(Endesa:) ´Para no olvidar´, Fernando Ónega

Después de tantos vaivenes, Endesa ha dejado de ser española. Enel le ha comprado su participación a Entrecanales, y una empresa pública italiana ya la controla totalmente. Zapatero dice que no importa; pero sí importa. Sobre todo, por cómo se ha perdido.

La suma de Endesa y Gas Natural pudo haber dado como resultado la cuarta empresa energética del mundo, y se perdió esa oportunidad. Dicho con algo de demagogia, pero también con realismo, Endesa se ha quedado en sucursal de otra. Yno es una empresa que fabrique ladrillos. Es una parte sustancial de un sector básico caracterizado por la dependencia del exterior. Es cierto que su actividad seguirá en España, pero de esta forma: nuestro país pondrá la materia prima, los tendidos que castigan el paisaje, el riesgo de las nucleares, pero los beneficios serán de Enel.

¿Culpables? Todos: los que fueron más liberales que nuestros vecinos europeos, la privatizaron y la dejaron al albur del mercado; los que, con Pizarro a la cabeza, consideraron la opa de Gas Natural como un asalto descarado a un gigante que resultó un enano ante los compradores europeos; la propia Gas Natural, que no resultó fina en la presentación de la oferta; los que entendieron la idea como una maniobra política del gobierno catalán para colonizar la energía; los que presentaron aquello como una cuestión ideológica del socialismo en connivencia con el nacionalismo; y los que politizaron la operación sin saber ver cuánto se jugaba España.

Y ahora, los hechos son los hechos: Entrecanales hizo un rápido negocio, obtuvo una importante plusvalía, se quedó con la parte que vive de subvenciones que pagamos todos, y los ciudadanos hemos asistido a algo que no sabemos si ha sido un pacto político inconfesable, una transacción de oportunistas, o una salida forzada y penosa para Zapatero. Si no es la acción más negativa, es la peor gestionada de sus gobiernos. Y no lo critique tanto el señor Rajoy. Él, su partido y su coro mediático han sido los abanderados en contra de la solución catalana. Ya sé que no era la mejor para el accionista; pero era el embrión de la cuarta empresa del mundo: quizá demasiado para un país sin ambición.

24-II-09, Fernando Ónega, lavanguardia