con gran pragmatismo. Pero la responsabilidad de los gobiernos exige conjurar algunos peligros que pueden conducirnos por la senda más siniestra.

El primero es la tentación del proteccionismo y, en última instancia, de la autarquía, que en la crisis del 29 fue lo que acabó de hundir al mundo en la depresión. Nuestro ministro de Industria ha dado un ejemplo de lo que no hay que hacer. El aparentemente inocente lema "Compre productos españoles", aparte de recordarnos a uno muy similar de la época franquista, no conduce a nada bueno. Está plenamente demostrado que el comercio internacional genera riqueza general y la senda contraria nos lleva sin duda al empobrecimiento colectivo.

El segundo es la xenofobia. De nuevo parece fácil remedio buscar un chivo expiatorio. El nazismo lo hizo con los judíos y los movimientos actuales de ultraderecha lo practican con los inmigrantes. La huelga salvaje protagonizada por los trabajadores británicos, oponiéndose a la contratación de sicilianos, es un preocupante botón de muestra de esta tendencia, a la que tenemos que estar muy atentos con cinco millones de inmigrantes como tenemos en el país.

El tercero es la demagogia. Nuevamente nuestro locuaz titular de la cartera de Industria nos ha regalado alguna lindeza en esta línea, al indicar que al Gobierno se le acaba la paciencia con la banca. ¿A qué conducen manifestaciones de este tipo? Es fácil encontrar un caldo de cultivo proclive a este tipo de soflamas. Pero no hemos de olvidar que el negocio de la banca es dar crédito. Si lo restringe es porque no ve posibilidades de concesión con los parámetros mínimos de solvencia que exige la buena práctica. El Gobierno no puede hacer manifestaciones que causen malestar social, sino, todo lo contrario, trabajar con los diferentes sectores promoviendo políticas de ayuda y fomento.

Y el último es la ineficacia. Los gobiernos deben mirarse unos a otros, alumbrando ideas, copiando lo que funciona y descartando lo que se demuestra errado. Y aun así se pueden cometer errores y se cometerán. Lo que resulta del todo inexcusable es que la adopción de una política no se traduzca en medidas concretas con eficiencia. Una administración incapaz de traducir en acción las políticas adoptadas no merece la confianza de sus ciudadanos.

Los gobiernos deben conjurar a toda costa la amenaza de estos cuatro apocalípticos jinetes, cuya nefasta influencia puede llevar a un país como el nuestro, que pronto contará con una cifra de cuatro millones de desempleados, por los más oscuros derroteros.

20-II-09, Miguel Trias Sagnier, catedrático de Derecho Mercantil de Esade (URL), lavanguardia